40.000 personas sin hogar viven en las calles de España, según Cáritas, aunque algunas de esas personas puedan refugiarse por un tiempo, de vez en cuando, en albergues. Hay 20.219 plazas, según un estudio de 2019. Estamos en 2021.
Hay, al menos, dos formas de vivir en la calle: vivir sin casa y vivir durmiendo directamente sobre los adoquines. Como hay dos situaciones, la de las personas que ya viven en la calle desde hace un tiempo, o mucho tiempo, y las personas que van a ser lanzadas a la calle. Nuestras sociedades europeas, ricas, no tienen deseo para resolver estas situaciones. Ahora que vuelve el turisteo, durante una pandemia todavía no resuelta, entre las primeras cosas que aparecen son los pisos ilegales para turistas.
El turismo de masas, concebido como ahora mismo está, destruye los centros de las ciudades, dispara el precio de la vivienda, expulsa a løs vecinøs hacia las zonas más alejadas, pero con unos precios también demasiado caros, porque el efecto del precio de la vivienda se extiende por toda la ciudad y no solo por las zonas turísticas.
La vivienda se ha convertido en un producto de inversión desde hace tiempo, un producto para la especulación: los bancos no dan intereses o los dan negativos, los precios de las hipotecas están entre el 1% y el 2% ahora mismo. Los intereses de las hipotecas permitieron a personas que tenían ahorros, o a empresas, adquirir viviendas para especular con ellas.
Cuando se habla de la necesidad de la regulación del mercado de la vivienda y de sus precios hay no pocas personas que se echan las manos a la cabeza, escandalizadas, gritando que España se hace comunista. Sin embargo, existen sectores regulados y cuyos precios no son exactamente libres: los transportes, los bancos, la bolsa, los seguros, la asistencia sanitaria y los medicamentos, el juego, el sector agro-alimentario, el agua, las basuras, la luz.
El motivo por el que estos sectores están regulados es la necesidad de garantizar el buen funcionamiento del mercado, la defensa de los derechos de los usuarios y la defensa del medio ambiente. ¿Cuál es el único motivo por el que la vivienda no es un bien protegido como lo son las aspirinas o el tratamiento contra el cáncer? Es un motivo ideológico, en contra del artículo 47 de la Constitución de 1978. Un artículo igual de declarativo que el resto de los artículos que imponen la regulación a los bancos, a los seguros o a las eléctricas.
La ideología que permite especular sin control con la vivienda y no hacerlo, de momento, con las aspirinas es el neoliberalismo, que ha venido permitiendo que la luz, el agua, las basuras, etc., tengan cada vez menos control y sus precios hagan a los ciudadanos la vida muy difícil. El consumo, y los impuestos sobre el consumo, impiden una redistribución justa y digna de la riqueza en una sociedad, y conducen a mayor pobreza a los pobres o a las personas que están en esa situación económica de peligro hacia la pobreza.
Hay viviendas suficientes para que todo el mundo tenga un techo sobre su cabeza, solo hay que buscar una solución cuya ideología sea la más justa para todøs. No creo que el neoliberalismo sea la ideología más justa. La libertad de precios para relojes de lujo, para hoteles o para comprarse un cochazo me parece muy bien. Lo curioso es que los precios de la gasolina para ese cochazo sí están regulados, y eso permite pensar que es posible hacerlo, que no hay maldad en hacerlo, que solo es una opción política e ideológica tan legítima como las demás.
La vivienda debe convertirse en un bien protegido y regulado por el Estado, del mismo modo que hay otros sectores regulados. ¿Cómo es posible que algo tan sagrado como tener un techo bajo el que vivir esté al albur de lo que digan los propietarios y el precio de la luz o del agua lo fije el Estado?