Habiendo coincido domingo con Navidad, coincide, por tanto, con la publicación de mi columna en el periódico. Y esto ocurre por primera vez, pues llevo aproximadamente, más de tres años ininterrumpidos (solo falté un día a la cita con los lectores) intentando y no sé si consiguiendo, provocar unas veces reflexión, otras conocimiento, las menos ofrecer mi enfado, muchas mi opinión infundada y así cada domingo.
En ocasiones ha salido mi vena política (inevitable) y con ella adjunta a mi posicionamiento ideológico, he surfeado sobre la actualidad, local, nacional e internacional, he intentado en ocasiones ofreceros mi sonrisa para provocar la vuestra (esto de escribir novelas humorísticas es algo muy serio y crea carácter); en otros artículos simplemente he volcado sentimientos, emociones, filias (algunas fobias) y siempre sinceridad en mis puntos de vista.
Pero hoy es Navidad, una fiesta, independientemente del nivel de celebración o significado que le demos cada uno, una fecha anual que desde la más remota antigüedad ha sido excusa perfecta para celebrar fundamentalmente el inicio del solsticio de invierno y todo lo que tiene que ver con las cosechas…las fiestas saturnales de los romanos, la fijación de esta fecha allá en el siglo cuarto por los cristianos como conmemoración del nacimiento de Jesús y de esta manera, en todas las culturas y civilizaciones, un momento de especial significación, así que entendiendo que hoy es un día que para casi todos, supongo, es de paz, tranquilidad (resacas juveniles), preparación de comidas como continuación de las cenas de ayer, no quiero dar la tabarra hablando sobre el escándalo de lo hecho en estos días por el Tribunal Constitucional pasándose por el forro de manera grosera la Constitución que dicen proteger, o que seguro que ni a usted, ni por supuesto a mí no s ha tocado la lotería de Navidad por lo que me resulta ocioso y sobre todo me da bastante coraje hablar de ello, o hablaros sobre las altas temperaturas que hacen de este recién iniciado ciclo invernal un verdadero timo por lo que la típica estampa de frío, nieve, bufandas, gorros… quedan para las películas que nos inundan en las televisiones generalistas en estos días.
Ni mentar que, pese a los agoreros y pese a que los grandes medios parecen ignorar, la economía no va tan mal como predecían. Prefiero no daros el día con problemas que bastante tenéis con aguantar a los yernos o nueras impresentables, a los cuñados y cuñadas con diarrea verbal y en repetir constantemente delante de todos la buena que está la carne mechada que sobró anoche y que ya delata su morfología un rigor mortis expresado en su sequedad y “tiesura”. Además, en Navidad no debería haber novedades.
Según veo en las redes sociales, prácticamente todas mis amistades de Facebook, Instagram etc.., se lo han pasado de gloria, nunca mejor dicho, no han faltado las mesas llenas de buen marisco, lo cual lo considero una prueba de buen gusto pues ya se sabe que la gamba es el mejor amigo del hombre y por tanto es prueba de bondad llevarlos a la mesa. Tampoco han faltado los gorritos de Papa Noel normalmente por los maduritos y para los abuelos y abuelas los cuales ya se dejan poner lo que sea con tal que los dejen tranquilos. Muchos villancicos en un “in crescendo” desde los más dulces y espirituales, terminando en la noche con villancicos absolutamente obscenos y para irredentos ateos. El caso es que me alegro por todo y cada uno de vosotros, sin menoscabo de tener este momento para acordarme de la cantidad de gente, la inmensa mayoría del mundo, que anoche tuvo problemas para llevarse un trozo de pan a la barriga antes de dormir, la de gente que a pesar de que hoy es Navidad y el mensaje es de concordia, apenas pueden celebrar más que su mala suerte, su vida desgraciada.
Por tanto, no voy a daros mi opinión sobre nada, es más creo que hoy ni siquiera tengo más opinión que insistir en que hagamos usted y yo, tú y yo, nosotros que nos queremos tanto, en seguir así: queriéndonos, sabiendo que, a pesar de todo, nuestro mundo es lo único que tenemos, que nuestra vida merece, no la pena, merece la alegría. Así que Feliz Navidad (el domingo que viene es Año Nuevo así que tendré que hacer balance).