Una Zambomba jerezana, en una imagen de archivo.
Una Zambomba jerezana, en una imagen de archivo. MANU GARCÍA

Ya han comenzado muchas ciudades a proceder a instalar y encender el alumbrado de Navidad, meros reclamos mercantilistas para que la gente comience a consumir compulsivamente, incluso solicitando préstamos que luego se les harán muy cuesta arriba, pero hay que estar a la moda y no ser menos que el vecino o el pariente de turno.

Pero esas efímeras y falsas luces no pueden iluminar la realidad que se esconde tras ese gran escaparate social, la Navidad también es que muchos seres humanos estarán pasando hambre mientras otros tirarán a la basura restos de excesos y copiosos banquetes, la Navidad también es que mientras unos estarán plácidamente cantando y bebiendo otros estarán bajo el yugo de regímenes totalitarios, apesadumbrados, sin ver el final del túnel que les lleve a la libertad, sin poder ofrecer un futuro a sus hijos, haciéndose esto especialmente presente en Palestina, paradojas de la historia donde se dice comenzó todo, donde un estado que nació vulnerando el derecho internacional (buque Éxodo) y que sigue vulnerándolo, cometiendo atentados (hotel King David) y que sigue cometiéndolos, les somete a controles arbitrarios y humillantes, donde no dejan pasar ambulancias pese a la gravedad de los heridos o las parturientas, donde se arrebatan tierras y aguas, donde se detiene a niños y se les condena sin juicios justo, y cuando los hay, sometidos a un tribunal militar del estado agresor, donde se les derriba hogares, se dispara a civiles desarmados e inclusos a periodistas para que nunca salga a la luz la verdad, una teocracia disfrazada de democracia donde tiene más peso la Torá que la Constitución o la Carta de los Derechos Humanos, pero Occidente mira para otro lado y hacen una pirueta de cinismo e hipocresía tildando a los oprimidos de terroristas y a los ocupantes de nación seria y responsable, mirando para otro lado mientras los delitos continúan  cometiéndose día a día.

La Navidad también es, que mientras unos estarán con falsas sonrisas y simulados abrazos, otros muchos ancianos estarán apilados y abandonados en residencias cutres y de mala muerte, nunca mejor dicho, llevando por compañera la tristeza, la soledad y la melancolía, añorando besos y abrazos y palabras de consuelo.

La Navidad también es que mientras muchos políticos estarán gozando de pantagruélicos ágapes, pagados por terceros, muchos enfermos estarán en listas de espera infinitas, pendiendo de un hilo que pueda ver sanada su enfermedad o al menos paliado su dolor, dejados de la mano de Dios, sufriendo el deterioro de la sanidad pública, porque es un rival muy incómodo para la privada y además resta méritos y beneficios.

Que lejos queda aquella verdadera Navidad en que se compartía lo poco que se tenía, unos pestiños caseros, una copita de anís y un ambiente de solidaridad y verdadera fraternidad, que se ha ido apagando como esas velitas de antaño, sustituidas por las luces led y la conciencia olvidada, donde en el Belén de la realidad cada vez hay más rebaño y menos pastores.

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