Un día triste, Rafael

No puedo hablar ni de una cosa ni de la otra. Porque se nos ha ido esta mañana Rafael.

Rafael Iglesias, en una imagen reciente. FOTO: ESTEBAN PÉREZ ABIÓN.

Varios temas me rondaban la cabeza y me inspiraban para escribir en este rinconcito que, cada semana, me acerca a unos, a otros, a vosotros. Me movió por dentro conocer la sentencia de la manada de Manresa, enterarme del infierno que pasó esa niña, saber que la Justicia es incapaz de ampararla y reconocer que el impacto social y mediático que ha generado este caso, tremendamente duro por tratarse además de una menor, no ha sido tan significativo como el ocurrido en Pamplona.

Se me ocurren muchas cosas que decir, además de trasladar que todo esto me provoca indignación, asco, náusea. Sentimientos éstos totalmente opuestos a los que me generó el debate electoral del pasado lunes por la noche. Sí, yo lo vi entero, que ya tiene mérito quitarse horas de sueño para escuchar los dimes y diretes.

Apasionada del análisis político, este encuentro televisivo multipartidista me dejó con el peor sabor de boca posible, el de la apatía, la indiferencia, la desmotivación. Pero, sobre todo, la preocupación, porque no son buenos momentos para la lírica con la sombra amenazante de una nueva crisis económica que nos puede dejar otra vez a todos tiritando, cuando ni siquiera habíamos terminado de levantar cabeza. Y de esto, en nuestro Jerez de la Frontera, sabemos mucho.

En este sentido, las últimas cifras del paro que conocimos ayer, con una alarmante subida que no augura nada bueno, ya que nos acercan al desempleo de octubre del horroroso 2012, nos dan que pensar de cara a qué papeleta de voto vamos a echar en las urnas el próximo domingo. El panorama político no es nada alentador, pero debemos hacernos oír y tomar también nuestra parte de responsabilidad ante la época que se nos avecina. Si no te gusta ninguno, habrá que votar al menos malo.

Pensé, asimismo, en referirme al escalofriante relato de Hamza Elouazzani, un chaval que con 17 años fue el único superviviente del naufragio de una patera en los Caños de Meca hace ahora un año. Las imágenes que describe este joven marroquí en su relato de los hechos pone el pelo de punta y nos traslada una realidad que tiene lugar muy cerquita de nuestras cómodas casas, pero a la que nos cuesta mirar, supongo que para evitar sufrimiento o no hacernos cargo de un problema grave que denota, a fin de cuentas, una importante falta de conciencia. Y es que a uno le cuesta imaginarse la escabrosa polaridad de la playa de Los Caños con muerte de noche y mojitos de día.

También quise comentar algún tema en positivo, como esos gestos de solidaridad que nos llegan al alma, las zambombas que se nos vienen encima o los momentos de disfrute de las familias en el campo, el pasado puente de Todos los Santos, alrededor de un ajo campero y un vasito de mosto.

Pero no. No puedo hablar ni de una cosa ni de la otra. Porque se nos ha ido esta mañana Rafael. El fotógrafo, el del pelo blanco, el de la sonrisa perenne, el gran padre y adorado abuelo. El de una fuerza de espíritu descomunal en los peores momentos. El que retrataba con maestría los caballos pura raza. El que contaba con su cámara, como nadie, la romería de El Rocío. El fotoperiodista que ha revelado, en el cuarto oscuro, una parte importante de la historia del Jerez contemporáneo. El fotógrafo taurino, paulista. El que continuó la estirpe de fotógrafos que empezó con el abuelo Manuel. El de la risa peculiar y contagiosa. El hombre bueno. Mi compañero, Rafael Iglesias. El tío Rafael. Dejas muchos corazones llenos de amor y de ti. Descansa en paz.

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