En esta casa andamos de fiesta, celebrando, brindando a la mínima con champán francés del bueno. Vale, no es del todo cierto, mi mujer y mi hija no se prestarían a tales excentricidades y no está la cosa como para derrochar en alharacas pamplinosas. Licencia literaria, hater, perdóname, o no, no me hagas caso, tú eres el profesional de esto, haz lo tuyo, lo que soláis hacer que yo acepto y me someto y lo que tú quieras yo hago para no arruinar lo nuestro.
Apareciste, no por sorpresa, pero sin esperarte del todo. Al menos no tan pronto. Amanecí una mañana después de trabajar fuera hasta muy tarde, las facturas no se pagan solo con literatura ni palabras, con una de mis redes sociales ardiendo, atestaíta e infestada de notificaciones rojas como imagino tus ojos inyectados en sangre, compungida por la poca costumbre de ser centro y diana para el tiro al blanco. Pulsé con mi dedo inocentemente pensando que sería cualquier cosa y entonces te vi, ahí estabas tú, tan tú, tan en tu papel de héroe vengador ante mis disparates.
No caí rendido ante ti, ante lo que significabas, llorando de emoción, solo por no romper el pacto no escrito entre odiador y odiado. Me escribiste varios mensajes seguidos, no sé, muchos, contestando cada idea mía con tus argumentos cada vez más descabellados, rozando la cordura, haciendo pulso, tentándome. Quizá todo estrategia para sacarme de mis casillas, provocarme y arrancarme la careta, revelar al monstruo. Pero eso es lo de menos. Lo importante es tu maravilloso tiempo invertido en mí, solamente en mí. Te juro que procuré tomarme en serio tus faltadas, implorarle a mis músculos que temblasen, que no asomara mi sonrisa, la alegría por verte, por que estuvieses y fueras.
Y es que antes de ti, todo era pasto, abismo, la nada, mis escritos tal vez indiferencia, el vacío, la cultura en Cádiz para Cádiz y el político, pero ese es otro tema, querido hater, vuelvo a disculparme. Hoy, tú y solo tú eres el protagonista. Has venido a salvarme y mereces toda mi atención. Porque quién eres hoy en día si no tienes detrás a alguien como tú, que te ponga en tu sitio, que te suelte las verdades, tus errores, que pisotee tu vanidad y te amarre al suelo y te recuerde lo mediocre y sucio y equivocado que andas con todo en general.
Perdóname, por tercera vez, si no supe, si aún no sé, cómo actuar. Si pasar, ofenderme, contestarte, aspirar a ponerme a tu altura o darte las gracias por tu llegada con el cuchillo en la boca o hacer como si nada, como si no existieses aunque tu presencia sea el génesis de una hipotética comunidad enemiga, la certeza de que al otro lado de lo que escribo no solo hay pared, cemento y cal viva. Porque quizás vengan más como tú, más preparados, más aguerridos, indignados, disparando más odio, escupiendo más bilis, más maldad, mejores insultos. Pero ten por seguro que fuiste el primero, que después de ti todo será olvido, tal vez bloqueo, y tus frases puñales, tenlo claro, tranquilo, me hicieron reaccionar, sonreír, aunque esperases arrepentimiento y lágrimas como navajas. Siento decepcionarte una vez más, querido hater.
En fin, he de volver a mi papel de escritor ofendido por tus perversas ofensas, oh, maldito hater, te odio, vete, no vuelvas, no me leas, no me escribas, adiós, no, espera, no, ¿ya te has ido?, no te vayas, vuelve, quédate cerca, te quiero, querido hater.
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