No quisiera dejar pasar el 30 aniversario de la puesta en marcha en España del primer trayecto del tren de alta velocidad, el AVE, entre Sevilla y Madrid. Fue el 21 de abril de 1992. La Exposición Universal en Sevilla acababa de inaugurarse apenas un día antes y vivíamos un momento de esplendor inversor que definitivamente iba a poner a España en general y Andalucía en particular en la senda del desarrollo y progreso.
No hace falta, entiendo, que explique con mucho detalle lo que supusieron los tres eventos que posibilitaron esa explosión que se vivió como país. Nos metimos en la modernidad. La celebración del quinto centenario del descubrimiento de América, la Expo de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona. Cada uno por sí mismo, y todos en conjunto, fueron la culminación de una estrategia diseñada para poner a España en el mapa de los países desarrollados y nos mostrábamos ante el mundo como capaces de organizarnos de manera sobresaliente para afrontar los retos del mundo moderno. Para todo ello hubo que afrontar una importante inversión para crear, renovar y construir todo tipo de infraestructuras.
La puesta en marcha del AVE no estuvo exenta de polémica. Lo que casi todo el mundo veía como una apuesta decidida por la modernización del país, la oposición en ese momento al gobierno de Felipe González, hizo también esa oposición a la idea del nuevo tren. “El rapidillo de Triana” lo denominaba Javier Arenas para mofarse de la intención del gobierno. El hecho de que esta primera infraestructura ferroviaria de alta velocidad en España tuviera como nodo principal a Sevilla, es decir Andalucía, era visto con desconfianza por las élites económicas del país. La derecha normalmente siempre se ha opuesto a cualquier progreso, a cualquier avance; se ha opuesto a todo lo que desconocen, a todo lo que suponga una apuesta estratégica pensada para el común de la ciudadanía, para tiempo después abrazar esas mismas cuestiones: ha pasado con el divorcio, con el aborto, con los matrimonios de igual género…siempre que se ha planteado una avanzadilla de derechos sociales para la comunidad se han negado. En el caso del AVE la cuestión era más peliaguda, era infraestructura, lo que ocurre es que, en definitiva, esas élites sociales y económicas nunca ven bien ningún gasto público por más que sea positivo para el país y, en este caso del AVE, coincidía con una apuesta por el fracaso que lo agoreros anunciaban para lo que la derecha mediática y política llamaron despectivamente “los fastos del 92”.
Todo eso ya pasó y la derecha también, cuando ha gobernado, ha dispuesto ingentes cantidades económicas para la construcción de vías de alta velocidad por todo el territorio nacional, siendo consecuencia de ello que España es el segundo país del mundo con más kilómetros de estas infraestructuras. ¿Cuál es la pega? Lo explico
Llevamos más de treinta años de estrategia de infraestructuras de movilidad y comunicación. A la inversión pública en la construcción y puesta en servicio de miles de kilómetros de líneas ferroviarias para el transporte de pasajeros, se ha unido una inversión insólita para la adecuación, construcción y puesta en servicio de un número extraordinario de kilómetros de carretera. Somos un país, en términos generales, con unas excelentes vías de comunicación terrestre. La cuestión estriba en que eso ha tenido una consecuencia económica, no sé si buscada, como ha sido el abandono del transporte de mercancías por tren y el impulso de ese transporte por carretera, algo que va contra la estrategia de otros países de Europa. En mi opinión esto nunca debió suceder, y no es que esté en contra de que se sigan anunciando cuantiosas inversiones en líneas de alta velocidad para llevar el tren de transporte de pasajeros a todos los rincones del país, lo que no quiero es que se abandone algo más económico, ecológico y menos expuesto a presiones como es el transporte de mercancías por vías ferroviarias.
Evidentemente esto tiene una argumentación más prolija y, por supuesto, un indudable debate. No lo niego. Pero acordémonos del chantaje inadmisible que hemos sufrido por un grupo minoritario de supuestos camioneros que han puesto en jaque nuestra economía y seguramente algo más.