"La identidad andaluza es tan sólida que cabe —¿puede reducirse a?— un anuncio de cerveza". Afirmaciones banales —en realidad sarcásticas— pero no inocentes como ésta pueden leerse en más de un artículo de prensa con la firma de periodistas o colaboradores que, en general, van de "progres", con motivo del exitoso anuncio de la multinacional Heineken para publicitar la cerveza Cruzcampo, creada por la empresa sevillana de este nombre en 1904 y en manos desde hace años de dicha multinacional.
Por supuesto, la identidad andaluza queda reducida, y degradada, a un "acento", lo que es compartido por muchos destinatarios del anuncio —que sufren lo que Frantz Fanon denominó "síndrome del colonizado"— e incluso, de forma entusiasta, por los aludidos progres. Éstos siguen bebiendo —no sé si como coartada para su esterilidad política— en un economicismo paleomarxista que reduce lo nacional, como también el género y lo étnico, a un simple tinte de la lucha universal de clases. Consecuentemente con ello, celebran que la identidad andaluza sea folklorizada, una vez más, ahora través de la imagen de una artista jerezana, fallecida hace ya tiempo, a la que se atribuye mucho "poderío" —otra palabra-talismán que evita tener que tratar en serio sobre la cuestión del poder—.
Mucho más grave que el anuncio en sí —que responde perfectamente a la lógica de las grandes corporaciones trasnacionales de "pensar globalmente y actuar localmente"— son estas lecturas e interpretaciones que están haciendo de él ciertos sectores políticos con intereses muy concretos y sus comunicadores con sueldo o por afición. El objetivo es, una vez más, banalizar el andalucismo para abortar su fuerte potencialidad política y convertirlo en folklore amable, en un campo no conflictivo o, cuando más, en una simple cuestión de "acento".
Y una cosa más: como sevillano, suelo beber Cruzcampo, a ser posible de barril y bien fría. Al igual que muchos amigos granadinos han tomado siempre Alhambra y los malagueños Victoria. Cuestión de gustos educados desde la niñez. Gustos, sabores, ahora apropiados por multinacionales. Puede que algunos progres me acusen, por ello, de contradictorio. Me da igual. Lo que me indigna es que ellos quieran dinamitar nuestra identidad andaluza degradándola a "acento". Ya está bien.
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