110 años hace ya que se instituyó el Día Internacional de la Mujer. Fue en 1910, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, que se celebró en la ciudad danesa de Copenhague, cuando Clara Eissner invitó a las mujeres congregadas -que representaban a organizaciones socialistas y feministas de más de 17 países- a proclamar el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Eran otros tiempos, en los que ni siquiera el sufragio universal estaba reconocido, y donde la mujer trabajadora sufría penurias insufribles, tanto dentro de las fábricas como fuera, en lo que podríamos calificar como una situación de machismo total, absoluto y universal.
Fue la propia Clara Eissner la que pronunció en el congreso fundacional de la II Internacional Socialista celebrado en París en 1889 las siguientes palabras: ‘las mujeres luchan codo con codo con los trabajadores socialistas, y están listas para compartir todos los sacrificios y las dificultades, pero también están decididas a tomar después de la victoria todos los derechos que les pertenecen’.
Y esta idea precisamente es una noción que deseo destacar, porque a menudo se olvida. Como mujer, como madre, como socialista, no puedo más que decir alto y claro en un día como hoy que este 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer, por supuesto, pero, sobre todo y, ante todo, es el Día de la Mujer Trabajadora. Porque no debemos olvidar que el feminismo nace de la lucha obrera, concretamente de la lucha de las mujeres trabajadoras. Está íntima unión entre socialismo y feminismo ha sido uno de los motores de todos los cambios sociales que han ocurrido en el último siglo. El binomio feminismo-socialismo ha sido un baluarte frente a la intolerancia, la injusticia y la desigualdad, y también ha sido una llama de esperanza que ha guiado los pasos de millones de mujeres en todo el mundo.
Y porque mucho le debemos a tantas miles -millones- de mujeres que han hecho posible el cambio hacia un mundo mejor, no debemos olvidar que la tarea aún no ha concluido. La lucha de la mujer trabajadora es una lucha que se ganará algún día, precisamente el día que todas las mujeres del mundo vean reconocido su esfuerzo, que es decisivo para el avance de la Humanidad.
Si nos centramos en nuestro país, España, debemos ser consecuentes con una realidad que nos sacude a diario: aunque mucho se ha avanzado en este último siglo, y aunque el feminismo es ya un emblema por la igualdad que ninguna de nosotras vamos a abandonar, lo cierto es que el machismo aún impera en la sociedad española, durante tantos siglos sometida a una doctrina cultural que ha generado una suerte de mentalidad machista imperante que lo impregna todo.
Y es así porque aún hoy la mujer trabajadora, la madre soltera, o la mujer libre y fuerte, es vista por muchos hombres como una especie de rareza que amenaza su estilo de vida, que a ellos se les antoja cómodo y fácil, y en el que los roles de género actúan todavía como elementos ideológicos que impiden la igualdad real entre hombres y mujeres.
Porque aún hoy hay hombres que nos matan o violan porque se creen con un derecho de propiedad sobre nosotras, porque aún hoy hay hombres que desatienden sus responsabilidades como padres cuando su vida en pareja se rompe, porque aún hay hombres que maltratan, porque aún hay jueces que no comprenden la raíz del problema, porque aún hay en la calle hombres que nos acosan por nuestra forma de vestir o de pensar, porque aún hay hombres que no creen que debiéramos liderar nada en sociedad, ni una empresa, ni una organización vecinal ni un partido político, por citar algún ejemplo.
Porque aún hay hombres que creen que no debemos ser juezas, médicos o arquitectas, porque aún hay hombres que creen que conducimos peor, porque aún hay hombres que nos preguntan si somos señoras o señoritas para conocer cuál es nuestro estado civil, porque aún hay hombres que piensan que somos las mujeres de alguien, y no nosotras mismas y por nosotras mismas. Por todo ello, y por muchos otros miles de ejemplos más, imposibles de enumerar, aún la lucha debe mantenerse a diario, sin descanso. Debemos mantenernos inasequibles al desaliento, y usar la pedagogía, por supuesto, pero también la firmeza que nos otorga el saber que acertamos con nuestras propuestas, acertamos con nuestras reivindicaciones, acertamos con nuestro esfuerzo en favor de la igualdad real.
No olvidemos quiénes somos y de dónde venimos. La lucha obrera y feminista es la lucha por una Humanidad más justa, más libre, y más democrática. Honremos la memoria de las mujeres que dedicaron y dieron su vida por nuestra causa. Hoy es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Porque nos queremos vivas, porque nos queremos libres, porque nos queremos iguales, nos sobran las razones. Celebrémoslo juntas, compañeras, en la confianza de que un mundo mejor solo será posible si nuestra voz, la voz del feminismo, suena alta y clara. Repito: alta y clara.
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