En la vida, normalmente, tienes tiempo —si llegas a edades provectas como la mía— a caer en miles de contradicciones, arrepentimientos, cambios de opinión y a lamentar cuántas cosas. La vida no es el mundo feliz y monótono que nos dibujaba, precisamente con la intención de explicar lo contrario, Aldous Huxley en su obra. La vida es el continuo de errores que nos permite seguir intentando sobreponernos de tanto deseo de perfección. Pero, ¡ojo!, si bien, como dice el refranero: rectificar es de sabios (pasa a la historia como un refrán aunque es un pensamiento de un poeta inglés), esa frase está perfecta cuando la equivocación que te lleva a la rectificación es aislada porque, de lo contrario, si estás siempre rectificando es que te equivocas siempre, entonces más que sabio eres un inútil (o algo así).
Hay una manera de rectificar que siempre me ha parecido muy divertida porque, normalmente, sucede, por ejemplo en política, cuando alguien hace declaraciones muy campanudas sobre alguna materia supuesta o seguramente de una gran importancia: recuerden lo engolada que ponía la voz Aznar cuando era candidato a la presidencia del gobierno para decir que, más o menos, lo tenían que matar para negociar con ETA, si embargo, fue llegar al poder y salir, también engolando la voz, diciendo que negociaba con esa banda terrorista a la que él sin que se le moviera un músculo llamó movimiento vasco de liberación –ahí es nada- y que por supuesto, que si cambiaban balas por votos, dejaban las armas y se pasaban a la política, él sabría ser generoso.
Y lo fue, de hecho ha sido el presidente del gobierno que más presos de ETA ha acercado al País Vasco. Después, ya se sabe, cuando Zapatero intentó hacer lo mismo, le llamaron de todo, pero de todo-todo, y cuando llegó el anuncio del fin de los atentados, el mismo PP decía que eso no era suficiente, que tenían que dejar las armas, y cuando dejaron las armas, dijeron que no era suficiente, que tenían que pedir perdón y reconocer el error y el sufrimiento de las víctimas, y cuando hicieron eso, dijeron que no lo hacían de corazón, que no…y así en un bucle interminable que hasta las propias victimas afean por lo que supone, en cada declaración, una rectificación hacia atrás: “Lo que dije ayer, no me vale hoy pero tampoco mañana, lo que diga pasado…”
No quiero entrar, porque además mucha gente con más conocimiento que yo lo viene haciendo durante estos días, sobre los pormenores de las negociaciones —que han realizado todos lo gobiernos, y bien intentadas—, sobre los pormenores de cuales eran los motivos más profundos de que los pasos hacia delante de la organización criminal y del propio Estado parecían eternizarse. Pero resulta bastante esclarecedor que en estos días haya hablado, a través de un libro y distintas entrevistas, Jonathan Powell, mediador internacional en la negociación entre el Estado y ETA (poco sospechoso de servir a intereses abertzales ni nada por el estilo, fue Jefe de Gabinete de Tony Blair, es decir, del establishment liberal de Europa): “El PP puso en peligro la paz lograda en 2011. Cada vez que ETA ofrecía deshacerse de las armas, el PP, su gobierno, no las aceptaba, y sin embargo públicamente exigía esa cuestión. Cada vez que ETA, a través de sus contactos con el gobierno popular hablaba de su disolución, el gobierno los ignoraba”.
¿Por qué sucedió eso? Pues porque rectificar, entendieron ellos era de sabios, aunque fuese a costa de la seguridad y la paz de un pueblo. Desgraciadamente todos sabemos, y con esto solo quiero dar datos de sobra conocidos, que dos ministros del Partido Popular tenían intereses privados muy importantes en empresas de seguridad, ya saben escoltas...: Mayor Oreja y Morenés, ministros de Interior y de Defensa, respectivamente. Y hay gente muy ¿mal pensada? que relaciona esa posible pérdida de contratos multimillonarios de empresas de seguridad privada en el País Vasco y Madrid, fundamentalmente, como la razón más espuria para que lo de ETA se eternizase. El terrorismo también fue un negocio queridos lectores. El miedo es un arsenal de armas, de votos y sobre todo de dinero.
Ahora nos martillean con que es tarde, que de perdonar o admitir que ETA ya no existe, nada. Que es tarde. Ya. Pues imaginémosno a la derecha relacionada con los 40 años de franquismo pidiendo perdón, condenando el golpe de estado, la guerra cruel y por supuesto la represión y los 40 años de dictadura. Que lo condenaran, que reconocieran que fue un error, y que hay que reparar a esas víctimas. Os lo imagináis. Eso no ocurre, no va a ocurrir. Ya lo dijo Aznar: “No tenemos que pedir perdón por nada”. Y no lo pedirán.
Hoy, sin tener que rectificar nada, es bueno insistir que no hay conflicto que no se pueda arreglar por vías pacificas, que en el País Vasco, hoy, sin duda, no existe ETA y no hay terror. Solo esos impresentables Ongi Etorri, que hasta la propia izquierda radical rechaza.
Ellos cambiaron balas por votos, es lo que se quería. No hay que rectificar.