Con las elecciones europeas como telón de fondo, el uso publicitario de las herramientas se está convirtiendo en tendencia nefasta. Llega Milei con una motosierra y todo indica que talará los derechos de la gente, Abascal se sube a un tractor y nos promete arrasar con todo lo que se asemeje a un pensamiento. No sé si el ultraconservador chileno Kast se habrá traído el yunke para aplastar las manos de la democracia o qué clase de herramienta se habrá traído de Portugal el presidente de Chega para corromper vidas y razones. Descuiden que estos son de los que cumplen sus amenazas a poco que les dejemos.
Así que un precepto de seguridad democrática debería ser “no dejar nunca las herramientas al alcance de los sociópatas narcisistas”.
No nos engañemos, la puesta en escena de la derecha nos está dando bastantes pistas del abismo social al que nos quieren llevar.
Se trajeron a Milei como muestra de lo que entienden por democracia y patriotismo. Es el ejemplo de mercachifle que ha puesto en venta y baratillo a su propio país, todo lo que su país pueda tener de bien común. Para él la justicia social y lo público son una aberración, vaya casualidad, igual que para Ayuso.
Su política internacional es la negación del derecho internacional humanitario y sustituirlo por el derecho de conquista y la ley del más fuerte. En plena masacre del pueblo palestino por parte del gobierno de Israel, Abascal corre a rendir pleitesía al genocida Netanyahu. Su opción es apoyar a los señores de la guerra, medrar sobre la destrucción y negar el refugio a las víctimas despojadas.
Su programa consiste básicamente en destruir, abolir los derechos laborales, sustituir el derecho internacional por el derecho de conquista, expoliar el planeta a mayor gloria de los especuladores, despojar a las mujeres del poder de decisión sobre nuestros propios cuerpos, penalizar la autodeterminación sexual, pervertir la palabra libertad hasta reducirla a un lujo para ricos y, si acaso, en una cervecita para pobres. Su libertad es una motosierra para convertir nuestros derechos en viruta, nuestras necesidades en negocio.
Hemos estado tan entretenidos con las astracanadas del circo de la derecha que se nos está pasando la oportunidad de pensar en qué es exactamente lo que nos jugamos en las elecciones. Y lo que nos jugamos es la convivencia en paz, los avances sociales, los derechos laborales y el modelo de desarrollo, el rumbo hacia la Europa que queremos para nuestro país y para el mundo.
En el fondo hay siempre una elección crucial que es entre el miedo que nos paraliza y la esperanza que nos mueve.
Pero no se trata solamente del miedo, el caladero de votos de la extrema derecha se ceba en hurgar nuestras pequeñas miserias cotidianas y retorcerlas como un garabato de programa político. Es la derecha turbia que se alimenta de frustraciones y abona resentimientos, es la que se propone confinar nuestras mentes en su patria mezquina y excluyente.
Mientras que desde la izquierda se apela a la esperanza y a todo aquello que tenemos de solidaridad, de comunitario y de reparador de la injusticia, la derecha suele usar la herramienta del miedo y la ira lo que, a corto plazo es un peligro, a medio plazo es un suicidio y no deja lugar al largo plazo.
Pero podemos elegir y debemos hacerlo. El voto es una gran herramienta democrática para plantarle cara a esa propuesta demencial y ganar el rumbo hacia la democracia. No basta con preguntarnos qué Europa nos espera. No nos espera. Europa será lo que queramos, será como la construyamos. Será el abrigo de la gente común, el espacio para los derechos humanos o un páramo en el que cabalgan y arrasan los lugartenientes del miedo en beneficio de los poderosos. Será un harapo moral deshilachado y mal cosido o será un tapiz bien tejido con la suma de lo mejor que tenemos y esperamos.