El pasado 7 de enero los representantes legítimos del pueblo español decidimos, por mayoría simple, otorgar la confianza del Congreso de los Diputados a Pedro Sánchez Pérez-Castejón para que asuma la presidencia del Gobierno de España.
Como diputada siento la necesidad y la responsabilidad de expresar públicamente algunas reflexiones y sensaciones sobre este hecho trascendente para nuestro país.
En primer lugar, quisiera recordar que este hito democrático de la historia de nuestra nación hunde sus raíces en un texto que considero de fundamental lectura: la Constitución española.
Todos los días vemos en el debate político y público la palabra Constitución en boca de políticos de todo signo, y en boca de periodistas y analistas de toda orientación ideológica. Sin duda alguna, nuestra Constitución sigue de moda. Como mujer que nació tras la muerte del dictador, considero un éxito que nuestro texto constitucional siga tan vivo y sea fuente de tantos argumentarios. Invito al lector a que repasemos juntos algunos de sus artículos.
La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. No lo digo yo, lo dice el artículo 1.2 de la Constitución. De la misma forma que el artículo 66.1 establece que las Cortes Generales representan al pueblo español y están formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado.
Estas líneas de nuestra Constitución vertebran, de forma definitiva, el eje de todo nuestro sistema jurídico-político: el pueblo es el soberano, el pueblo decide, el pueblo "manda", y elige democráticamente, en elecciones a Cortes, a sus legítimos representantes, a sus congresistas y senadores. Y nosotros, los congresistas y senadores los representamos investidos de su confianza. De la misma forma, y en representación del pueblo, a quienes nos debemos, elegimos de forma libre y democrática al presidente del Gobierno de España.
Parece sencillo de entender, ¿verdad? A este sencillo juego de pesos y contrapesos, de legitimidades, elecciones y otorgamientos de confianza lo definimos a menudo con una palabra sencilla que todo el mundo entiende: democracia.
Me resulta doloroso, como congresista, que estos pilares fundamentales de nuestro sistema político sean erosionados por quienes no aceptan haber sido rechazados por la mayoría del pueblo español -recordemos, los soberanos-. Quienes no han conseguido merecer la confianza del pueblo no debería cuestionar lo que el pueblo ha decidido. El pueblo habla, se expresa, decide, elige, y su voluntad se manifiesta. Este es el sagrado juego de la legitimidad política, base y fundamento de todo en lo que los demócratas creemos.
Ninguna presión, ninguna amenaza, ningún intento de soborno, ningún tamayazo, ningún inútil esfuerzo de quienes no creen en el sistema democrático, tendrá jamás éxito en esta interminable carrera de fondo que es la Democracia. Muchos antes que yo, muchos antes que todos nosotros, han luchado e incluso entregado la vida por defender estos principios, que son los míos, los de esta humilde diputada. Que son los de mis electores. Que son los del pueblo de España -recordemos, el soberano-. Por estas ideas, que merecen ser defendidas, y por quienes las defendieron en el pasado, deseo comunicarles que jamás cederé ante una amenaza, presión o incitación al transfuguismo. Quienes hayan osado ejercer dicha estéril presión no conocen la pasta de la que estamos hechos los socialistas. 140 años de historia nos avalan.
Pero no solo erosionan la democracia quienes tratan de coaccionar a los diputados. También, y son los mismos, la erosionan cuando cuestionan la legitimidad del nuevo Gobierno de España. Y se equivocan, no solo por su irresponsabilidad institucional y su contribución decisiva al deterioro del sistema, sino además también porque, con su actitud, alejan de forma definitiva toda estima que el pueblo español -recordemos, los soberanos- puedan tener por sus opciones políticas.
Porque la mayoría social está sencillamente agotada, hastiada, de tanto rencor y trifulca política. Lo que la gente quiere es vivir en paz, tener un presente digno, en lo material y en lo social, mejores pensiones, mejores empleos, mejor sanidad, mejor educación, mejor vivienda, un futuro mejor para sus familias, para sus hijos. Es eso lo que ha elegido legítimamente el pueblo español -recordemos, el soberano-. Y es por eso por lo que esta humilde diputada ha otorgado legítimamente su confianza al presidente del Gobierno de España.
Así de democrático. Así de legítimo. Así de sencillo.