¿Conocéis ese miedo incandescente que te devora los huesos y el alma? En los últimos días el cielo de la costa malagueña se ha tornado de un rojo furia, de impotencia, de socorro. Cientos de lágrimas a modo de cenizas, procedentes de Sierra Bermeja, lloran sobre la pesquera ciudad de Estepona. El sol se ha apagado, para dar lugar a una inmensa nube de humo con partículas de fuego que amonesta a la humanidad. Una voz callada que brama más allá de los límites de nuestra frontera, que reprende a la raza humana. Y es que no hace falta señalar que el bosque anhela nuestra ayuda.
El gran monstruo hambriento, como así lo denominan desde el Plan Infoca, está arrasando, sin aspavientos, la masa forestal que encuentra a su paso. Sierra Bermeja se ha teñido de luto por la muerte de un bombero forestal. Mientras, la salud de nuestro entorno se sigue tambaleando sobre la cuerda floja de este circo que es el mundo. Un espectáculo de luces y sombras, de peones con máscaras, que no son conscientes del daño tan irreparable que le están causando a nuestra especie. Y es que en este juego siempre movemos la ficha equivocada y rompemos las reglas. Cuando todo esto ocurre, obviamente, el tablero ya no importa.
En cierto modo, parece que estamos en el borde del precipicio. Desde hace varios años, expertos en esta materia ya habían comenzado a confirmar que el cambio climático y nuestros actos están confabulando una catástrofe aún mayor.
Resulta irónico decir que vivimos en el s. XXI. Mientras más años cumple esta esfera, menos respeto le tenemos a la biodiversidad que le otorga toda su belleza. Es cierto que las redes sociales se han volcado con Sierra Bermeja, pero ahí queda la intervención de estos meros jugadores. Hay un dicho popular que quizás ustedes conozcan, y es que hay que dejar las palabras a un lado, señores, lo que importan son las acciones.
El reto al que nos enfrentamos no es fácil. Cuando se trata de un desastre natural, las cartas de los bomberos forestales y los efectivos que desempeñan las labores de extinción, luchando contra fuego y marea, nunca son suficientes. Y lo grave es nuestra falta de consciencia. El ser humano debe jugar con la baraja completa. Sin ases en la manga. Conocer las reglas del juego. Entre tanto, seguiremos avanzando, causando daños, esperando impacientes que otros los solucionen.
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