La primera vez que escuché a Las Niñas fue con Caravana de mujeres. Luego me puse a escarbar y descubrí La perfecta cuñada y todo lo demás, y a Patricia Petibon cantando Les filles de Cadix, de Léo Delibes. Las sopranos más grandes han cantado Les filles de Cadix, pero solo Petibon lo ha hecho desde Cadi, creo que inspirada en Las Niñas y también con la sombra del carácter de La Legionaria, que tan bien transcribe Fernando Quiñones, y que ha marcado a toda una generación de mujeres hacedoras de Carnaval, empezando por La Koki, compañera de adoquín de Ana López Segovia.
Cuando Tomás Navarro Tomás pronunció su discurso de acceso a la Real Academia Española, 1935, lo hizo con “El acento castellano”: “Toda lengua es grata, dulce y armoniosa para quien la habla como idioma natal.”, decía entre otras cosas.
Ana López Segovia pronunció un breve discurso al recoger el premio Max de teatro al Mejor Espectáculo Revelación por El viento es salvaje. Fedra y Medea en Cádiz. El resumen de ese discurso es “Vivan los acentos, sean de donde sean.” Y es que se siguen denostando los acentos, y a las personas que los usan, de determinadas regiones o clases sociales. En España, en Francia, en Alemania y en todas partes. Sigue existiendo la pesadilla, que no sueño, del acento ideal perfecto, para resultar que el vallisoletano está cargado de un laísmo insoportable; insoportable si se quiere imponer como el español perfecto. Porque no es solo el acento, es el léxico y es, sobre todo, el origen que delata la forma de hablar. Hay acentos que no deben preocuparse, el vasco, por ejemplo; otros deben ocultarse porque huelen a pobre: el andaluz o el extremeño; el catalán deberá probar que no es independentista para ser tolerado.
Es la lucha permanente de las elites contra las clases populares, la alta cultura contra la cultura popular, en el que el Carnaval tiene todas las de perder. El teatro de Las Niñas de Cádiz surge del Carnaval e incorpora muchos de sus elementos desde sus primeros trabajos con Chirigóticas, tras un largo proceso de años. Un teatro sólido, un Carnaval genuino.
El reconocimiento a Las Niñas de Cádiz, por El viento es salvaje, algo tan gaditano como el viento, sobre todo la levantera contra la que hay que tapar hasta los desagües de los lavabos, es el reconocimiento a Ana y a sus hermanas, en primer lugar. Romanceros medievales en la mejor tradición literaria oral o de cuerda, chirigotas desvergonzadas pero con la seriedad formal de la rima poética, cuidado por el mantenimiento de elementos culturales muy importantes como el mamarracho, intertextualidad, artefactos teatrales de comicidad moderna y contemporánea. La lista es inacabable.
Quien crea que el Carnaval es una gamberrada no estará lejos, quien crea que solo es una gamberrada estará muy lejos. El Carnaval fue ahormado por la literatura y el teatro durante la Edad Media y siguió dentro de ese proceso hasta hoy. Las Niñas de Cádiz son, seguramente, la esencia de ese proceso en Cádiz, en mi opinión del Carnaval más evolucionado del Mundo, dentro de su propio proceso.
Ana apeló a sus raíces más allá del Carnaval, y es que como el mismo Javier Osuna ha explicado muchas veces, el flamenco es uno de los elementos que ha ofrecido impronta al Carnaval de Cádiz. Así, Ana se acordó de Jerez, un recuerdo muy bien traído y muy coherente con la reivindicación de “los acentos sean de donde sean”.
El acento lo tenemos todos, no existe un acento neutro sino un ideal, para mí una pesadilla, de perfección unificadora en el uso de la lengua y que luego se extiende a todo. Decía Darío Fo que quien no tenga acento que se lo busque. El acento, el personal y el regional, es un elemento indisoluble de la lengua y central en nuestra identidad. La diversidad lingüística muestra la diversidad humana, esa contra la que tantos que se dicen amigos de la libertad luchan, en realidad. “Vivan los acentos”, los lingüísticos y los vitales.
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