...8...corazón que no siente

Me encantan esas personas que aún se ponen coloradas,  porque no aprendieron a mentirle a la piel…

En mí resulta raro sonrojarme,  es la consecuencia de trabajar a diario con extraños y simular cercanía. Tener que ser familiar , amable, simpática con absolutos desconocidos para que te dejen entrar en sus vidas, crea poso y eso desgasta la espontaneidad.

Aún así aprecio la capacidad de ruborizarse de la gran mayoría de seres humanos. Esas extrañas personas que no controlan sus reacciones y se ponen colorados a golpe de cumplido . Es mágico.

Dicen que las mejores cosas de la vida te suceden cuando menos te lo esperas, y así fue como conocí a Max.

Apareció un día en mi vida sin previo aviso.

Salí de la ciudad un par de semanas por trabajo y al volver, allí estaba, con un pequeño café francés en el soportal de mi casa -al parecer había un local en alquiler desde antes de que se hiciera el edificio, antigua portería,  y a él le habían sobrado dos semanas para reformarlo, decorarlo, pedir permisos y hacer una inauguración como Dios manda.

Lástima habérmelo perdido -pensé al verlo.

Estaba en la puerta fumando, cuando aterricé del taxi cargada de bártulos . Sólo lo imprescindible para dos semanas de trabajo fuera de casa – ¡JODER! , ¿ de dónde ha salido ?.

Inmediatamente se ofreció a ayudarme con el equipaje . Él y sus 80 kilos de músculo,  sus casi dos metros y por supuesto su pelo largo y su acento de nosoydeaquiperotampocodemuylejos .

Incapaz de articular palabra ante semejante panorama, le dejé acompañarme hasta casa, y de paso que fuera aprendiendo el camino.

Internamente, además de dejarme con un calentón del quince, dí gracias a Todos los Dioses del Olímpo por haber colocado aquella criatura sobrehumana instalada justo bajo mi apartamento –subió las maletas por las escaleras de una sóla vez y me esperaba en la puerta del piso mientras el ascensor me acompañaba tranquilamente . 

–Si me necesitas para cualquier cosa, trabajo justo en la entrada – y me cogió por la cintura rodeándome con una sola mano para plantarme un  beso junto a la boca de esos de película en blanco y negro . Sentí como el calor me subía a las mejillas .

Ese “cualquier cosa” me hizo imaginar una escena con menos ropa acompañada de mi nuevo vecino Max y él lo sabía.

-Bajaré a tomar un café en cuanto me recupere del viaje (y me de una ducha fría ), muchísimas gracias por ayudarme, me llamo Beatriz. 

-No me hagas subir a buscarte (y ducharte yo mismo). Todo el edificio ha pasado ya por mi café menos tú.

Aquella atracción irracional había que pararla de algún modo, así que me informé de sus horarios para evitar tropezarnos casualmente y lo conseguí durante unos meses. No estaba preparada para tener una relación, ni un follamigo , ni roce de ningún tipo y menos con el nuevo vecino por muy irresistible que me resultara.

Mis paseos por Central Park se alargaron después del trabajo, esperando que Max cerrara su café -era imposible ignorarlo teniéndolo tan cerca, de modo que mis conversaciones imaginarias con cuanta mascota coincidía,  se hicieron un habitual en mi vida , todo por evitar llegar temprano a casa. -¿No os pasa que mantenéis conversaciones con vuestros perros y gatos e incluso hacéis sus voces cuando os contestan? , a mí constantemente.

– Ohhh, ¿me echabas de menos ?. Siii, lo sé,  hoy he llegado un poco más tarde de lo normal…..

– uauhhhhh, rrrr, uhhhhh

– Ya, no me lo digas, la perrita que te gusta debe estar ya paseando….

– auhhhh¡

– ¿Qué va a encontrar un novio mejor que tú? 

– AUHHH, AUHHH, AUHHH! !!!

– Mira chico, te lo voy a decir alto y claro : NO HAY UN PERRO MÁS GUAPO QUE TÚ EN TODO EL BARRIO. Si se busca otro, ella se lo pierde ¡. ¡Venga vamos,  salgamos a correr un rato! 

(Toda esta conversación con Sr.Gómez,  es mantenida mientras hago pipí con él en el baño, intentando esquivar que olisquee mis braguitas,  me muerda los tobillos o me robe el pantalón – esto considerando que SR.  Gómez es un labrador grandote es toda una proeza).

Noviembre empezaba a despuntar. Las hojas de los árboles adornaban las aceras de tonos ocres . Me encanta esta época del año.  El frío del anochecer invita a manta y sofá frente a la chimenea de mi viejo apartamento,  sobre todo después de salir a correr con Gómez y tomar una ducha calentita mientras me espía tras las cortinas de la ducha.

Aquella tarde salió corriendo escaleras abajo sin esperarme . Al llegar al portal lavaba a lametones a un minúsculo cachorro de chihuahua que Max tenía en brazos.

-¿Qué hacés aquí? -le pregunté con mi tono de voz de enfadada.

– ¿Me estás evitando? -dijo él con su sonrisa de niño malo grande. Vivo aquí,  en el apartamento de la Sra. Villella,  por fin se ha ido a vivir a España .

Sin darnos cuenta estábamos paseando mientras Sr. Gómez y Roberta jugaban como si fuesen íntimos.

– ¡Me encanta tu perra, es super fea !

– ¡A mí me gustas tú !

Y reímos juntos,  mientras paseábamos a nuestros perros, como si aquello fuera algo habitual en nuestras vidas. Decidí dejarme llevar cuando Max me agarró de la mano -así podría dejar de poner subtítulos a nuestras conversaciones,  y no tendría que evitarlo más. El invierno en New York siempre resulta frío para dormir sola. ..

 

Aquel invierno compartimos confidencias, risas y cama. O cama , risas y confidencias.  Yo creo que es independiente el orden de los factores en cualquier aspecto de la vida, si en medio de una relación siempre se comparten risas y respeto mutuo. 

Era fantástico  estar enamorada de Max. Creo que es el hombre más maravilloso, atento, paciente y romántico que he conocido. Sorprenderle mirándome embobado cuando pensaba que no lo veía,  despejaba siempre cualquier duda que tuviera al respecto sobre sus sentimientos o sus intenciones dentro de aquella relación que teníamos : “Sin condiciones ni condicionantes”-como solía decir. 

Su bar. Roberta . Mi trabajo. Gómez. Nuestros paseos juntos. Las sesiones de cama buscando “el origen de la fusión nuclear “…. Nunca hablamos de nuestra vida anterior. Nunca nos preguntamos por otras relaciones, otros amores. Tampoco hablamos nunca de sentimientos. 

Aunque un día volvió ella a su vida. Allí estaba, instalada en el apartamento de la Señora Villella como si siempre hubiera formado parte del decorado .

Me la tropecé de golpe al volver de uno de mis viajes de trabajo. Un reportaje fotográfico en España me mantuvo lejos casi tres semanas. 

Tres semanas llenas de largas conversaciones telefónicas,  de tequieros llenos de sentimientos que se incrustaban en mi corazón haciendo hueco, con intenciones de quedarse a vivir. 

Tres semanas que me parecieron años .

Años que parecían haber transcurrido entre Max y yo al regresar a su vida y encontrarme a una Esposa instalada en su pequeño mundo. Una Esposa de la que yo desconocía su existencia. 

Sólo hice una pregunta : 

-¿Vas a dejarla?

– Jamás – Fue su respuesta. 

Tras aquello hubo demasiadas idas y venidas. Me había enamorado y creo que Max también.  Así que hice un máster en laprofesióndeamante . 

Nunca llegué a verme en aquel papel. 

Casi dos años después ,  decidí cortar por lo sano (*cortarporlosano=evitar cualquier contacto del tipo que fuera con Max). NADA. Es el mejor modo de olvidar -ojos que no ven , corazón que no siente. 

Cuando nos conocimos algo internamente me decía NO, y yo decidí hacer caso omiso a aquellas advertencias y seguir mis impulsos más primarios. Ahora , tras casi un año de distancia de aquello, él sigue diciéndome tequiero de vez en cuando. Sigue viviendo con su señoraesposa . Yo sigo dispuesta a olvidar , instalada lo más lejos posible de su vida .

 Hay un mar de distancia entre nosotros .

 

 

Isabel Jiménez