En los primeros días de junio de 2017, con un calor sofocante, se hizo viral la carta de los niños y las niñas de la clase de sexto C del CEIP Pablo VI de Sevilla en la que con una simpatía y elegancia extrema se quejaban del calor en el cole y reivindicaban soluciones. Es la carta de la imagen.
Al leerla me decidí a escribir un artículo breve para intentar poner en el centro del problema su raíz, el calentamiento global debido al cambio climático, sus afecciones socialmente inesperadas y un enfoque de medidas paliativas que a su vez supongan luchar contra el mismo y no incrementar nuestra factura energética fósil o no. En el artículo que más abajo se reproduce pedía una ley, dotada presupuestariamente, de acondicionamiento bioclimático y renovable en los centros educativos públicos andaluces.
Estos días se cumplen dos años de la carta viral, detonante del artículo que fue a su vez el detonante de que por parte de Francisco Javier Fernández, que trabajaba como asesor jurídico en el grupo parlamentario de Podemos Andalucía, se me propusiera elaborar un primer borrador de la citada ley. Poco tardé en hacerlo.
A partir de ahí, se desató un proceso democrático de participación y de ajuste jurídico (AMPA, Escuelas de Calor, sindicatos, colegios profesionales…) que lideró la parlamentaria de Podemos Libertad Benítez y que terminó por afinar la ley hasta el punto de que el informe favorable de los letrados del parlamento andaluz la calificó de “muy novedosa.” El 14 de febrero de 2018, nueve meses después de la carta viral de la clase de sexto C del CEIP Pablo VI, la ley para la mejora de las condiciones térmicas y ambientales de los centros escolares mediante técnicas bioclimáticas y el uso de energías renovables, fue respaldada, además de por el grupo parlamentario impulsor para su toma en consideración, por el PP, Cs e IU. El PSOE se opuso, pero sin votos suficientes para impedir la tramitación de una norma.
Estos mismos días de junio, dos años después, los episodios de calor extremo continúan en los colegios andaluces y el asunto ha saltado a los medios de comunicación estatales. Dos años después el calor se acentúa, los centros afectados son más y la ley, que por el adelanto electoral quedó sin aprobar, sigue dando vueltas por los cajones del gobierno y el parlamento andaluz. Esperemos que haya acuerdos y avance manteniendo sus procedimientos de desarrollo fundamentales y con una adecuada dotación presupuestaria.
El modelo de esta ley, que revoluciona la concepción de las edificaciones públicas paliando los efectos del cambio climático y, luchando al mismo tiempo contra el mismo, es extrapolable al resto de comunidades autónomas y, por supuesto podría tener su paragón con una ley estatal en sinergia con las deseables leyes autonómicas que promuevan la salud y el bienestar ambiental en los todos centros educativos españoles. El calor en Sevilla detonó el asunto pero el bioclimatismo y las energías renovables pueden acometer cualquier problema de confort térmico (calor, frío, humedad, ventilación…) protegiendo la salud humana y la del planeta al mismo tiempo.
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Artículo publicado en Paralelo 36 Andalucía el 5 de junio de 2017 con la ilustración de la carta viral de las niñas y los niños de 6º C del C.E.I.P Pablo VI de Sevilla:
Ha saltado a la opinión pública la carta viral de un grupo de niños y niñas del CEIP Pablo VI de Sevilla en la que piden, casi suplican, que pongan aire acondicionado en su colegio porque están pasando mucha calor y esto les afecta al rendimiento escolar. "Las horas se nos hacen inagotables de tanto sufrimiento", dicen. Y terminan con un simpático destacado, "CON ESTA CALOR NO PODEMOS SACAR MATRÍCULA DE HONOR".
El asunto se ha hecho tan viral que la consejera de Educación, Adelaida García de la Calle, intervino públicamente proponiendo que la solución pasaba por unos toldos, algo más de aislamiento y un poco de sombra. Bien.
El cambio climático está aquí, en Andalucía, quedándose de lleno. Afecta a la productividad agraria, industrial y del resto de sectores económicos, a la salud ciudadana y a la naturaleza, y a muchas más cosas. A la vida en la comunidad escolar, por supuesto.
Los inviernos son cortos, las primaveras y los otoños repentinos e imprevisibles, los veranos lárgamente tediosos. Las épocas y episodios de calor intenso se solapan con el calendario escolar en periodos mucho más largos y con más horas diarias de calor sofocante.
Los niños piden lo que ven, chismes de aire acondicionado, ante la ocultación tecnológica y académica de otras posibilidades menos dañinas al medio ambiente y muchos más eficientes desde el punto de vista energético y económico. Todo el mundo sabe lo que cuesta, yendo a más, pagar la factura de la luz.
Decenios de falta de atención a la calidad constructiva climática de las edificaciones públicas y privadas, decenios de fiar el confort interno y externo de las edificaciones a “parcheos” posteriores con costosos aparatos de aire acondicionado y calefacción que consumen mucha energía fósil, han acabado por cerrar un círculo asfixiante.
Para afrontar el problema en el ámbito educativo, basta mirar primero a nuestra arquitectura popular y vernácula. Siglos de historia constructiva pueden indicarnos multitud de técnicas pasivas (no consumen energía) para mejorar el ambiente interior en las edificaciones. Mirar la historia de la arquitectura popular andaluza en cada zona, ya de mar, ya de sierra, ya urbana ya rural, e indagar y proponer nuevas soluciones con viejas o nuevas técnicas, combinándolas con el uso de energías renovables, para rehabilitar y mejorar la sensación térmica en nuestros centros educativos habría de hacerse ley.
Creo que la comunidad educativa, o sea, todo el mundo, deberíamos reclamar una ley, dotada presupuestariamente, de acondicionamiento bioclimático y renovable en los centros educativos públicos. Afectaría al empleo en el sector de la industria y la construcción, a la innovación tecnológica, a la investigación y, como dicen los niños y niñas del CEIP Pablo VI a no agobiarse y sacar las notas que "tenemos habitualmente".