Nos duele. Vuelve a llegar el primero de mayo y las calles de nuestras ciudades se llenan de conciudadanos que con tostada y café en mano observan desde una terraza con recelo la marcha del Día Internacional del Trabajo.
Nos duele. Vuelve a llegar el primero de mayo y las calles de nuestras ciudades se llenan de conciudadanos que con tostada y café en mano observan desde una terraza con recelo la marcha del Día Internacional del Trabajo. "¡Mira a estos!". La nueva realidad que caracteriza a la era posfordista adormece a aquellos que disfrutan —¡cada año menos!— de los derechos laborales y la situación socioeconómica que con la lucha sindical se consiguieron en el pasado. A lo mejor hasta uno de ellos pertenece a uno de los sindicatos mayoritarios que hoy operan como centrales de servicios. ¡Qué paradoja! El capitalismo juega bien sus cartas: el trabajador, pensionista, precario, parado o estudiante del siglo XXI debe creer que es un afortunado. Una 'vocecita' asiente y les acompaña en cada una de sus dudas: "¡No te quejes que podría ser mucho peor!"
Pero el éxito de este tipo de pensamientos colectivos que fracturan la unidad de los trabajadores no sólo es producto de la estrategia del capital. El sindicalismo debe hacer frente a la situación que vivimos adaptando sus estructuras y sus métodos a la nueva realidad laboral. Y es un reto que, en líneas generales, no se ha conseguido. La reconversión industrial acabó con la mayoría de las factorías y de los centros de trabajo clásico en Occidente. La desconexión del trabajador precario de la era posfordista con sus compañeros de gremio es un completo éxito para la patronal: los quieren callados y separados. Y aquellos que han conseguido agruparse son atacados sin impunidad con el objetivo de que no lleguen a más.
¡¿Qué hacemos?!, nos volvemos a preguntar otro año más mientras enarbolamos nuestras banderas en el momento que nos cruzamos con una segunda movilización paralela convocada para el mismo primero de mayo en la misma ciudad en la que participamos. Un pajarito se nos acerca y nos susurra: "¿Unidad?... ¡Si es que siempre estáis con lo mismo!".
Trabajadores del mundo, uníos.
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