“Aquí siempre huele bien”, dice la voz en off de un vídeo que la empresa Aromas de Medina enseña a los visitantes que se acercan hasta el kilómetro 1,5 de la carretera entre Medina y Paterna, donde tienen su fábrica y una tienda que no para de despachar dulces navideños. La decoración del lugar, con arcos moriscos y detalles que recuerdan al pasado árabe de la localidad gaditana, sirven de homenaje al origen de su producto estrella, el alfajor, cuyo nombre proviene de la palabra alajú, que viene del término árabe al-hasú (relleno).
“Es un cilindro o croqueta, de once centímetros de altura por dos de diámetro y cincuenta gramos de peso, revestido de azúcar y canela, y cubierto de un papel, humilde o vistoso, que lo envuelve en espiral, plegándose con cierta elegancia en los extremos”. El literato y gastrónomo del siglo XIX, Mariano Pardo de Figueroa, describe así el alfajor en un artículo de 1881. Desde varios siglos antes se viene fabricando este dulce típico de la localidad de Medina Sidonia, prácticamente con la misma receta e ingredientes —miel, almendras, avellanas, harina, pan rallado y especias—, siendo uno de los ocho productos que cuentan con la catalogación de Indicación Geográfica Protegida (IGP) en Andalucía.
“El alfajor es la barrita energética más antigua del mundo”, dice José Joaquín Barrios, director comercial de Aromas de Medina e hijo de Santiago Barrios y María del Carmen Macías, fundadores de la empresa, creada en 1958. El tatarabuelo materno de José Joaquín fue panadero, más tarde su bisabuelo heredó la panadería, como lo haría también su abuelo, que la transformó en pastelería. Su madre, María del Carmen, continuó con la saga panadero-pastelera pero quiso darle una nueva dimensión al negocio, vendiendo fuera de Medina. “Mi hermano y yo continuamos con el negocio y espero que nuestros hijos lo hagan dentro de unos años”, expresa el director comercial de la compañía, “es genético”.
José Joaquín Barrios, director comercial de Aromas de Medina, en la fábrica. FOTO: MANU GARCÍA
De pequeños, Santiago y José Joaquín recuerdan cómo pasaban las tardes en el obrador, jugando con las cajas de cartón, “construyendo cabañas”, e incluso “durmiéndonos encima de los sacos de harina”, expresa el actual director comercial de Aromas de Medina. Ambos cursaron las carreras que quisieron, aunque no están relacionadas con el negocio. Santiago es ingeniero industrial y José Joaquín es arquitecto. El primero tenía claro que quería ser pastelero desde pequeño. El segundo optó por dedicarse a la empresa familiar cuando la crisis hizo estragos en el sector de la construcción, “pero siempre ha gustado”, confiesa. “Durante la época navideña siempre estábamos aquí, todas las manos son pocas en estas fechas”, reseña José Joaquín. “Nos gustaba, lo vivimos de pequeño y tenemos cariño al negocio y dijimos por qué no gestionarlo nosotros”, añade.
Aunque lo que más vende la empresa son alfajores —“la Sociedad Andaluza para el Estudio de Intolerancias Alimentarias lo calificó como producto excelente”, cuenta José Joaquín—, Aromas de Medina tiene un amplio catálogo de dulces navideños, que sobrepasa el centenar, que incluye polvorones, piñonates, mantecados, yemas, turrones, mazapanes, bombones, chocolates y las especialidades típicas de la zona, que además del alfajor incluyen el amarguillo, la torta parda o el pan de Cádiz. Con los productos que fabrican el resto del año llegan a rondar las 400 especialidades, entre productos navideños y de pastelería —postres, pasteles, tartas o helados—.
Clientes comprando en la tienda de Aromas de Medina. FOTO: MANU GARCÍA
La empresa espera vender este año en torno a 200.000 kilos de dulces durante la campaña de Navidad, una cifra similar a la de años anteriores, aunque según cuenta el director comercial de la compañía, la cantidad no es lo que más valoran. “Es más importante dónde han llegado este año nuestros productos, cuanto más lejos mayor satisfacción te da”, explica José Joaquín Barrios. Sus principales clientes son de Andalucía y del resto de España, aunque también reciben encargos de Estados Unidos —“el último pedido fue de diez palés, unos 3.000 kilos”, explica—.
Para atender la demanda triplican su plantilla en Navidad, pasando de 20 a 60 trabajadores. “Nos hace falta más gente porque hemos querido mantener el proceso tradicional”, cuenta José Joaquín Barrios. De hecho, la empresa tiene una sala de tratamiento, de 300 metros cuadrados, donde “transforman” los ingredientes. Ahí se tritura, pica y tuestan las almendras, se pelan y rayan limones o manzanas, se hacen los purés de fruta, o se muelen las especias. “Podríamos comprarlo todo hecho, pero lo hemos fabricado siempre así y nos da un toque de distinción”, señala Barrios. Los productos los compran lo más cerca posible. El limón es de Medina, el piñón es de Huelva, el vino y el brandy, de Jerez, la miel es de la Sierra de Cádiz y las frutas de Conil, por ejemplo. Medina Sidonia, considerada como la capital repostera de Al-Andalus, sigue siendo un referente.
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