Ver-de dentro

'Fragmento encontrado I', por Claudia Vega.

Septiembre. La cantidad de humedad del aire ya era alta, el color cobrizo y siena de las danzarinas hojas ocres destacaba entre los mustios y quebradizos troncos. El olor era de recuerdos y el sabor… ¿No lo recordáis? ¿A qué sabía septiembre? Época de transición donde el verano da sus últimos coletazos y el otoño nos recibe con lágrimas y suspiros. Memorias de desamores, despedidas, vuelta a empezar, olores, madera y dónde el leve susurro del dulce movimiento de las hojas abandonar sus caducas casas en busca de su muerte segura se convierte en el protagonista. Desprendimiento y separación. Infinidad de momentos intrusos y sentimiento de interior. En fin, metamorfosis que ya no se aprecia. Recuerdos e impresiones de un mundo ausente, al que añoramos…

¿Por qué ya no existen las estaciones? ¿Quizás están ocurriendo diversos cambios en nuestro planeta, tantos, que ni siquiera somos conscientes que el cíclico desorden ambiental descontrola nuestra vida? Bien. Con la cercanía y conmemoración del Día mundial del Medio Ambiente y haciendo honor al título de esta sección, quería comenzar por el verde de nuestro entorno.

Sabemos que se lucha diariamente por esta causa, desaparecen especies, se forjan tempestades y huracanes con más frecuencia, la sequía es inseparable de los ríos y pantanos y los destrozos por trombas de agua en lugares donde la pobreza destaca entre la selva, son nuestro pan de cada día. Un pequeño grano de arena en un gran desierto, nos conforma, los meridianos y paralelos del globo se confunden con los desequilibrios. Nuestro sol, si se descuida, combustiona los casquetes desmoronados e intocables. Nos encontramos un desmesurado derroche de plástico entre nuestros supermercados, la comida parece sacada de moldes transgénicos e insípidos y, para colmo, un millón de enfermedades y virus sin juicio médico se desarrollan arrasando con la salud mundial. La salud de nuestro alquiler en el universo, la Tierra, la humanidad. Nos han regalado la perfección, un globo marrón, cerúleo y verde oxigenado por especies diversas que conviven entre ellas con la mayor inteligencia posible… Todas menos una… Desgraciadamente pertenecemos a los “devastadores”. No me gusta generalizar, porque sé que muchos luchamos por cambiar, pero el ansia de poder y de dirigir un planeta sobrepasa nuestro amor por la naturaleza.

“El hombre es un lobo para el hombre” citó un gran filósofo en tiempos remotos y no se equivocaba. Se realizan campañas de reciclaje, ya, en los comercios se potencian, las bolsas reutilizables, los alimentos BIO, y los coches híbridos culminan la industria automovilística, filtramos el agua para no comprar botellas, etc. Se nos hace responsable del consumo de energía, de no comprar productos ecológicos (ya que se eleva bastante el precio), y de los “mares de plásticos” que encontramos en playas paradisiacas. Rompemos nuestro edén con industrias en rías maravillosas, pero esto no es consecuencia de hoy, ni ayer, es una derivación provocada desde hace muchos años. La contaminación química, emisión de gases… La economía verde apunta a reducir riesgos ambientales y a minimizar la escasez ecológica. Debemos impulsar reformas y ser consistente. “La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”, decía Nelson Mandela.

En cuestiones de desarrollo subyacen problemas de distinta índole (económicos, ambientales, tecnológicos, socioculturales y políticos) y hay veces que sólo percibimos “la punta del iceberg” Pero no podemos abordar el tema sin conocer sus causas. La educación es íntima amiga de un desarrollo sostenible.

En conclusión, cuidemos entre todos ese gran regalo del que disfrutamos y debemos ser conscientes que ni todo el dinero del mundo podrá comprar el cinabrio de las selvas, el azul de los cielos, los olores de las flores exóticas, la belleza de ríos cristalinos, las manadas de animales salvajes, tomates con sabor a tomate, las puestas de sol en playas de arena blanca, la grandiosidad de altos árboles que alcanzan el cielo… en definitiva, la esencia de la vida. Tememos que el día de mañana nos convirtamos en actores de un escenario gris y mustio, que nuestros herederos vivan en un lugar sin matices ni sensaciones, donde el desconocimiento y la ignorancia de que alguna vez tuvimos un mundo nuestro, el cual, con egoísmo y debilidad fuimos rasgándolo hasta convertirlo en pedazos de fotogramas imposibles de volver a unir. Luchemos juntos por que nuestro globo se eleve hacia el infinito y no seamos un planeta cuya luz interior se apagó y se quedó en el olvido, deambulando entre los satélites y estrellas, olvidando que un día en su interior se forjó la vida…”

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