En política, lo importante no está en lo obvio, en los eslóganes y mensajes preparados, en los argumentarios dispuestos a convertirse en titulares. La vicepresidenta del Gobierno de España y titular del Ministerio de Trabajo, Yolanda Díaz, ha estado este sábado en Valencia en la presentación de Sumar, que no se sabe aún si será una asociación, es lo que es en la actualidad, un partido político, una coalición electoral o un club de senderismo del laborismo amable.
Lo importante de la jornada de Díaz en la capital del Turia no ha sido el abrazo con el alcalde Joan Ribó; ni el café que los estrechos colaboradores de Díaz se han tomado con Joan Baldoví, previsible candidato de Compromís a las elecciones autonómicas y actual diputado de la coalición valencianista en el Congreso; ni el beso protocolario entre la ministra y Héctor Illuecas, vicepresidente de la Generalitat Valenciana y líder de Podemos en el país de Joan Fuster.
Lo importante del acto público de Díaz en Valencia tampoco ha sido la sonrisa con la que la ministra intenta sortear la decisión de si quiere ir a las elecciones con Podemos o si su proyecto pasa por romper con los morados y aventurarse a construir un espacio propio con el apoyo del Partido Comunista de España, que ha encontrado en la ministra una nueva oportunidad para sobrevivir.
El acto público de Yolanda Díaz se ha celebrado en Paterna, la tercera ciudad más poblada del área metropolitana de Valencia donde Mónica Oltra se instaló con su familia cuando en 1984 regresó de Alemania, donde sus padres emigraron a trabajar y buscar la libertad prohibida en España. Lo importante en política es de lo que no se habla, lo que se obvia, lo que no está en los argumentarios. El mensaje sobreentendido que sobrevolaba este sábado en el encuentro de Sumar en Valencia tenía nombre y apellidos: Mónica Oltra Jarque.
Oltra, como Díaz, se afilió muy joven al Partido Comunista de España y proviene de una familia comprometida políticamente. Fue Mónica Oltra quien tuvo la idea de organizar un diálogo entre mujeres progresistas de distintos partidos políticos que terminó impulsando a nivel nacional la figura de Yolanda Díaz como posible candidata del espacio común de las izquierdas, evento celebrado en el Teatro Olympia de Valencia en noviembre de 2021, hace justamente un año.
En política un año no tiene 365 días, a veces un año puede ser un siglo; que se lo digan a Mónica Oltra, que ahora mismo está en su casa, después de tener que dimitir por un caso de libro de lawfare impulsado por la ultraderecha y Ribera Salud -la empresa privada que gestionaba los hospitales valencianos que han sido desprivatizados-, a la espera de que se resuelva la investigación, que no será inminente al pedir el juez una prórroga de seis meses e introducir a nuevos investigados en la causa.
No hay caso de lawfare que sea rápido. Mantener a los investigados en un limbo de injusticia es el denominador común de los procesos en los que el poder económico, junto con los poderes mediáticos y judiciales, lleva a un político indomable a un auto de fe a la plaza del pueblo. Emitido en directo, por supuesto. El poder mediático es coautor de los casos de lawfare, que es una nueva modalidad, más depurada y fina, de hacer desaparecer a dirigentes progresistas que llegan a la política no para adaptarse a los límites de lo posible, sino para hacer lo imposible por conseguir lo justo para las clases medias y populares. Nadie pierde sus privilegios pacíficamente, mucho menos el lobby sanitario que ha sido descabezado en la Comunidad Valenciana.
Yolanda Díaz no ha tenido un solo mensaje público de apoyo a la ministra de Igualdad, Irene Montero, víctima estos días del acoso mediático, judicial y político de la ultraderecha a cuenta de la ley del sólo sí es sí, pero tampoco lo ha tenido para Mónica Oltra, la hija de obreros emigrados a Alemania que echó al PP en la Comunidad Valenciana en 2015 y que logró que el progresismo popular, la suma de Compromís y Podemos, superara en votos y diputados a un PSPV-PSOE que llegó a la Presidencia de la Generalitat Valenciana con el peor resultado electoral de su historia.
En 2019, el presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, adelantó las elecciones valencianas para hacerlas coincidir con las generales, con un claro objetivo: evitar unos comicios donde Mónica Oltra pudiese brillar por sí sola. Los resultados del Compromís liderado por Oltra junto con Podemos volvieron a superar en votos al PSPV-PSOE. El sueño húmedo de los socialistas valencianos hace tiempo que es desprenderse de Mónica Oltra, que es la persona que más lejos ha llevado el espacio político progresista y valencianista en los últimos 40 años.
Desde hace cinco meses, cuando Mónica Oltra dimitió, han cambiado muchas cosas en la política valenciana. Lejos están los abrazos y la complicidad que Yolanda Díaz y Mónica Oltra se regalaron en el teatro Olympia, junto con la líder de Más Madrid, Mónica García; la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y Fátima Hamed, líder del Movimiento por la Dignididad de Ceuta y diputada en parlamento de la ciudad autónoma.
Las relaciones dentro de la coalición Compromís tampoco son las mismas. El Bloc Nacionalista Valencià decidió no esperar a que se resuelva el caso de lawfare contra Mónica Oltra y designó candidato a Joan Baldoví, que está a la espera de someterse a primarias en febrero, con lo que los nacionalistas valencianos lanzaron el mensaje de que dan por amortizada a la exvicepresidenta de la Generalitat, provocando un enfado furibundo en Iniciativa del Poble Valencià, el partido de Mónica Oltra, quien dejó plantado a Baldoví en un mitin en Alicante a los pocos días de la designación de éste.
El enfado en el partido de Mónica Oltra subió de temperatura por el apoyo de Yolanda Díaz a la candidatura de Joan Baldoví, a escasas dos horas de postularse y, nada más ni nada menos, que en el canutazo de prensa en los pasillos del Congreso de los Diputados antes de comenzar la sesión de control al Gobierno. En Iniciativa del Poble Valencià entendieron que Yolanda Díaz cambiaba el cromo de Mónica Oltra por el de Joan Baldoví, alineándose con el partido nacionalista en lugar de con los ecosocialistas de Iniciativa, surgidos de una escisión de Esquerra Unida y más afines ideológicamente a Unidas Podemos que el Bloc Nacionalista de Joan Baldoví.
En los dirigentes de Podemos e IU en la Comunidad Valenciana tampoco sentó bien que Yolanda Díaz apoyara públicamente a un competidor electoral. Tal fue el fuego que se levantó que Díaz y sus colaboradores se vieron obligados al día siguiente a tirar de teléfono y llamar a los medios de comunicación para desdecirse del apoyo a Baldoví. El fuego ya era difícil de sofocar. Así, la relación en estos momentos entre Yolanda Díaz y Mónica Oltra es inexistente.
Los de Mónica Oltra no reconocen a esta Yolanda Díaz y la esperanza que despertó, consideran que la ministra de Trabajo está siendo ingrata con la mujer que fue fundamental para el cambio de ciclo político en 2015, para armar la coalición de Unidas Podemos en el territorio valenciano y que seguirá siendo imprescindible en el futuro.
En política no hay nada casual. No es casual que la ministra de Trabajo no se haya visto con Aitana Mas, vicepresidenta de la Generalitat Valenciana y ahora mujer fuerte del espacio ecosocialista dentro de Compromís, quien aún no ha decidido ni descartado presentarse a primarias frente a Joan Baldoví. No es casual que Yolanda Díaz haya estado en el pueblo de Mónica Oltra y no se haya visto con Mónica Oltra. En política lo importante está en lo que no se cuenta, lo que hay detrás de las sonrisas de argumentario.