Nos hemos vuelto a equivocar por enésima vez. Lo hicimos hace un año, en los puentes de octubre y diciembre, en Navidad, Semana Santa... No tenemos remedio, porque no se puede dejar todo en manos de una parte de la sociedad que ignora el peligro y es ajena a la solidaridad. Nuevamente hemos relajado medidas hasta límites casi de post pandemia, cuando la nueva variante delta llamaba a la puerta y una quinta ola amenaza al turismo y la recuperación económica.
Porque las consecuencias de estos errores afortunadamente no van a castigar a unos sanitarios ya desgastados, ni los hospitales y las UCI se van a llenar, porque afectan a los tramos de edad menos vulnerables. Pero otra vez nos meten el miedo en el cuerpo y nos llenan de interrogantes.
¿Realmente la variante Delta o India puede afectar a los ya vacunados? ¿Podrá la gente mayor de 60 años volver a resultar afectada? ¿El denominado Covid persistente se va a cebar en los jóvenes? Lo más grave de esta nueva situación es que otra vez ha fallado la confianza en que la ciudadanía, en concreto los más jóvenes, iban a ser responsables, que les iba a llegar la sensatez como lluvia divina y lamentablemente no ha sido así.
¿Culpa de ellos? Indudablemente sí. ¿De sus padres y madres? También. ¿De las autoridades que no han previsto que este años se iban a realizar los llamados “viajes de fin de curso”, que nos traerían la situación actual? Igualmente sí.
Lo ocurrido los últimos días con el macro brote de Mallorca es de traca. Las autoridades mallorquinas haciendo lo que debían, o sea confinar a quienes estaban contagiados o habían estado en contacto, mientras los irresponsables montaban la bronca de manera impresentable, con el disgusto del resto de la sociedad y sus papás clamaban por la libertad de sus niñatos en lugar de llamarles al orden.
¿Esa es la generación que va a dirigir este país en el futuro? Pues si ahora carecemos de estadistas lo que nos viene puede ser aún peor. Eso sí, no se te ocurra criticar su comportamiento en las redes sociales o artículos, porque te cae encima la del pulpo. Resulta que son intocables. ¿El resto de la sociedad que ha vivido sus mismas circunstancias ha tenido que respetar las medidas de confinamiento y ellos no? Que me lo expliquen.
¡Libertad! gritaban desde las terrazas con vistas al mar de un hotel de 4 estrellas. Sacrosanta palabra que desde que Ayuso la puso de moda no ha dejado de utilizarse mal y nos ha producido mucho daño. Tu libertad chaval-a comienza cuando empieza la de los demás. Y la suya ha tropezado con la del resto, en el momento que incumplieron las normas con fiestones y conciertos sin guardar las debidas medidas de seguridad, poniendo en riesgo la buena situación que Baleares tenía y que le permitía abrirse al turismo y reactivar su economía.
¿A quién deberán reclamar los hosteleros, los comerciantes, bares y restaurantes si su insensatez provoca medidas del resto de países que limiten la llegada de turistas? Si estuviéramos en EEUU probablemente estaríamos en vísperas de demandas millonarias contra los padres de quienes lo han provocado. Para colmo un juez ha decidido que esa libertad era inalienable y los ha soltado. A las dos horas se demostraba lo erróneo de su decisión, al detectarse al menos 17 positivos cuando iban directos a la extensión del brote. ¡Chapó!
Tampoco el resto del país se va a librar de situaciones parecidas. Aquí en Navarra, después de que las autoridades hayan rebajado las medidas en el momento más inoportuno, como se está demostrando los últimos días, vienen ahora desde el próximo 6 lo que de manera insensata denominan “no sanfermines” y las “no fiestas”.
El pasado año nos costó un disgusto y la tercera ola, este nos puede ocurrir exactamente lo mismo. Ya el mismo 6 están organizados los llamados “almuercicos”, que por supuesto al tercer vino y mucho más al primer gin tonic olvidarán la variante Delta y las medidas de seguridad correspondientes.
¿Consecuencias? A finales de mes lo veremos pero temamos lo peor. ¿Se puede hacer algo? Dado el fracaso de llamamientos a la responsabilidad, sólo queda la vía represiva que siempre es impopular y provoca el pánico de nuestros responsables políticos.
Desde luego permitiendo las vaquillas en los pueblos, para que a continuación salga César Artuondo diciendo que “las condiciones de la orden foral que las permiten son imposibles de cumplir”, es un despropósito o un chiste malo. Al resto de la humanidad sensata sólo queda asumir las consecuencias y seguir teniendo cuidado para que la insensatez no nos afecte. O sea utilizando símiles senfermineros, “que no nos pille el toro”.
Malos tiempos para la lírica estos, en los que la gente que guarda las reglas debe protegerse cuando pensaba que ya lo peor había pasado. Algún día cuando salgamos de esta pesadilla, psiquiatras y sociólogos deberían hacer sesudos estudios del comportamiento humano durante la pandemia, al menos para que quede como experiencia en situaciones similares del futuro, que no dudemos llegarán.
Toca ahora coger el paraguas y protegerse de las críticas que pueda provocar esta reflexión. Veremos…