Dicen las amas de casa, esas nosotras que intentamos gestionar la intendencia de la vida cotidiana, que la vida está por las nubes; dice Yanis Varoufakis, el economista griego que intenta poner la teoría económica al servicio la vida cotidiana, que la vida está por las nubes.
Creo que resulta alentador el simple hecho de que, al menos por una vez, las teorías económicas utilicen expresiones populares, es algo que nos hace sentir que hay alguien que está de nuestra parte, la de simples mortales, a la hora de analizar el mundo de la economía y sus derivas totalitarias. Que ya no sabemos si asaltar los cielos o los supermercados.
Hay una nube de control que nos abruma y que crece con nuestras propias aportaciones voluntarias. Cada vez que buscamos información pagamos por ella con información de nuestras vidas, nada es gratis. La nube va engordando con nuestros nombres, con nuestras búsquedas en la red, con nuestras opiniones sobre la política o los vecinos, con nuestras necesidades, deseos y miedos. Bien lo saben quiénes hacen sus campañas electorales usando esos canales subterráneos, pero mejor lo saben quiénes gestionan la información para obtener beneficio de la nada, los mercaderes de futuro, los capitalistas de la nube.
La vida por las nubes es un problema serio porque las nubes son bastante inaccesibles y, a falta de localizaciones concretas, no sabemos dónde ir a protestar. Lo que se nos oculta de manera consciente es donde residen los auténticos responsables de la manipulación contable de nuestras vidas; los fondos de inversión, los capitales opacos y laberinticos y los dueños de los laberintos de los capitales opacos.
Y como solo sabemos dónde está el congreso de los diputados, dónde reside el presidente, donde viven los alcaldes y representantes democráticos, y donde reside la soberanía popular, ahí podemos expresar nuestras voluntades y ahí podemos a la vez hacer blanco y errar el tiro.
La derechona, que es tan hábil para pescar en el rio revuelto del desconcierto que previamente genera, ha podido asediarles, rezar rosarios, llevarles a juicios extravagantes e intentar derrocarles como sea, pero todo ese simulacro de indignación no es más que una forma de nublarnos la cabeza y que nos equivoquemos de objetivo. Porque puede ser que al gobierno aún le falten algunos mimbres para ser Robin Hood, pero la derecha sí que tiene claro que es y quiere seguir siendo el sheriff de Nottingham.
No nos engañemos, tenemos datos de lo que pasa cuando los canalizadores de la ira llegan al gobierno, sabemos que no tienen soluciones a lo que nos afecta porque su objetivo no es aportar soluciones sino crear espejismos y por eso sus programas de acción, cuando los tienen, son una nebulosa de ardores y proclamas que avanzan como nubarrones tóxicos de bajeza moral; construir murallas, deportar gente, barcos prisión para migrantes, prisiones gigantescas y motosierras para cercenar las políticas de protección social.
Pero es que esto de la nube es un auténtico chollo para oportunistas de la peor ralea, ya lo dice la letra de la varsoviana “negras tormentas agitan los aires, nubes oscuras nos impiden ver…” Pues de eso se trata, de crear tormentas y nubes para que no veamos que quien está manejando el invierno de nuestro descontento es un tirano que presenta a sus esbirros y bufones a las urnas. Es eso que alguna gente llama anarcocapitalismo y lo que viene a ser sálvese quien pueda, que esto de ayudar a los de abajo es un despilfarro y que por selección natural sobrevivirán los más canallas. Y si eso lo acompañas con un ¡Viva el vino! Pues ya está, que nos conduzcan los locos.
Claro que también está la posibilidad insólita de quitarnos del ojo esa nube que pretende que creamos que todos son iguales, constatar que los hay mejores y peores, reconocer las propuestas y acciones que mejoran la vida, diseñar un futuro más amplio en el que las nubes estriadas presagien y acompañen al buen tiempo y, en lugar de pelear por el paraguas, aunar voluntades recordando que dios ayuda a los buenos cuando son más que los malos.