Sin motivos para el alivio

Si observamos los pocos líderes que nos quedan, los pocos ideólogos e intelectuales que aún sobreviven, todos ellos superan la sesentena

Ex parlamentario y concejal del PSN-PSOE

Calígula y la ultraderecha. Marine Le Pen, cuya formación ha ganado las elecciones legislativas en Francia, en una imagen de archivo.

Las últimas elecciones presidenciales celebradas en Francia el pasado 24 de marzo, han confirmado que el avance de la extrema derecha, al menos en Europa, sigue con paso firme. No es algo coyuntural sino que tiene un claro carácter estructural y harían bien las fuerzas progresistas en analizarlo de esta manera.

Los Orban en Hungría, Le Pen en Francia, Morawiecki en Polonia o Abascal en nuestro país han venido para quedarse. Su ideología también, así como su intención de llegar al poder. Sus características de populistas de extrema derecha suponen un peligro para nuestra democracia europea y ese populismo que les impregna, les está permitiendo obtener apoyos en forma de votos de sectores que hace muy poco apoyaban a partidos de izquierdas, o progresistas. 

Este fenómeno ya se observó en las elecciones en Madrid el pasado año, donde en lugares como los pueblos del antes denominado “cinturón rojo”, hubo un trasvase hacia la extrema derecha no sólo desde el PP, sino que también desde PSOE e incluso Podemos. Habría que recordar que este fenómeno ya fue observado anteriormente en Francia en lugares como Marsella y lamentablemente desde la izquierda no se analizó en profundidad y con un espíritu autocrítico. Ahora nos toca sufrir sus consecuencias.

Quizás durante años hemos ido esquivando tantas balas que al final una nos dará en plena cabeza. La izquierda, las izquierdas, sean españolas, catalanas o vascas deberían a partir de estos instantes comprender, que contra este fenómeno sólo vamos a poder luchar juntos, unidos, profundizando en lo que nos une y buscando puntos de encuentro en lo que nos separa, nos diferencia.

Quizás debamos recuperar el “no pasarán” que resonó en el Madrid de la guerra civil. Ponerlo en cada sede de PSOE, Podemos, PCE, Más País, ERC, Bildu o BNG, incluso ampliando a los progresistas de PNV y juntos frenar el impulso de la derecha extrema y la extrema derecha.

No tenemos ningún motivo para sentirnos aliviados tras las elecciones presidenciales en Francia. Antes, al contrario, o reflexionamos de manera autocrítica y rápida, o da igual que sean galgos o podencos, son perros y nos van a destrozar. Resulta curioso que una parte del potencial de apoyos que les llega a esa extrema derecha crecida sea desde la juventud. Lo que también nos debería llamar a la reflexión.

Si observamos los pocos líderes que nos quedan, los pocos ideólogos e intelectuales que aún sobreviven, todos ellos superan la sesentena. Jeremy Corbyn, 72, Bernie Sanders, 80, o más recientemente Jean-Luc Mélenchon, 71. En nuestro país apenas alguno como José Antonio Pérez Tapias, 67, Javier Pérez Royo, 77, o Luis García Montero, 66, mantienen las esencias clásicas.

Mal panorama para el futuro, especialmente teniendo en cuenta que las delgadas líneas rojas que impedían pactos de gobierno entres las derechas extremas, han saltado por el aire con el reciente acuerdo en Castilla y León entre PP y Vox. A diferencia del resto de Europa y no podemos descartar que en un futuro inmediato no acaben contagiándose, aquí el nuevo PP de Feijóo ya lo tiene muy claro. Van a llegar a los diferentes gobiernos sean autonómicos, municipales, o estatales de la mano de Vox.

La experiencia piloto de CyL se aplicará en Andalucía en Junio, también en Madrid y si les dan los números en el gobierno del estado, Castilla la Mancha, Extremadura, Valencia, o Cantabria y Asturias. Se nos deben abrir las carnes con esa hipótesis con las solas excepciones de Catalunya y Euskadi. Esto podría ocasionar choques de consecuencias impensables.

O las izquierdas espabilan rápido, o a partir de ahí al abismo.

Veremos.

 

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