Pues sí, es cierto que nuestra sanidad pública tiene flecos mejorables que reflejan momentos claroscuros del mejor sistema del mundo. No por ello, los que ya disfrutamos de una cierta edad y nacimos en zonas rurales debejos dejar de hacernos eco del mejorable avance que se ha producido.
Recordaremos cómo avisar al médico para una urgencia era una odisea, ya que no disponíamos de un número de teléfono o de un lugar físico donde poder localizarlo. En su defecto, la acción más pronta y rápida era recurrir a la Policía Local, de ahí el error que cometemos muchos, los que, ante un contratiempo del cuerpo humano, llamamos a la policía en vez de hacerlo al número del centro de emergencia sanitaria, con lo que ahorraríamos un tiempo vital.
Antaño no se utilizaba una herramienta tan fundamental en urgencias y emergencias como es el triaje, pero sí éramos mucho más cautos y para acudir a urgencias del hospital previamente recurríamos a nuestro médico de familia para que nos emitiera el correspondiente volante facultativo. Uno de los factores más importantes por los que acudimos actualmente, más de lo debido, a los servicios de urgencias hospitalarias, es por la deficitaria atención, en ocasiones, recibida en la medicina primaria que nos ofrecen los centros de salud.
Estos centros se deberían proveer de más medios técnicos y humanos. Sin dejar de olvidar algo superimportante y que nos hace acudir a los servicios de urgencias hospitalarias: los avances en infraestructura, tecnología y el crecimiento de densidad de población. Y me explico, tenemos mejores carreteras que cuando el ATS acudía a nuestro domicilio a extraernos sangre, afortunadamente disponemos de mejores medios de trasportes privados que cuando pagábamos los servicios médicos con productos de temporada y los centros hospitalarios quedan ya, muchos de ellos, muy próximos e incluso en el centro de las ciudades. Más cercanos que cuando el médico acudía, vestido de paisano, a nuestro domicilio acompañado de un solo maletín negro.
La vida avanza, inevitablemente, en paralelo al adelanto tecnológico que vivimos. Tal vez estemos viviendo un periodo de adaptación, donde la inteligencia artificial juegue un papel decisivo en aras de mejorar la atención primaria de los centros de salud. Mientras esa adaptación al sistema llega -seguro lo hará mucho más efectivo- debemos mantener la calma y no olvidar nunca que tenemos el mejor sistema sanitario público del mundo. Cuando recurrimos a él, de emergencia y de urgencia, nos responde. Doy fe de ello, en abril acudí a urgencias y se me diagnosticó una estenosis cervical que me paralizaba el cuerpo y un mes después fui intervenido en el hospital Puerta del Mar de Cádiz.
Es nuestro deber no bajar la guardia y continuar todos, sanitarios, políticos y usuarios, cumpliendo nuestra parcela de responsabilidad para mantener, y no perder nunca, el carácter de nuestra sanidad universal y gratuita. En consecuencia, podremos disponer de los servicios que nos prestan los grandes profesionales que la conforman, donde debo mencionar a la Dirección Médica del Hospital Puerta del Mar y a la doctora neurocirujana Irene Iglesias Lozano.
Ni con los beneficios de toda una vida laboral, y aun siendo longeva la que viva, ganaría para poder pagarle su trabajo. El día que lleguemos a entender que la tarjeta con más crédito y valor que portamos en nuestra billetera no es la de la entidad bancaría de turno, si no la tarjeta sanitaria del Sistema Nacional de Salud de España, con otra perspectiva abrazaremos lo afortunados que somos.
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