Tengo ―eso creo― una malísima salud de hierro. Con la edad ―esa es la excusa― es normal que comencemos a tener achaques con diversa intensidad. Entramos en el espacio de los diálogos insinuantes, como cuando nos encontramos a algún conocido por la calle y te pregunta “¿qué tal estás?”; a lo que contestamos: bien, sin entrar en detalles. Estoy, sin vuelta atrás, en ese momento en el que hablar de enfermedades, curaciones, fármacos y recomendaciones de médicos estupendos, es la salsa de cualquier conversación que se precie ¡qué le vamos a hacer!
Algunos de los episodios que me viene diciendo mi médica desde hace bastante tiempo, es que con el colesterol y la tensión alta que tengo, debo ser más prudente, y del tirón me pasa como “el evangelio” un listado de alimentos que debo aminorar o directamente suprimir de mi dieta, porque esa es otra, leí hace días un estudio ―sí, hay estudios para todo― que la mitad de la población española había comenzado una dieta en algún momento ¿los motivos? Pues todo el abanico, que al final, como los mandamientos, se reducen a dos: salud y estética. Imagínense que alimentos me desaconsejaban.
Repasando hemerotecas y demás, he comprobado como desde distintas áreas gubernamentales, y distintas administraciones, a veces se hacen campañas de propaganda de algún artículo alimenticio que hay que empujar a la venta en los mercados: el plátano de Canarias, el aceite de oliva, cerdo... Hay también un montón de documentales, algunos subvencionados por entidades públicas, programas de salud y vida sana, que nos previenen de consumir determinados alimentos, sobre todo nos previenen de su alto consumo.
En los colegios, la educación en salud forma parte indispensable de los contenidos curriculares de los más pequeños. Se hacen actividades sobre higiene, nutrición, deporte, que se convierten en ideas-fuerzas transversales. Hábitos saludables le llaman.
Hay una propaganda, basada en estudios científicos, que señala la dieta mediterranea como de las mejores para tener una alimentación equilibrada. Una dieta donde caben practicamente todos los productos que por estos lares tenemos: buen aceite de oliva, pescado fresco de gran calidad, verduras y frutas por doquier, cereales a borbotones, aves, buen marisco...y carne, carne roja, carne de cerdo, de vaca...carne. Y desde que tengo uso de razón, y ahora con más asiduidad por la edad, ya saben, me vienen diciendo que el consumo excesivo de carnes rojas es perjudicial para la salud. Libros, folletos, estudios, investigaciones, médicos, nutricionistas, dietistas, películas, documentales, campañas de las distintas administraciones... toda la vida escuchando que, como casi todo en la vida, el exceso de comer carne, es perjudicial para nuestros intereses en salud.
Incluso, y esto es de palabrita de niño Jesús, la Junta de Andalucía, la de antes y sorprendentemente la de ahora, tiene en su web distintos mensajes, campañas y anuncios aconsejando al personal ciudadano que coma carne con moderación. ¡Pues claro!, habría que decir. Por todo esto me sorprende la enorme contestación y polémica que ha levantado la campaña del Ministerio de Consumo, en la que nos aconseja reducir la ingesta de carnes roja. ¡Ojo! Nos dicen que la comamos con moderación, lo mismo que dicen los médicos, nutricionistas, investigadores, los estudios, folletos, libros, dietistas... y la Junta de Andalucía.
¡Un escándalo! El ministro Garzón diciendo que hay que intentar reducir el consumo de carne en consonancia con todas las recomendaciones de todos lo organismos, médicos... O sea que si tu médico, o la Junta de Andalucía, te dice que para prevenir distintas enfermedades debes comer menos carne, bien. Si lo mismo te lo dice el Ministro de Consumo que, además es comunista, lo que quiere, obviamente, es que te mueras de hambre y como comunista que es, te dice lo que tienes o lo que no tienes que hacer. ¡Valiente mamarrachada!
Me temo que, como todo ultimamente, la polémica es tan artificial como interesada: todo vale, incluso deformar lo que ha dicho el ministro, con tal de desgastar al Gobierno. Yo, que tengo una edad, insisto en que, aún haciendo o comiendo lo que me da la gana o mi bolsillo me permite, intentaré reducir la ingesta de carne, como de otros productos que mi médica me dice que me perjudican. Y le agradezco públicamente al Ministro Garzón que, al igual que otros, nos advierta de los peligros del abuso de determinados alimentos.
Y que nadie se asuste, Casado hijo, que nadie te ha dicho que no comas carne, por mí te puedes comer un buey entero, pero después no me vengas con que te duele la tripita.
Apoyo, pues, la campaña, porque es sensata y no añade algo que no sepamos y debiéramos hacer.