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No es una pregunta retórica. Simplemente es que no lo sé. Al menos hasta los límites de lo que yo considero normal. En serio, tengo esa duda. Cuando nacieron mis dos hijos... perdón, cuando mi mujer parió a mis dos hijos, que no quiero yo quitar mérito ni insinuar que los niños nacen de la nada; y mucho menos apropiarme de cosas en cuestiones de género... ¿Aclaración absurda? Hay gente que no lo ve así. Ahora continúo. La palabra “machismo” implica muchísimas cosas, y puede que a veces se tome a la ligera. En todo caso, y lo digo muy en serio, respondedme, porque puede que esté bastante equivocado.

Ésta es mi realidad: cuando mi mujer estaba embarazada de nuestro tercer hijo —iba a escribir “mi tercer hijo”, pero se me puede venir una grande encima—... vuelvo a hacer un inciso, perdonad que rompa tanto el ritmo, pero entre que no sé si soy machista y que tampoco quiero decir nada ofensivo, pues voy lento. Tengo que andar con pies de plomo porque puedo levantar susceptibilidades y no querría yo ser políticamente incorrecto; teniendo en cuenta que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento. La ley no escrita de lo que es adecuado y lo que no.

¿Por dónde íbamos? Ah, sí: iba a nacer nuestro tercer hijo mi esposa mediante... ¿lo de “mi” en posesivo está bien dicho? Perdonad que sea pesado, pero a ver si voy a meter la pata. Bueno, mira, me dejo de gilipolleces. “Es una niña”, dijo el médico mientras indicaba a mi mujer —joder— que se levantara de la camilla de la ecografía. Después de dos varones era una gran alegría, es lo que queríamos, una niña —¿estoy cosificando? Creo que voy a empezar de nuevo—. Todo el mundo me decía que se me iba a caer la baba porque las niñas son diferentes, y “las niñas son de los padres”... decenas de frases del mismo tipo escuché durante meses y yo lo negaba: “Para mí todos van a ser iguales”. Pues mira no, no es igual. A partir de aquí, tú, que te criaste en la sociedad del heteropatriarcado extremo y de repente ves machismo en cualquier cosa, puedes parar de leer. Para mí no es lo mismo, y me da igual lo que penséis, porque para eso ésta es mi columna de opinión, aceptaré las vuestras; claro, podéis dejar los comentarios abajo y los leeré todos.

Mi hija no es igual que mis hijos, lo siento. Primero por una especie de sentimiento primario, que algunos llamarán primitivo o cavernícola, que me hace creer que ella es más débil y necesita más protección. Seguramente no necesita sentirse más protegida o arropada por el simple hecho de ser mujer; de hecho le da mil vueltas a sus hermanos en algunos aspectos. Ella es fuerte, se queja muy poco, tiene carácter —ya estamos con el estereotipo de la mujer con caracter—, ímpetu y decisión. No me cabe duda de que le irá muy bien en la vida, pero es mi niña, la pequeña princesa delicada que habita en mi castillo. Madre mía, ¿una princesa? ¿En serio, Eloy? Eres un retrógrado. Pues venga, vale, no es una princesita, es... es... Mira, es mi princesita y punto, no me sale otra cosa. Le gusta el rosa y Hello Kitty, impuesto por la sociedad y la enajenación cultural que sufre o yo que sé, pero ella es muy femenina. Madre mía, Eloy, estás totalmente desubicado. Puede ser, a lo mejor es que ya estoy viejo. Y me siento incómodo explicándole los cientos de posibilidades que existen, si a ella le gusta algo que historicamente se le atribuye a las mujeres, pues tampoco me voy a molestar en enumerar cosas que a ella le suenan a chino.

Está claro que hay que educar y que está aquello de los “pequeños gestos diarios” que construyen una sociedad tolerante e igualitaria. Enseño tolerancia y respeto a los tres, los educo en la cultura de la convivencia y la paz. No hago hincapié en decirles qué es de niños y qué es de niñas, considero que hay pocas cosas que tengan esa diferenciación —pero las hay—, pero no les quito una muñeca a mis hijos ni un balón a mi hija. Que hagan lo que quieran, que jueguen y se diviertan, pero no me voy a poner a decirle a ella que juegue al fútbol obligatoriamente para reivindicar la paridad. Si quiere que lo haga y si no, ella verá.

Ese sentimiento ancestral de protección no es tal. Sé de sobra cómo pueden tratar los hombres a las mujeres. Soy un hombre y hasta hace poco no me daba cuenta de la posición privilegiada que ostentaba, laboral y socialmente. Hay mucho hijo de puta suelto, y ella es y será muy guapa. No hace falta que os diga lo en serio que se toman algunos hombres a una mujer guapa en una empresa. Tiene que ser una putada no poder andar por la calle 100% tranquila como lo haría un hombre, con piropos entre el acoso y el baboserío. Y al margen de que una mujer sea guapa o no, siempre está el vestigio cultural que todavía existe de pensar que eres superior por ser hombre; y que las mujeres no pueden mandar. Ni que decir tiene del típico que se siente humillado por tener una jefa. Sé que todo esto que digo os suena de sobra, y es por eso que creo que soy machista: porque pienso que mi pequeña necesita un extra de apoyo. Y sí, se me cae la baba, tiene tres años y es la mejor del mundo. Sé que algún día pateará culos como nadie, pero no estoy tranquilo, llamadme orangután.

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