Hace algunos días leí un artículo en El País firmado por Jesús Cañas, un periodista fenomenal, de la tierra, de enormes reportajes y magníficas informaciones. El artículo en cuestión tiene varios meses, de hecho se publicó el pasado mes de diciembre aunque me llegó hace solo algunas semanas. En la publicación se informa de una situación que se ha dado en Cádiz, que personalmente me ha pasado desapercibida −me imagino que como a muchísimas personas− pero que gracias a Jesús Cañas supongo que ahora es del dominio público y que yo, con esta columna, procuro extenderlo todo lo que pueda.
Como los gaditanos saben, y le informo al resto, la Plaza de España de la ciudad ha sufrido −lo de sufrir es un decir porque ha salido muy beneficiada− una transformación integral. Realmente ese radical cambio ha consistido en hacer peatonal todo el entorno, lo cual hermosea, y de que modo, un lugar que quedaba al margen de cualquier paseo, sin mayor interés que en el centro de la misma se erige el monumento homenaje a las Cortes de 1812. La obra ha sido importante y realmente ha merecido la pena, creo en mi modesta y molesta opinión que hemos ganado un gran espacio para el paseo, para eventos a celebrar y en definitiva para el uso y disfrute de todos. La obra, como es natural, llevaba consigo la nueva instalación de todo tipo de equipamiento necesario y ornamental, por ejemplo farolas para la iluminación de la zona.
Como nos informa Jesús Cañas y he podido comprobar personalmente, se han comprado e instalado un buen número de farolas que circundan todo el monumento a las Cortes. Y ese es el tema. Os lo explico:
Evidentemente el Ayuntamiento hizo la compra mediante el consiguiente concurso para la contratación de dichos elementos y decidió hacerse con farolas de estilo Fernandino, estilo que se puede encontrar por muchos pueblos y ciudades de España al igual que las que son de estilo Isabelino. Son las farolas de época y por lo visto, en ese tipo, se compraron las más baratitas, que no está la cosa para grandes dispendios. La cosa es que, curiosamente, las farolas llevan en su base el anagrama y el nombre de Fernando VII. La cuestión es ¿A quién se le ocurrió o simplemente quién no le dio la suficiente importancia al hecho de que para iluminar y hermosear el monumento que homenajea a la Constitución de 1812 se pusieran por todo el perímetro el nombre del Rey que la abolió, que persiguió y que mató a sus defensores, al hombre que se cargo esa luz de libertad que supuso la Constitución, el hombre que abolió la libertad de prensa, que reinstauró la Inquisición…? en definitiva ¿cómo es posible que nadie se diera cuenta o cayera en la cuenta que poner al Rey Felón rodeando a nuestra Constitución del 12 era como escupirle, como reírse de todo lo que supone nuestra breve pero intensa historia de esos años de asedio y proclamación de la Carta Magna?
Dirán muchos que tampoco es para tanto que total son farolas y que la historia es la historia y que si patatín que si patatán. Yo apenas conozco a personas que sean capaces de defender el legado del considerado el peor Rey de España −en dura competición con todos los demás−, apenas a una persona que solo su estulticia, clasismo e ignorancia se lo permite, pero da igual, si queremos ser respetuosos con nuestra historia −la de Cádiz me refiero− se tendría que ser más rigurosos. No digo que sea algo para rasgarnos las vestiduras, pero sí que es un error del tipo, imagínense, colocar en un monumento en memoria de los represaliados por el franquismo unas luminarias o algún elemento con el nombre, por ejemplo, de Queipo de Llano.
Ya no hay remedio, por lo menos hasta la próxima remodelación de la Plaza de España, pero espero que se sea más cuidadoso con este tipo de cosas que evidencia escaso control sobre estos asuntos, lo que podría hacer sospechar que esa falta de control o de mínima vigilancia se extiende a todo lo demás, a las cosas importantes, si es que consideran lo de poner en valor al Rey Felón como poco importante.