Quién quiere criar una rata en Sevilla

Sevilla está inundada de ratas y parece una titánica tarea terminar con todas ellas por mucha inversión que se maneje.

Álvaro Romero Bernal es periodista con 25 años de experiencia, doctor en Periodismo por la Universidad de Sevilla, escritor y profesor de Literatura. Ha sido una de las firmas destacadas, como columnista y reportero de 'El Correo de Andalucía' después de pasar por las principales cabeceras de Publicaciones del Sur. Escritor de una decena de libros de todos los géneros, entre los que destaca su ensayo dedicado a Joaquín Romero Murube, ha destacado en la novela, después de que quedara finalista del III Premio Vuela la Cometa con El resplandor de las mariposas (Ediciones en Huida, 2018). 

Una rata en Sevilla en una vídeo del año pasado publicado por José Luis Sanz, alcalde de Ayuntamiento Sevilla.

Las ratas –y los ratas- han tenido históricamente la peor de las famas, ya lo sabemos, por sus supuestas maneras de morder, de recorrer subterráneamente lo que nadie ve, de enredar en la basura ajena.

Pero ya no estamos en la época de la peste bubónica, cuando las ratas fueron tan involuntarias propagandistas, y ahora hay cada vez más gente –no es broma ni ironía- que opta por tener una rata como mascota, con su jaulita, su pienso, su higiene, su ropita, su cadena para sacarla de paseo y todos esos disparates que, visto en los perros, cuyas heces son bastante más voluminosas, no lo parecen tanto. 

La moda de criar una rata no se ha implantado aún en Sevilla, o al menos no de una manera notable, pero todo llegará, sobre todo ahora que el río –el verdadero, el falso y sus derivadas subterráneas- continúa dándoles cobijo a estos roedores contra los que el Ayuntamiento, sin compasión ni miramientos ecologistas, persigue con todo tipo de personal, trampas y venenos. Anuncian ya que se va a dedicar medio millón de euros a matar ratas el año que viene. Sevilla está inundada y parece una titánica tarea terminar con todas ellas por mucha inversión que se maneje.

Hay noches, especialmente las más movidas, en que los sevillanos se están acostumbrando a ver ratas desde la acera de enfrente. Algunos las saludan, como la gente que se conoce solo de vista. La mayoría da un salto del espanto, o un grito para acompasarse el corazón del susto. Y en esa administración paralela que es siempre la ciudadanía más vanguardista se baraja la posibilidad de que, si no podemos con nuestro enemigo es mejor unirnos a él. O acogerlo en casa. Desde que nace. Criarlo con primor. Domesticarlo, que se acostumbren a los niños. Cosas más raras hemos visto y aquí seguimos.

Dicen quienes saben del tema que las ratas, de cerca, son sociables, memoriosas y hasta cariñosas. Pero es una especie connotada tan negativamente, tan asilvestrada de siempre, tan perseguida, tan odiada, que nadie en tales circunstancias puede ofrecer su mejor versión. De momento el Ayuntamiento hispalense continúa con su estrategia medieval de exterminarlas, al menos de la vía pública, por donde, sin embargo, crecen hasta el espanto todo tipo de bichos amnistiados contra cuyas cacas por doquier se amenaza mucho y se multa poco, por no decir nada.