Silvia empezó a bailar desde muy pequeña, aunque en su familia no tenía precedentes. Fueron sus amigas las que la animaron a apuntarse a clases de flamenco, con siete años, y fue la única que se mantuvo en el tiempo, hasta cumplir la mayoría de edad. Las demás no continuaron. Con el paso de los años empezó a practicar otras disciplinas y descubrió la danza india, que se ha convertido en su gran pasión de un tiempo a esta parte. Hasta estuvo en la India, para hacer un curso. “Pasé de llegar al llegar al aeropuerto y decir qué asco, qué peste… y una hora y media después estaba encantada, diciendo que era una maravilla y que no me quería ir”, relata Silvia Marchena (Cádiz, 1983), una bailarina que ha iniciado una campaña de micromecenazgo para recaudar fondos con los que costear su tratamiento y, sobre todo, las cremas corporales que necesita tras sufrir graves quemaduras en una actuación.
Unas velas, colocadas a pies del escenario, son las causantes de que Silvia tenga gran parte de su cuerpo con quemaduras de tercer grado. Desde la tarde del 31 de mayo de 2019 su vida ha dado un giro. Con una compañera, se preparó una actuación con fines benéficos, para una ONG de Jerez, y fue mientras esperaba que terminara de bailar, cuando se quemó su pierna izquierda, los brazos y la espalda. “Cuando miré para abajo tenía el fuego en la falda hasta la rodilla, intenté quitarme la falda y se me extendió por el brazo…”, relata a lavozdelsur.es. Silvia cuenta que, entonces, cruzó un patio y se tiró a una piscina que había en la vivienda en la que actuaba. “Me apoyé en el bordillo al salir y no tenía dedos, estaban como pegados”, señala.
Silvia, en un momento de la entrevista. FOTO: MANU GARCÍA
La gaditana, que reside en El Puerto, estuvo un mes ingresada en la Unidad de Grandes Quemados del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla, hasta donde sus familiares iban cada día desde la localidad portuense para visitarla. “Los veía a través de un cristal y solo tres horas al día”, recuerda, “estaba en un aislamiento total”. Desde el incidente, Silvia se ha sometido a tres operaciones, dos de ellas para injertar piel en zonas quemadas de su cuerpo y una tercera para reconstruirle la pierna izquierda, ya que se quedó coja como consecuencia de las quemaduras. “Y puede que me quede una cuarta y luego una quinta…”, dice resignada.
Pero en su mente solo está volver a bailar. En su casa ya lo hace, delante del espejo, y acudirá a festivales donde participará en talleres, hasta donde su cuerpo le permita. “Echo mucho de menos el baile”, sostiene, y también otras acciones cotidianas como poder pasear a su perro o ir al cine. “Estuve viendo el Joker y lo pasé fatal, no puedo estar tanto tiempo sentada”, cuenta. Silvia ha tenido etapas en las que tomaba 15 pastillas diarias, ha perdido las glándulas sudoríparas en la mitad de su cuerpo y debe untarse con crema corporal a lo largo del día para aliviar las quemaduras. “No son baratas”, dice, por lo que meses después de centrarse en su recuperación se ha percatado de que con lo que recibe por su baja laboral no le llega para costear su tratamiento y medicamentos.
Un detalle del brazo de Silvia. FOTO: MANU GARCÍA
“He estado tan preocupada en recuperarme que no me he parado a mirar la cuenta del banco”, señala Silvia Marchena. Solo en cuidados para la piel y pastillas emplea entre 200 y 300 euros mensuales. Después del susto y de los problemas para costear los cuidados que requiere, la bailarina se ha encontrado con otro inconveniente: el seguro del lugar donde actuó le niega la indemnización. “Tendré que ir juicio”, relata. De momento tendrá que pagar a un forense para que la examine. “Había allí 100 personas que me vieron ardiendo”, se queja, por lo que no entiende los reparos de la compañía aseguradora.
Silvia, que llevaba seis años trabajando como profesora de inglés en una academia de Rota, percibe desde que está de baja una cantidad un 60% inferior a su sueldo, por eso inició una campaña de micromecenazgo —se puede aportar en GoFundMe, pinchando aquí— que la ayudará a aliviar momentáneamente su situación económica.
“He visto mucha solidaridad”, dice la bailarina, agradecida, “aunque también está quien me juzga y quien crea que todo lo que hago ahora es con el dinero que estoy recaudando”. No lleva bien los “prejuicios”. “Hay quien te dice que te ve muy bien, pero me estoy muriendo por dentro. Me entra ansiedad cuando la gente dice: estoy que ardo, on fire…”, señala. Tampoco soporta ser tan dependiente. “Hasta hace un mes no me podía duchar ni peinar sola, tampoco puedo conducir…”. Aunque Silvia, lo que más añora, es bailar, actuar ante el público. Su última vez, de momento, fue en mayo de 2019. La próxima espera que sea lo antes posible.
Comentarios