Desde siempre ha habido gente con una marcha menos en lo que a velocidad mental se refiere, es verdad que esta capacidad ha sido en gran modo acaparada por los monarcas. Los primeros en mostrar este retraso, fueron los reyes de oriente, quienes tardaron más de diez días en visitar al recién nacido Jesús, y estos eran magos, lo cual no deja en buen lugar al resto de soberanos. Así, estos personajes todopoderosos acapararon el papel de estultos hasta la aparición de la caja tonta, que le dio el poder a cualquiera de demostrar su falta de capacidad para razonar, sobre todo cuando el cabreo les hace insultar alguien que nunca conocerá la existencia del ofendido.
Hasta aquí todo funcionaba normal, teníamos un flemático mental en el gobierno de la nación y a otro pegando voces a una televisión. Ninguno de los dos tenía capacidad para influir lo más mínimo en la cultura. Sin embargo, llegaron las redes sociales, un canal por el que el segundo tiene capacidad de influir directamente en los demás, llegando a convertirse en líder de unas masas más mediocres que nunca. Todo a través de un contenido neutro y vacío.
Como se ha dicho al comenzar, siempre ha habido gente que ha aportado menos a la cultura. Podían tener poder, pero no influencia en el desarrollo de la inteligencia. Pero en el siglo XXI sí. Una mujer cuyo único trabajo es mostrar al mundo su forma de maquillarse o su casa, escribe libros, y se convierte en referente de una generación. El cambio es tan grande que no sólo afecta a los que quieren ser influencers, sino también al resto de culturas que no son de masas.
En cierto modo no es sólo culpa de las redes sociales, todo puede tener su punto de origen en el Plan Bolonia. En 1999, Europa firma un tratado en el que la educación se intenta adaptar a los nuevos tiempos posmodernos que venían, es decir, para qué saber sobre literatura, historia o filosofía, cuando eso puede ser buscado en las incipientes nuevas tecnologías. Por ello, se desarrolló un plan para crear ciudadanos que fueran más productivos, restándole importancia a las ciencias sociales. Lo que viene a ser una fábrica de analfabetos funcionales. De este modo, en 2019, la sociedad con mayor capacidad para tener información, es la sociedad con menos capacidad para procesarla.
Según un informe de Reuters, en el año 2016, un 60% de la población se informaba a traves de Twitter u otras redes. Más de la mitad de los ciudadanos españoles cimientan su conocimiento en un máximo de 280 caracteres. En ese espacio es difícil desarrollar una idea, a consecuencia de ello, las ideas más baladíes, se convierten en ideologías.
El sistema se mediocratiza a causa de la cultura posmoderna, y su cómplice económico, el capitalismo, se frota las manos. Cuando la cultura es más básica, un mayor número de gente tiene acceso a ella. Así, la ópera prima de Jorge Javier Vázquez ha sido leída por 300.000 mil personas, multiplicando por tres cualquier obra de Pérez Reverte. No es sólo que este le triplique en ventas, sino que mientras estamos entiendo a Reverte, el tertuliano ya está generando beneficio a través de un programa igual de vacío que su libro.
Es el precio que tiene maximizar los beneficios, se pierde lo educacional en favor del entretenimiento. Aunque no sólo se pierde lo relacionado con el conocimiento. Esta banalización hace que la clase trabajadora pierda cualquier referente cultural que critique las desigualdades, de modo que habrá más gente en una quedada para cazar pokemon, que manifestándose por una educación pública digna.
Todo lo explicado anteriormente es una teoría general que puede ser extrapolada al templo del ingenio y el humor, el Gran Teatro Falla. En este espacio durante décadas, el público era soberano y a través de su gracia decidía si le gustaba o no lo que se exponía. Cuando no gustaba, tenían capacidad de reírse de la forma más políticamente incorrecta de los que estaban sobre las tablas. Por el contrario cuando la ironía y el doble sentido de una chirigota les dejaba con el chiste en la sonrisa y en la mente, tenían potestad para demostrar que ese era el camino a seguir.
Pero todo lo que afectaba a la cultura de masas, también afecta al carnaval y resto de culturas que estaban a otro nivel. Ya casi no hay chirigotas que intenten hacer reír desde el comienzo hasta el final, ahora se llevan las comparsas, que hacen a la gente llorar, pero no pensar. Además desde el público ya no se va disfrazado, ni se va a disfrutar del espectáculo más contestatario del sur de Europa, ahora se va a un acto social diferencial, como la ópera, sin darnos cuenta de que esta es mas para los monarcas, y el falla para los vasallos.
Ejemplo de cómo la sociedad está cambiando es el mapa introducido a continuación. En él se ve como la influencer Dulceida tiene mayor número de búsquedas que Juan Carlos Aragón en toda España, incluso en Andalucía.
Como muestra simbólica del cambio de paradigma y situación hacía la que nos encaminamos se puede observar lo acontecido cuando se apagó la guitarra de Juan Carlos Aragón, uno de los mayores literatos, músicos, poetas y filósofos que ha visto la ciudad más antigua de occidente, y se encendía la luz de Eurovisión en Israel. Que cada uno saque sus conclusiones, si es que puede.