Lo ideal sería que, con sol o sin sol, hicieras lo que realmente te gusta, aquello que produzca en ti placer y agrado.
En esta singular parte del mundo, sur de Europa, a veces para los meteorólogos es difícil acertar con la predicción del tiempo, y más si lleva añadido los efectos del cambio climático sobre los seres vivos. Tuvimos un octubre exagerado de calor, nos pronosticaron un invierno frío pero seco. Sin embargo, aquí nada es lo que parece y llevamos prácticamente mes y medio con cielos grises, lluvias desmedidas y rachas de vientos de película.
El mal tiempo nos afecta a todos y a todas, a pesar de que algunos lo apreciemos menos. Se han realizado investigaciones que así lo demuestran. Por ejemplo, se ha comprobado que a través de la exposición solar se incrementan los niveles de serotonina, un neurotransmisor que influye en nuestro equilibrio anímico, mientras que la ausencia de luz favorece el incremento de melatonina, hormona que sirve para regular el ciclo diario de sueño. De ahí que en las estaciones con menos horas de sol (otoño e invierno) experimentemos mayor somnolencia y cansancio físico.
Y si los cambios bruscos de temperatura ya de por sí pueden producir alteraciones en el sistema nervioso, cuando éstos se mantienen, no hay quien escape a su influencia. Así que cuando las inclemencias meteorológicas se mantienen —escasa luminosidad, cielos grises, lluvias constantes, vientos desapacibles…— es más fácil experimentar estados de tristeza, melancolía, bajadas de energía, etcétera.
Pero estas alteraciones emocionales se aprecian más en gente muy sensible o que se encuentran en situaciones complicadas concretas: personas que están pasando por momentos difíciles y delicados por circunstancias de la vida. Quién no ha escuchado alguna vez a un familiar o conocido frases del tipo: "No soporto más este tiempo", "a mi estos días de nublados me sientan fatal", "no puedo hacer nada con este tiempo"...
Pero estas alteraciones emocionales debido a la climatología se aprecian más en gente muy sensible o que se encuentran en situaciones complicadas concretas
Y es que estos tiempos invitan a recogerse, a aislarse aunque no se quiera. Y cuando no podemos mantener nuestras ocupaciones rutinarias, esas que nos hacen sentir bien, esas actividades que nos aportan una dinámica y un sentido al día a día, todo lo adverso al ánimo se intensifica. Empezamos a aislarnos a alejarnos de todo y eso nos permite entrar en estados más contemplativos donde es fácil encontrarnos mirándonos hacia dentro, conectando así con recuerdos del pasado. Y ocurre que si estos recuerdos son tristes, nos sentiremos mal y con el ánimo por los suelos.
Debido a las inclemencias del tiempo, permanecemos más tiempo en casa y hacemos menos actividades rutinarias que antes. Al estar más tiempo en casa, nos relacionamos menos, salimos menos a la calle y si el mal tiempo perdura y perdura… podemos entrar en un círculo vicioso: “Cuanto más estoy en casa, menos actividades hago, más pienso en el pasado y más me entristezco, y cuanto más me entristezco, más pienso en el pasado, menos actividades hago y más estoy en casa”. Hay personas que a pesar de todo intentan estar activas y aprovechan para arreglar la casa, limpiarla más a fondo, aunque el limpiar por limpiar, simplemente por estar ocupado, te puede volver a meter de nuevo en ese bucle porque no son actividades estimulantes que llenan tu vida.
Lo ideal sería que, con sol o sin sol, hicieras lo que realmente te gusta, aquello que produzca en ti placer y agrado. Por ejemplo, si lo que te gusta es ver gente, relacionarte, organiza alguna quedada en tu vivienda o en su caso en la de algún amigo/a. Si te gusta hacer deporte al aire libre, intenta conformarte con los polideportivos o gimnasios, o haz lo que puedas en casa. También puedes realizar actividades que abandonaste por falta de tiempo, como retomar aquel libro que dejaste a medias, tocar la guitarra, escuchar música, pintar, sacar los juegos de mesa, ver series o practicar la relajación.
Lo ideal sería que, con sol o sin sol, hicieras lo que realmente te gusta, aquello que produzca en ti placer y agrado
Arriésgate un poco, no seas cómodo/a y a pesar de todo, sal fuera, ve al cine, al teatro…no temas mojarte un poquito. Imagínate que vives en un país europeo donde lo raro es que no llueva…Holanda por ejemplo. Sin embargo, los holandeses siguen con sus rutinas placenteras. Intenta mantener al máximo ese nivel de actividades que te producen satisfacción.
De todas formas no me dirás que nunca te has quedado absorto mirando ese espectáculo de la naturaleza, ver como llueve a través de tu ventana, escuchar el sonido suave y monótono golpeando los cristales o el techo, cuando estás en la cama, puede ser muy relajante y placentero. Intenta encontrar también lo positivo, sobretodo porque en el fondo, sabes que es algo temporal, no durará para siempre y sobrevivirás a pesar de todo. Además, cuando deje de llover y luzca el sol te maravillarán los colores vivos y brillantes, el cielo más azul que nunca, la atmósfera limpia…
Y ya que sabes tantas cosas, tenlas en cuenta para más adelante. Y por ahora, comienza con un nuevo patrón de conducta y disfruta de esta esperada y deseada primavera. Al mal tiempo, buena cara.
Francisco Javier Rodríguez del Valle es psicólogo clínico e hipnólogo.
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