En estos días que median entre un artículo y el siguiente, de domingo a domingo, había estado pensado en escribir para hoy −ya pasadas las elecciones municipales y con los Ayuntamientos recién constituidos− una especie de resumen de balance de costes, de valoración de cómo queda el paisaje, los pactos, las traiciones, la conformación de ese bloque de derecha que en la provincia constituyen PP, Vox y AxSí, el cómo lloran las huestes de la izquierda por tanto despojo, el PSOE muy limitado en poder institucional y con poca energía y pocas ganas, y el batiburrillo de la “otra izquierda” haciéndose burlas unas a otras −hace dos o tres semanas escribí con el título Podemos en Cádiz es un crustáceo en el que señalaba lo poco seria de la postura de la organización morada al presentar lista en la ciudad de Cádiz, pudiendo ocasionar, como al final fue, un gobierno de la derecha.
Trabajaban para la derecha y no lo sabían, como los cangrejos que son crustáceos, pero no lo saben. Ahora para las generales ocurre casi al contrario, los antiguos “anticapis”, hoy Adelante Andalucía, le dan la vuelta a la noria y se convierten en esforzados “trabajadores” de la derecha presentando lista en la provincia con la esperanza de “llevar la voz de Andalucía al Congreso de Diputados”, una especie de CUP pero con traje de faralaes. Son crustáceos, pero no lo saben−.
En definitiva, os iba a dar la lata sobre las obsesiones de un mediocre opinador. Lo que pasa es que por medio −por medio de la semana− se nos ha cruzado una noticia que para mí es de importancia histórica: la muerte de Silvio Berlusconi. Y me dirán ustedes que ¡bah! es importante, pero para los italianos. Error. Si por algo es importante en la historia global este singular personaje es porque si hoy hablamos de populismo de derechas, de marcos lingüísticos y de pensamiento simples, de falta de decoro en la actitud pública de los gobernantes, de desvergüenza y falta de complejos para expresar las políticas más absurdas, en definitiva, lo que hoy tenemos a la orden del día, no es producto, en su origen, de nombres como Donald Trump, Meloni, Le Pen, Orbán, Abascal…con Silvio empezó todo. Y es Italia, que es el país que históricamente −y eso que es un país nuevo con poco mas de ciento cincuenta años− marca la experimentación política en Europa.
Fueron originales hasta para inventar el fascismo, al que copiaron y adaptaron Hitler, Primo de Rivera…inventaron la Democracia Cristiana para impedir gobiernos de izquierdas. Su tendencia se convierte en tendencia a lo largo de nuestro mapa. Con él, la derecha encontró un espacio cómodo: descubrieron que a pesar de aquello de “es la economía, estúpido” parecía lo más adecuado, ellos supieron con Silvio que la gente votaba, incluso, en contra de sus intereses, todos querían ser como él y se le perdonaba todo porque todos le admiraban. Es otra cosa, estúpido, pero no la economía, por lo menos en estos tiempos. Y eso lo vio Berlusconi antes que nadie.
Aquí, en España, la derechita cobarde y la derechita ignorante −términos que ellos mismos se ofrecen− lo tienen claro, el modelo es el italiano, como siempre y hacia ello vamos. Da igual que la economía vaya bien, más empleo que nunca, que hayan subido los salarios, que las pensiones suban como es debido, da igual todo eso porque no se vota por el interés, se votan emociones y se vota sin más argumentación que la que le ofrecen los medios de comunicación: “¡Sánchez pacta con Bildu!” mal. ¡el PP, la derechita cobarde, pacta con Bildu!, como viene sucediendo habitualmente en el Parlamento Vasco…ni se menciona. El control de los medios, el control del relato, el ignorar los intereses de clase, el mensaje simplón y poco elaborado…todo eso comenzó con Silvio.