Verano del 24. Symposium de arte: ¿cena u orgía?

Estamos en una sociedad demasiado atenta a la corrección y jugamos, de vez en cuando, solo jugamos y solo de vez en cuando, a atrevernos, pero poco, a salirnos de la plantilla

Fotograma de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos.

Los Juegos Olímpicos de París parecen ya convertidos en un gran symposium de arte donde, por fin, se discute con una cierta vehemencia, algo raro en estos tiempos de 'mano-de-pescao'. Se trataría del Festin des Dieux, de Jan Harmensz van Bijlert, 1635, y no de La última cena, para muchos de los discutidores la de Leonardo da Vinci.

Los veranos estuvieron siempre dedicados a universidades de verano, o veraneo, y algunos congresos y simposios, de suerte que se pudieron siempre combinar con algo de jarana: vamos, como en este de ahora. Lo curioso en este caso, como en otros, es que a pesar de que a nullam sit confessio ex test, 'a confesión de parte, relevo de prueba', sigue la discusión sin siquiera considerar que los organizadores de los Juegos Olímpicos de París salieron a pedir disculpas ayer, lo más tarde, con la confesión de que se trataba de la última cena de Jesús.

Las inercias de las redes antisociales harán que tengamos temita para rato, y llama la atención de lo poco atentas que están a las noticias de verdad. Aunque quizá sea que haya dicharacheros en la red que no pueden aceptar que sí se tratara de la famosa cena o que con tal de que el asunto del puente parisino pase no importa falsificar la fuente de inspiración confesada. Es posible incluso que el puente cambie de nombre y sea llamado en adelante 'Puente de La última cena', o 'del Festín de los dioses'. Todo en francés, naturalmente.

Pero más inercia lleva la marea. Yo me hubiera esperado, la verdad, que cuando Nadal le tomó la antorcha a Zidane, el mallorquín se iría a la Torre Eiffel y una cañería de gas hubiera convertido a la famosa torre en el pebetero. Pero no, había que hacerlo largo después de que ya duraba siglos el asunto de la apertura y a los bateaux-mouches ni siquiera los habían decorado mitológicamente como si fueran los Narrenschiffe, Las naves de los locos, de cuando el Carnaval medieval de París, todos llenos de menciones mitológicas y alegóricas. No hubieran tenido que salir a pedir perdón por lo del puente.

El París tan celebrado por conocer y presentar durante la celebración de apertura la historia de Francia, parece que olvidó que 'París bien vale una misa', según se le atribuye a Enrique III, de Navarra, o su noche de San Bartolomé. Parece que se atrevieron, pero las consecuencias de lo que ellos mismos hicieron les asustaron luego. ¿Por qué? ¿No es que el arte debe ser provocador?

Estamos en una sociedad demasiado atenta a la corrección y jugamos, de vez en cuando, solo jugamos y solo de vez en cuando, a atrevernos, pero poco, a salirnos de la plantilla. Es el problema de la falta de contornos de eso que se conoce como las fuerzas progresistas, que enseguida pierden sus perfiles y se acomodan a la conformidad derechosa. Al final, agua para el molino de las derechonas. En el fondo, es como si hubiera una verdad indiscutible que se discute un poco, pero para que solo lo parezca. Si en verdad era un problema de respeto, ¿a nadie se le ocurrió, antes, que en verano uno se va a la piscina o a la playa, o al bosque o al río, y nada más? Los Juegos Olímpicos, que por supuesto ya pasaron a la historia de la Humanidad, parecen situar en igualdad de situación a Ucrania y a Israel. Mejor que siga la charla parlera sobre si era Da Vinci o van Bijlert.

Por lo demás, se bailó bajo la lluvia más que en Hollywood y nadie que no estuviera sentado en el sofá de su casa delante de la tele pudo haber seguido la ceremonia: acá también hubo deslocalización. La tele se impuso como la única posibilidad de ver qué pasaba, cómo pasaba y dónde pasaba. Me pregunto si tuvo sentido estar sentado en una tribuna si ocurrían tantas cosas tan lejos de todo y de todos. ¿O esperaban los organizadores que la gente estuviera a cielo abierto mirando su celular todo el tiempo?

¿Quedarán las aguas del Sena libres para ser nadadas por quien quiera nadarlas, una vez que se apague la llama del fuego olímpico y siga habiendo verano? En otoño se inaugurará Notre Dame y calculo que habrá una cabalgata o procesión que unirá todas las iglesias antiguas del centro de París, aunque en este caso sería más sencillo, seguramente: bastaría con que suenen las campanas de todos los templos y que la gente esté avisada de que no se trata de un incendio.