La tecnología de los girasoles

Esta es la buena noticia, la expansión de la energía renovable y limpia. La otra, la no tan buena es que las empresas de estas plantaciones son en su mayoría extranjeras, que ni saben ni entienden ni tienen compromiso alguno con nuestros pueblos y sus necesidades

Soy maestra jubilada, es decir maestra.

Campo de girasoles en Sevilla.

La naturaleza parece tener una clara tendencia a lo comunitario, no es ningún secreto que el sol sale para toda la gente por más que cierta parte de la humanidad esté empeñada en ponerle trampas al agua, puertas al viento y peajes al sol.

Quizá hubo un momento en que se compartiera el fuego constatando que la misma hoguera ofrecería su calor por igual a una sola persona que todas las que se sentaban alrededor, pero eso sería antes de que los árboles tuvieran dueño. Luego fueron las minas de carbón, luego los pozos de petróleo y todo tuvo dueño y tiene daño.

Dadme un rayo de sol, dadme el cauce de un rio, dadme el silbo del aire, dadme la fuerza de la naturaleza y la convertiré en negocio.

Dadme una guerra y la convertiré en negocio. Cuando los campos producían trigo y el comercio de trigo era negocio, se hizo popular un refrán entre los propietarios según el cual un buen año requería “lluvia, sol y guerra en Sebastopol”

A finales del 2022 las cinco mayores compañías energéticas españolas (Iberdrola, Repsol, Endesa, Naturgy y Cepsa) habían disparado sus beneficios en un 41,5%, hasta los 10.019 millones de euros, caídos del cielo, en un contexto de subida del precio de los combustibles con la guerra de Ucrania como telón de fondo.

Ya en 2024, más del 50% de la electricidad que se generó en España el año pasado fue de origen renovable. Por primera vez, el sol, el agua y el viento produjeron más energía que la suma del gas, el carbón y la nuclear, según los datos de Red Eléctrica.

Esta es la buena noticia, la expansión de la energía renovable y limpia. La otra, la no tan buena es que las empresas de estas plantaciones son en su mayoría extranjeras, que ni saben ni entienden ni tienen compromiso alguno con nuestros pueblos y sus necesidades.

También es mal indicador que, pese a que la mitad de la energía que consumimos proceda de energías renovables, paguemos el total de nuestros recibos al precio del más alto de los combustibles fósiles. Se trata de grandes corporaciones que se apropian de las energías renovables y limpias de la misma manera que antes lo hicieron son las fósiles y sucias, los oligopolios no están ahí para atender a la justicia energética.

Van creciendo en los páramos extensiones de cuadriculas que desmenuzan la luz, el agua se hace presa volviendo atrás el cauce de los ríos y las lomas se erizan de ventiladores. Cambiamos el paisaje, seguimos buscando el fuego solo que ahora se llama megavatio.

Proliferan en las llanuras tórridas de las tierras andaluzas y extremeñas kilómetros cuadrados de soles fragmentados y cosechadoras de luz que imitan la tecnología de los girasoles, pero que no aprovechan a sus habitantes, porque ni la tierra es nuestra ni lo es tampoco la tecnología.

Actualmente, del total de los megavatios renovables autorizados, aproximadamente la mitad están en manos de empresas extranjeras, entre las que destaca la Italiana Enel, dueña de Endesa.

Se dice que hubo un tiempo en que se podría atravesar la península ibérica saltado de árbol en árbol. Pronto los fondos buitre podrán hacerlo saltando sobre los campos de paneles fotovoltaicos, posándose en ventiladores y abrevando en los pantanos.

Y si no hacemos frente a los buitres, si no ponemos en el centro la energía de lo comunitario solo nos quedarán en el paisaje las palabras de Lorca “un desierto de tallos sin una sola rosa y una pila de volta con avispas ahogadas”.

Si el acceso a la energía es una necesidad vital, es también un derecho básico de las personas, y los derechos han de ser garantizados por la acción y la intervención de los poderes públicos. Si todo se limita a convertir el derecho a la energía en un artificio del negocio privado que rompe con la tendencia comunal de la naturaleza, al menos los negociantes deberían pagar a la naturaleza los derechos de autor de la tecnología de los girasoles y devolver a la comunidad parte de los beneficios que le han caído del cielo.

Archivado en: