Todos los poderes económicos españoles, los propietarios únicos del BOE durante todos estos años pasados desde que se abrió la crisis y se modificó el artículo 135 de la CE por acuerdo del PSOE con el PP a las órdenes de Merkel, están empeñados en un pacto de Sánchez con Rivera. Eso debería ser suficiente prueba de cargo como para que todos los votantes progresistas, más o menos de izquierdas, deseemos que no ocurra y por contra pidamos, exijamos, un acuerdo del Sánchez con Unidas Podemos. Un acuerdo que contaría de manera estable con 165 escaños en el congreso facilitando una mayoría de gobierno considerable con acuerdos flexibles con otras fuerzas políticas territoriales.
Que la CEOE, que agrupa a las empresas beneficiarias de las venenosa reformas laborales del pesoe y del pepé, y el Santander, beneficiario del rescate a la banca, de la legislación actual hipotecaria y de vivienda y de la política energética antirenovable, y de la política monetaria del BCE, lideren las voces para que Sánchez gobierne en solitario nombrado presidente del gobierno por Albert Rivera, es prueba suficiente de que el capital pretende gobernar, como ha hecho todos estos años, sin presentarse a las elecciones y torciendo el resultado y sentido mayoritario del voto en España.
En 2015 y 2016 lo consiguieron con el concurso del pesoe susanista, su aliado natural. Mucho más que las propias derechas que toman derivas autoritarias y de limitación de derechos fundamentales y contra las mujeres cada vez que gobiernan. Los poderes económicos españoles adoraban al felipismo y se encontraron con su esperpento: el susanismo. Esos poderes consiguieron hace tres años forzar al pesoe a no pactar con Podemos, pervirtiendo incluso la opinión pública al divulgar pruebas falsa para acusaciones falsas, en los medios de comunicación de su propiedad, casi todos, y posteriormente a abstenerse, con la expulsión de Sánchez de la secretaría general, para que Rajoy siguiese. Es lo que pretenden conseguir ahora, una vez más, pero de otra manera. Por eso presionan para un pacto del PSOE con Ciudadanos y un gobierno de Sánchez en solitario.
Cualquier votante progresista sabe, en Andalucía a la perfección, que una alianza del PSOE con Ciudadanos supone una carnicería en los servicios públicos, un deterioro y un abandono tal que, sumada a la incapacidad programática de cambiar el modelo productivo y reducir las tasas de precariedad laboral, paro, pobreza y desigualdad de las mujeres, abre la puerta al desencanto en el electorado de izquierdas y a la derecha más reaccionaria en el electorado de derechas. Eso es lo que ocurrió en Andalucía el 2D y por eso ahora tenemos aquí, un gobierno muy de derechas apoyado en lo más granado del franquismo sociológico.
Efectivamente el pesoe no es de fiar, ni siquiera ante los suyos que justo por ese motivo la noche electoral gritaban a Sánchez “sí se puede” y “con Rivera no”. Es histórico, lo sabemos, que el pesoe en solitario gana con un discurso de izquierdas y gobierna contentando sistemáticamente a la derecha. Si eso lo hacía en tiempos en los que el crecimiento y el crédito permitía paliar la tendencia del sistema a la desigualdad, en tiempos en que la economía sigue lastrada y en riesgo lo va a hacer con más motivo. No es asunto menor recordar que su historia está llena de casos de puertas giratorias y que le debe millones a la banca.
Pero no es la credibilidad del pesoe lo que debe preocuparnos, sino respetar el sentido mayoritario de los 11.213.684 votos (7.480.755 del PSOE + 3.732.929 de UP) que sumados a otros de opciones demócratas, progresistas y de izquierdas territorializadas, desean un gobierno estable que garantice cambios que no sean maquillaje, en políticas sociales, en salario mínimo, en pensiones, en modelo productivo y energético, en igualdad de género y contra la violencia machista, en justicia fiscal y política de vivienda y, no menos importante, en asuntos territoriales.
Esos mas de quince millones de votos (incluyo todo el espectro plurinacional) han derrotado por este orden a la derecha más reaccionaria, que amenazaba con una profunda involución democrática, al propio pesoe susanista, los resultados en Andalucía son demoledores comparados con los que obtuvo Susana Díaz en diciembre pasado, y, no menos importante, al discurso de la monarquía del 3 de octubre de 2017. Hay una mayoría que cree en una España democrática, progresista y plurinacional. Esa es la lectura del 28A y esos son los intereses mayoritarios a los que una fuerza política que busque la mejora de la vida y la felicidad de la mayoría debería servir. Encarrilar España en esa dirección no puede hacerse dejando al PSOE a su libre albedrío, porque, como sabemos por experiencia, no tardará en poner su libre albedrío al servicio del poder fáctico.
Jugar desde Andalucía a entorpecer la estrategia de Unidas Podemos para negociar un programa de gobierno de coalición, nos recuerda a aquella izquierda Unida que se hundió durante los años noventa del siglo pasado por no querer entrar, en su momento álgido, en un gobierno con el PSOE andaluz, con la expectativa de sorpasarlo en algún hipotético escenario, acabando condenada a llevar por decenios la piedra de la acusación de la pinza (aliada de la derecha contra el socialismo). La estrategia fue tan fallida como que condenó a la izquierda andaluza, consiguientemente la española, a ser permanentemente subalterna del pesoe en todas las instituciones. Una izquierda que lo más que alcanzó en el Congreso fueron 21 escaños frente a los 42 con que cuenta en este momento Unidas Podemos.
Aunque sea tema menor, imaginemos que Jose María González, Kichi, actual alcalde de Cádiz, revalida el 26 de mayo su mayoría y necesita los votos del pesoe y este le dice que sí pero con programa de gobierno y concejales. ¿Qué hará? ¿Decir que no porque el PSOE andaluz es malo y sus votos cargados de culpa histórica y así dejar que Cádiz sea gobernado por las derechas? La pregunta se responde con facilidad. Nunca cuanto pero mejor, y entre el todo y la nada hay muchos estados cuánticos, eso es lo que siempre piensa la mayoría de la gente que para nada le interesan las cosillas internas de los partidos ni las expectativas de todo o nada de algunos grupos dentro de los mismos.
Concluyendo, si se deja gobernar al pesoe en solitario no tardará en pactar leyes con las derechas (Casado ya ha formulado esa idea y Rivera lo hará sin duda) y en llevar al congreso las propias sobre las que no habrá fuerza para negociar mejoras ante la acusación a Unidas Podemos de pinza con la derecha si no las apoya incondicionalmente. Quienes conservamos la memoria lo sabemos, esto ocurrirá si no se forma cogobierno de Unidas Podemos con el PSOE de Sánchez sustentado en un programa de cambio social, feminista y ecologista. Las más de cuatro millones de votos que suman los de UP con otras fuerzas de cambio y que no están en el PSOE merecen proyecto, programa y garantías de avances, para ello es necesario ir más allá de intentar condicionar el poder, hay que tenerlo. Se puede, con los resultados electorales, la opinión pública y la militancia del PSOE a favor, vaya que sí se puede. Entorpecer este intento es, cuanto menos una inoportuna irresponsabilidad.