La semana pasada, en estas mismas páginas, os comenté algo sobre el fallecimiento de la reina de Inglaterra –y demás territorios del llamado Reino Unido, más aquellos Estados que fueron objeto de colonización–. Os comenté mi impresión sobre la desmesura de toda la parafernalia derivada de este fallecimiento –no por ser reina sino por la desmesura–, al punto que resultó hasta cómico –y cateto– como en nuestro país algunas comunidades autónomas, incluida la nuestra, Andalucía, decretaba con urgencia y sobreactuación, días de luto por doquier en homenaje a la Windsor. Pues bien, de esa columna ha pasado una semana, y de la muerte de Isabel de Inglaterra pues la friolera de diez días; y digo friolera porque después de tantos días a la señora aún no la han enterrado, es más, la han tenido dando vueltas por la isla como si fuera la antorcha olímpica y en cada fin de etapa una exposición pública de su féretro para que miles de personas se asegurasen de que efectivamente era ella la de la caja, la cuestión es que, por lo que he visto, la caja está cerrada, así que de momento aún queda la posibilidad que God Save the Queen. ¡Diez días de funeral! Después hablan de las bodas gitanas. En España fueron más transparentes cuando después de cuarenta años en el machito, Franco se murió; aquí lo pusieron cuerpo presente y miles de ciudadanos, bien directamente o por la tele, pudieron comprobar aliviados que "Paca la culona" estaba muerto, no había riesgo.
A Isabel tanto paseo y placeo no sé si le hubiera gustado mucho –hasta el lunes no la entierran–, es posible que sí, teniendo en cuenta que es de suponer que ella misma planificara sus funerales, tiempo ha tenido desde luego. Al que seguro que no le ha gustado tanta tralla ha sido al nuevo monarca, Carlos III, que el hombre con la que lleva en lo alto –tanto llenarse las manos de tinta de firmar es estresante, y no veas la de discursos que ha tenido que dar–, de hecho según han contado y yo he escuchado en la radio, –palabrita de niño Jesús que es en serio–, que solicitó el pasado viernes un día de asuntos propios, que estaba hecho trizas de estar de pie tanto rato, que tenía una tendinitis en la mano de firmar del copón y que tanto viajar, tanto trabajo no puede ser. El caso es que se cogió el viernes libre –aunque siendo el rey me imagino que no habrá tenido que dar muchas explicaciones– y ha hecho como todos los funcionarios del mundo, pegársela gorda en su casa, estirando las piernas, supongo que viendo series en la tele y comprando bolígrafos que no suelten tinta. Mal empieza. Yo recuerdo que cuando accedí a la función pública tardé más de un año en atreverme en pedir “moscosos”, me daba cosa acabado de entrar, pero a Carlos III la cosita le ha durado una semana, apenas ha comenzado a trabajar y ya está de permiso y espera que no coja una baja o pida la paguita, que en el caso del rey tiene que ser gorda. Para que vean que en todos los sitios cuecen habas.
El lunes es el gran día, el entierro, se acabó tanto paseo y desfile que parecía la virgen del Rocío visitando las casas de hermandad. En las familias bien, y no digamos en los nobles, reyes, reinas y demás, no se estila eso de la incineración por lo que Carlos III no va a tener que poner en el aparador de su salita el bote con las cenizas de la madre, por ahí va a salir ganando. A partir del lunes, sin complejos, se merece después de tanto trabajo, el niño, perdón el rey, un descansito, unas vacaciones, que ha tenido un final de verano muy agitado. ¿Qué os jugáis a que después de haber cogido el día de asuntos propios del sábado se embala y coge el puente del Rosario y en correspondencia a la gran acogida de la muerte en España con sus días de luto y todo, y coge el puente del Pilar? ¿Qué no? Como que ya los habrá solicitado.
Estas cuestiones monárquicas tienen sus propias leyes, protocolos y rutinas históricas, en España, por ejemplo hay que remontarse muy atrás para saber cómo es un entierro de un rey, aquí lo normal es que llegado el momento cojan las de villadiego y salgan por patas después de escándalos y depravaciones varias. En Inglaterra, tampoco son muy duchos después de setenta años con Isabel en el trono. En definitiva, es de esperar que el lunes terminen los fastos y como apareció en una fachada en aquellas tierras en estos días: God save the people.