Tiempo de más

Antonia Nogales

Periodista & docente. Enseño en Universidad de Zaragoza. Doctora por la Universidad de Sevilla. Directora de Radio Unizar. Investigo en Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital de la Universidad de Zaragoza.

pablo casado
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Por mucho que nos cueste, los humanos deberíamos saber cuándo parar, cuándo es suficiente y cómo detectar ese momento sin retorno en el que ya basta. No resulta nada fácil en la práctica, pero tendríamos que poner más empeño en lograrlo. En algunas ocasiones, parece que estemos empecinados en perpetuar situaciones mucho más allá de lo que dan de sí. Nos pasa con ciertas actitudes vitales y también con ciertos vínculos. Nudos que, por alguna razón, nos cuesta desamarrar.

Todos nos hemos encontrado alguna vez ante una relación que en lo más profundo sabemos terminada. Y a pesar de ello, nos hemos propuesto continuarla aun a riesgo de caer en el desencanto, el daño y la extenuación. Al final acabamos por reconocer nuestra propia cobardía, esa que nos ha impedido dar el paso debido en el momento indicado. Todo lo demás, ese lapso de tiempo que pasamos a lo largo de la vida postergando decisiones y relaciones, no debería contar. Alguien debería permitirnos descontarlas del cómputo total de nuestros días aquí en la tierra, igual que puede hacerse con las horas extra que echamos en el trabajo. Alguien debería retribuirnos todo este tiempo de más.

A veces es complicado saber cuándo cerrar, otras veces simplemente no apetece. La prensa del momento nos está dando una dudosa lección del segundo supuesto. Estos días, en las líneas o en los minutos dedicados a la información política tenemos demasiado de aquello que se parece poco a la política. Los medios patrios se han sumergido en la batalla del currículum académico hasta niveles que rozan el esperpento.

Los sujetos en cuestión son nuestros políticos y el hecho noticioso son las mentiras y falsedades en cuanto a su formación. Podríamos abreviarlo con la fórmula CV vs CV, sin que ninguna de las uves represente una victoria. Tanto se ha instalado esta pugna de los méritos en la esfera mediática que más vale llevar en la boca hasta la copia compulsada del carné de la biblioteca o de la tarjeta de descuento del hiper si no se quiere salir trasquilado. Si los políticos no tienen estos y otros muchos papeles en regla, corren el riesgo de aparecer en portada acusados de negligencia máxima. Y en medio de todo este berenjenal, encontramos que en las secciones de política no se habla de política —si es que alguna vez se habló—, y que las acusaciones de plagio colman titulares y auspician dimisiones. 

Y llegados a este punto, no me queda otra que remitirme a esa gran odalisca de la sabiduría moderna que es Jennifer López y entonar a pleno pulmón aquello de “¿Y la política pa’ cuándo?”. Ya se sabe que los humanos estamos casi programados para no parar a tiempo. Demasiadas formas de incontinencia están presentes en nuestra especie: la verbal, la amatoria, la agresiva…, demasiadas actuaciones compulsivas que exceden los límites temporales soportables. Y nadie nos va a devolver todo ese tiempo mal empleado. Nadie nos volverá a colocar ante las páginas que no nos enseñaron lo que debieron. Los malos hábitos, como las relaciones vacías, deberían despedirse antes. 

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