Tú eliges

Más que los pensamientos, son los sentimientos los que parecen que van y vienen sin control alguno. Las emociones y sentimientos, al ser espontáneos, provocan miedo y desconfianza. No hay nada más molesto para la mente que la ansiedad provocada al estar ante una situación o ante una persona con mal temperamento. El tema, en este caso, no es intentar controlar el miedo, la rabia, u otras clases de emociones, ya que, como sucede con los pensamientos, se podría caer en patrones preestablecidos de conducta.

Lo que se debería hacer, como igualmente habría que hacer con los pensamientos, es ser conscientes de esos patrones preestablecidos, de esas respuestas automáticas, y tomar responsabilidad para cambiarlos. Un sentimiento es una respuesta que parece que sucede de repente y automáticamente. Si una persona tiene miedo de los ratones, y se topa con uno, lo más normal que pueda suceder, es que salga corriendo muerta de miedo. Si te molesta que se queden los platos sucios en el fregadero, no vas a conseguir nada enfadándote si entras en la cocina, después de cenar, y ves que nadie los ha lavado.

Pero esta falta aparente de elección es engañosa. Piensa en lo que sucede cuando alguien lanza algo hacia ti. Aunque no estés prestando demasiada atención en ese momento, moverás automáticamente las manos para cogerlo, o te desplazarás para que no te golpee. Estas respuestas son opuestas, y en algún momento de tu vida alguien te enseñó a coger las cosas al vuelo, o a evitarlas. Una vez aprendida, la respuesta se queda arraigada, pero cada uno puede volver a reaprenderla. Nunca se pierde la libertad de elegir, y afortunadamente, los estudios más avanzados sobre el funcionamiento del cerebro indican que se pueden seguir añadiendo nuevas habilidades en él durante toda la vida. Cada uno se ha entrenado a sí mismo para sentir de una cierta manera y evitar sentirse de otra.

El truco, si uno realmente toma responsabilidad, es reemplazar un sentimiento aprendido, por otro. Todos valoramos las emociones positivas por encima de las negativas, pero si cada uno se enseña a sí mismo a no ser nunca negativo, se llegaría a entender el concepto de que la “negatividad” es simple y llanamente un juicio en contra de uno mismo. Reaprender las emociones significa, ante todo, darse cuenta de los patrones de conducta. Si automáticamente respondes dudando, o rechazando nuevas situaciones, o te echas para atrás ante un cambio o ante nuevas personas que de repente aparecen en tu vida, da entonces un paso para atrás y percibe como te sientes. Habiendo dado ese paso hacia atrás, espera y observa. Lo más normal es que la respuesta aparezca por sí misma.

Cuando así sea, un espacio abierto aparecerá, y en ese espacio puedes guiarte a ti mismo a la emoción que tú quieras sentir. No te juzgues. Deja que cada sentimiento aflore así como es, pero al mismo tiempo, no actúes sobre tu miedo, tu rabia, resentimiento, envidia, sospecha, u otro tipo de sentimiento que pueda acarrear y provocar estrés en ti y, sobre todo, en aquellos que te rodean. Los sentimientos son sólo tuyos hasta que los proyectas hacia el mundo. Es tu responsabilidad el metabolizarlos dentro de ti y el no proyectar hacia fuera nada que pueda ser dañino y perjudicial para los demás. De esta manera, irán floreciendo en manera natural lo que el budismo denomina los cuatro sentimientos divinos: bondad, compasión, ecuanimidad, y alegría. Nadie tiene porque soportar, aceptar y asumir la negatividad y la mala gestión emocional de los demás. Toma responsabilidad y, como dijo Gandhi, “se tú el cambio que quieres ver en el mundo”.

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