Esta semana que hoy terminamos nos ha dejado una de las efemérides que más reacciones suele tener en redes sociales. Me refiero a la conmemoración del vil asesinato de Federico García Lorca a manos de las huestes franquistas. El día 18 de agosto de 1936, en un lugar aún no concretado entre Viznar y Alfacar, fue fusilado, como correspondía dada la orden del tarado, pero peligrosísimo, Queipo de Llano, el cual por contestación a la pregunta de los captores de Federico, solo dijo que le dieran “café, mucho café”.
En estos días, como corresponde ante tan funesto aniversario, sobre todo las redes sociales se han inundado de poemas y declaraciones de pesar de tantas y tantas personas. Todo ese despliegue da certidumbre a una de las frases que he visto repetida en muchas publicaciones: a Federico lo asesinaron, pero no pudieron matarlo, porque su poesía, su teatro y su vida están permanentemente en la memoria y sigue vigente para todas y cada una de las generaciones que le han sucedido.
Es curioso que hasta los propios correligionarios de los que lo mataron, no pueden resistirse a su memoria, no pueden dejar de hacerlo revivir cada año en el aniversario o en cualquier otra fecha. Es curioso como, sin que nadie se lo pidan, un año tras otro, salgan justificadores del asesinato. Justificadores con cara circunspecta, de falso recogimiento y dolor, una cosa parecida a como se ponen en los velatorios los meros conocidos de un difunto, una cosa parecida a las plañideras profesionales. “Son cosas de la guerra” “Son los errores propios de una guerra” “fueron unos descontrolados”. Estas son frases que escucho y leo cada vez que sale el “tema Lorca”.
Éstas y otras frases que aquí no las pongo porque son frases que no intentan justificar con ánimo de desvincular el asesinato de la práctica del terror de los franquistas, todo lo contrario, he escuchado y he leído frases que queriendo también justificar el fusilamiento, lo hacen con el deleite de que se hizo lo que se tenía que hacer ante un republicano, ateo, de izquierda, demócrata, poeta, solidario, culto y...maricón. Todo un angelito, como tuve la ocasión de escuchar a un preboste del partido de ultraderecha español.
Por cierto, hablando de ese partido, he leído con interés la opinión de una señora, que es diputada nacional de Vox, donde se despacha con cierta gracia, que todo hay que decirlo, que si Federico estuviera vivo votaría a Vox. Eso ha dicho. Bueno, la realidad es que a Vox, al PP, al PSOE, a Podemos, podría haber votado a quien hubiera querido, como él hacía en la República, votar a quien le saliera del alma. El problema es que no podemos saber a quien apoyaría hoy precisamente porque los adictos a la misma ideología que esa diputada, lo mataron. Por eso no podemos saberlo, pero sí sabemos a quienes apoyó mientras vivió, y no fue precisamente a los que odiaban la democracia, a los que odiaban la igualdad, a los que odiaban a los homosexuales. No, él apoyaba la cultura, todo lo contrario a la barbarie que protagonizaron durante cuarenta años los modelos de lo que es la ultraderecha actual. Barbarie. "Muera la inteligencia, viva la muerte", que gritaba el psicópata Millán.
En definitiva, Federico sigue en la memoria de todos. Él y tantos otros represaliados, formaron el escuadrón de vida y cultura más importante de la historia española en coincidencia con el siglo de oro. Federico es un símbolo y, sobre todo, uno de los poetas más importantes de la historia de la humanidad. Lo mataron.
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