Si hacemos memoria desde que en 2014 irrumpió Podemos en el escenario político, de lo difícil que ha sido llegar al gobierno, de las veces que miles de personas han votado internamente para tomar decisiones relevantes, de los montones de veces que sus líderes han salido a apoyar a campo abierto a aliadas y aliados de otros partidos, o de otras corrientes internas, que estaban siendo vilipendiados y perseguidos, sin ser correspondidos a la inversa, si repasamos el catálogo de disidencias que podrían haber tenido la paciencia para gestionarlas internamente; si recordamos los momentos en que quienes hubiesen dejado pasar al PSOE con Ciudadanos, o quienes se negaban a entrar en un gobierno con el PSOE, han sido utilizados por enemigos políticos de gran tamaño, no podemos más que alegrarnos de lo logrado por Podemos.
Si tuviese que adjetivar las virtudes de Podemos, serían la valentía, la inteligencia, la democracia y la generosidad. Hace falta mucha valentía y mucha inteligencia para avanzar cercados por el odio, acosados por el poder judicial, tiroteados por mercenarios periodísticos, y con toda la estructura del poder heredero del franquismo en contra. Hace falta mucha convicción de democrática para llevar a consulta a las personas inscritas tanto para la elección de modelos y cargos como para la definición de estratégicas o toma de decisiones relevantes, yo no la había visto nunca. Hace falta mucha generosidad para que quienes vencían en los procesos internos no liquidaran a los perdedores. Basta recordar la salida para Madrid que se le dio a Errejón o la capacidad de liderazgo que mantuvo en Andalucía Teresa Rodríguez, a pesar de estar en contra de entrar al gobierno. Nunca se les señaló la puerta de salida, se fueron.
Esas virtudes políticas dignifican a Podemos al acordar con Sumar un pacto electoral para el 23 de julio. Un pacto en el que no es posible olvidar el veto a Irene Montero, la desaparición de las listas de Rafa Mayoral y Pablo Echenique, el boicot planteado por Compromís en la Comunitat Valenciana, o la relegación a puestos de segunda en Madrid o Barcelona de mujeres tan relevantes como Ione Belarra o Lilith Vestringe.
Valentía, inteligencia, democracia y generosidad para intentar reeditar un nuevo gobierno de coalición que impida que la ultraderecha gobierne retrocediendo en todo lo conseguido. Para no lanzar las naves del partido, con las más de cincuenta mil personas que votaron apoyando la decisión que tomase el consejo de coordinación, contra los acantilados. Valentía, inteligencia, democracia y generosidad para poner por delante los intereses de las mayorías sociales a los intereses personales, para seguir pensando un proyecto republicano, plurinacional y feminista, agarrado a la territorialidad, no subalterno de los límites que el PSOE marca a los avances democráticos. Valentía, inteligencia, democracia y generosidad para limitar el daño contra el movimiento político de izquierdas más determinante que tiene España.
Lo dicho, más vale un mal acuerdo que una buena guerra.