A vueltas con la bandera y el 4D

Utilizar y apropiarse de la simbología de la bandera andaluza y del 4D, ahuecando su contenido y banalizando su sentido y su historia, no va a servir para mucho al pueblo andaluz

Andalucista militante de Adelante Andalucía-Izquierda Andalucista

El presidente andaluz, Juan Manuel Moreno, con la bandera de Andalucía al lado.

Nos congratulamos de la conversión andalucista de un sector importante de la derecha andaluza y la institucionalización del 4D como día de la bandera. Sin duda es una buena muestra de la pujanza del sentimiento de pertenencia andaluza de una parte muy mayoritaria de nuestra sociedad, y también es una buena muestra del oportunismo político del partido actualmente en el gobierno de la Junta al igual que lo fue del partido que durante casi cuarenta años ocupó el mismo gobierno.

Ambos en sus iconografías han utilizado la bandera a conveniencia y han desempolvado sus referentes propios, en un caso Manuel Clavero Arévalo y en otro Rafael Escuredo, cuando les ha convenido. Y les ha convenido especialmente cuando querían confrontar con un Gobierno del Estado de diferente color político, así lo hicieron Manuel Chaves, José Antonio Griñán y Susana Díaz y lo hace ahora Juan Manuel Moreno. Revestirse de andalucismo estéticamente le vino bien al centro izquierda y el centro derecha está tomando la misma táctica, y también le está sentando bien.

Pero utilizar y apropiarse de la simbología de la bandera andaluza y del 4D, ahuecando su contenido y banalizando su sentido y su historia, no va a servir para mucho al pueblo andaluz. La bandera de Andalucía, llamada arbonaida, es una enseña de lucha, de rebeldía al igual que el 4 de diciembre de 1977 fue también un día reivindicativo, de orgullo andaluz y de golpe en la mesa después de décadas de subordinación y menosprecio.

El andalucismo político fue y es la herramienta transmisora de la reivindicación del pueblo andaluza por una Andalucía que abandone los primeros puestos de España y Europa en desempleo, pobreza, fracaso escolar o incluso ratios de mortalidad. Desde un regionalismo pacato y de cartón piedra es imposible reivindicar y confrontar realmente, no sólo cuando conviene, contra el gobierno y las estructuras económicas que nos mantienen en una situación subalterna dentro del estado español.

El problema andaluz es una cuestión de Estado, o más bien debería serlo, sólo en la transición y a raíz del encaje constitucional de Andalucía en el marco de España estuvo la cuestión andaluza en el centro de la política estatal, después desapareció. Ninguna de las opciones políticas que han gobernado nuestro país en solitario o en coalición han puesto sobre la mesa que los ratios económicos y sociales que sufrimos deben tener una apuesta decidida por articular soluciones urgentes, efectivas  y prioritarias.

En casi cinco décadas de democracia la gran mayoría de parlamentarios y parlamentarias que se han sentado en los escaños del Congreso de los Diputados y en el Senado elegidos en sus circunscripciones andaluzas han obedecido a sus direcciones en Madrid y han vuelto la cara cuando se les ha conminado a defender a sus electores.

No se puede reivindicar Poder Andaluz con la boca pequeña cuando no se está dispuesto a poner en el centro la cuestión andaluza e incluso cuando no se gobierna para la mayoría social del pueblo andaluz sino para una elite dirigente y económica a la que se recompensa con menor presión tributaria mientras se siguen deteriorando servicios públicos esenciales para el común de la ciudadanía.

El andalucismo político no es una pose, no es seudofolclorismo no es marketing, es una necesidad del pueblo andaluz para salir de la situación endémica de postración económica, social y cultural, es una herramienta para analizar nuestra realidad, dar soluciones y defender nuestra identidad como pueblo. Andalucía no necesita ser California o Dinamarca necesita ser ella misma, ser escuchada, defendida y reivindicada para que ocupe el espacio que por peso demográfico y potencial económico merece ocupar en el contexto europeo.

Sólo desde la izquierda se puede ser andalucista y solo desde el andalucismo se puede ser de izquierdas en Andalucía ya que nuestro país necesita transformar las estructuras tanto internas como externas que la mantienen en la situación actual y sólo desde un andalucismo reivindicativo será posible que voces discordantes y no vasallas representen a la mayoría social del pueblo andaluz en los centros de decisión del Estado.

Ya lo decía José Aumente, ideólogo andalucista, en 1980: “… en concreto, el nacionalismo andaluz es la ideología potencialmente más “revolucionaria” que hoy puede ofrecerse en la coyuntura económica y social de nuestro país”.

Las circunstancias, desgraciadamente, no han cambiado mucho y la reflexión está totalmente vigente.

Archivado en: