De lo figurativo a la abstracción realizando incisiones lineales como preparación del vacío final. Así se puede resumir el desarrollo de la escultura en Jorge Oteiza. Ese vacío lo delimitaba mediante la yuxtaposición de planos (cajas vacías). Un vacío definitivo porque la creación artística no le satisfacía por sí misma. El artista como sujeto político debe abandonar cuando ha cumplido. Todo pertenece a la unidad y todo responde ante la unidad. Pero ¿Qué es la unidad? Quizás… el vacío. Oteiza había creado en 1958 el vacío vasco y a partir de entonces, anunciaba su dedicación a otras formas artísticas.
Los crómlech son esas construcciones circulares del Neolítico que se encuentran por el arco atlántico europeo. Fueron erigidas también en Euskal Herria, y Oteiza aprovechó en su Quousquen tandem…! Ensayo de interpretación del alma vasca (1963) para vincular el espacio vacío de sus obras con el alma vasca prehistórica que habitaba todavía entre esos pedruscos. El vasco un existencialista de toda la vida. La Arqueología ha aportado sus conclusiones sobre esos crómlech. Pero si el conflictivo escultor no se conformaba con su oficio, menos lo iba a hacer ahora con la objetividad científica. Ahí su fina capacidad estética podía reinterpretar y adentrarse en espacios vetados a la mentalidad deductiva. No en muchos más. El lingüista Mitxelena decía de Oteiza que hacía algo curioso porque parecía conocer el euskera pero en realidad no tenía ni idea.
Buscar el origen para enderezar el presente es legítimo. Hay que recordar que románticos, socialistas, falangistas entre otros muchos clasistas o racistas manosearon el origen para sus intereses. Oteiza inspiró a los de la ETA de la V asamblea de 1967. Otro caso del hombre nuevo, ahora socialista y euskaldún. Es legítimo investigar el origen digo pero también tiene algo de impúdico.
El vacío de Oteiza es un espacio recogido donde el individuo, no la comunidad, reflexiona sobre su existir. Vacío de emblemas y pintadas. Aislados de voces y de ruidos. No se sabe si Oteiza quiso barrer todo el pasado para dar al nuevo euskaldún un futuro raso o simplemente representaba al sujeto moderno desamparado, bajo las dimensiones enormes e infatigables de la globalización atea y capitalista, un tipo que busca un lugar acogedor donde establecerse. En cualquier caso, esto es sólo un concepto. Su vida estuvo nutrida de profundas contradicciones, como toda sociedad, también y sobre todo la vasca.