“Que la muerte está a favor del gran poeta es algo más que una ilusión entretenida por los poetas, es una realidad que nunca deja de sorprendernos", escribió Ferando Ortiz sobre Luis Cernuda, suele suceder en el campo artístico, aunque algunos tengan una largíisima travesía de olvido incomprensible.
Fue el caso del gran futbolista del Sevilla FC Enrique Spencer (Sevilla, 1898-1926), primer internacional andaluz y uno de los creadores de la escuela sevillista y el futbol arte, muerto prematuramente defendiendo el escudo de su querido club. Su figura fue muy admirada en la época y su muerte conmocionó y movilizó a una gran multitud en aquella Sevilla de los años veinte que se había echado años antes a la calle en el duelo por el torero Joselito el Gallo, era la primera vez que un futbolista despertaba tras su trágico final tal manifestación de duelo.
El fútbol ya comenzaba a disputarle a los toros la supremacía del espectáculo de masas y de los héroes que mueren jóvenes, recordando aquel llamado de Píndaro “las grandes hazañas tienen sed de cánticos”. Tras su muerte un manto de olvido cayó sobre su memoria, solo aquí y allá de tarde en tarde surgía en el recuerdo personal de viejos aficionados y periodistas su nombre y con él aquella revolución deportiva.
Porque había nacido la modernidad en el futbol en aquellos campos del prado de San Sebstián sevillistas a través de los equipiers Spencer, Kinké Brand y Ocaña, aparece el arte “porque hay eternidad que pasa, porque el nodo nuevo de lo eterno consiste en pasar". (1) La gratuidad de la nueva técnica era compatible con la seriedad del esfuerzo y el trabajo.
En aquel aún joven deporte llamado fútbol predominaba la fuerza física y casi la ausencia de táctica, juego y deporte por encima del espectáculo, en la elegancia y sagacidad de las formas de Spencer y otros se perdió contacto con los límites de su medio. A diferencia de hoy, no se perdía la ilusión en favor de la técnica sin la invasión de lo hipertécnico, había forma y no valor.
Hoy, en el fútbol este intercambio parece ya imposible. Aquella creencia colectiva y desconocimiento también colectivo creó el modo artístico en el futbol a través de la escuela sevillista. En su epifanía, como toda expresión artística, el fútbol arte no necesita parecerlo, por las normas del juego de fuerza no se liberaban las figuras, sin espacio para una potencia de ilusión, para desconcertar el carácter científico de aquel deporte.
Surge un gran relato nuevo en el mundo del joven deporte, se dibujan las fronteras de sus formas autónomas y se desarrollan las grandes metáforas de los orígenes, donde se despliega la tensión sin el escaparate mercantil. La gestión de aquella nueva lógica deportiva era en realidad la radical expresión de un ciudad y su club, cuando aún no era necesario destrozar ciertos aspectos del simulacro contemporáneo del fútbol.
Estaban naciendo en Andalucía, en palabras de Mallarmé, "las fiestas del porvenir".
En las gradas estamos atravesando las zonas del recuerdo. ¿Quién entra en el ritmo? Donde el cuerpo es una ilusión y las manos se juntan. Solitaria, entre el clamor cae la tarde, cuando el juego despierta un sueño verdadero.
Solía escuchar aquellas palabras inglesas los días de partido, equipier, outside, fault, solo él durante los partidos las pronunciaba, los tiempos habían cambiado... Años después siempre lo recordaste y se lo recordaste con una vieja voz inglesa; un atardecer en la playa con bajamar, cuerpo y esférico uno, descalzo, rápido y ligero como la brisa.
En la alta noche las asambleas, las voces que ponderan el juego, la esfera silenciosa. El tiempo desplaza los rostros fantasmales en la tribuna. Veremos por primera vez muchas cosas, lo que después gira por la tierra y canta la gente, aún hemos de seguir reunidos en este cónclave de gloria.
Citas 1 y 2 . Jean Baudrillard y Jacques Ranciere.