Bocados del mar con 'La Titi’: una casa isleña en el muelle donde el pescado causa “furor”

El isleño Miguel Asensio es la segunda generación de este establecimiento tradicional de San Fernando con más de tres décadas a sus espaldas frente al caño de Sancti Petri

Miguel Asensio con un plato de lomo de bacalao a la roteña en Casa La Titi de San Fernando.

Una brisa marinera entra por las ventanas de un restaurante familiar que echó el ancla hace 36 años en el muelle pesquero de Gallineras. Junto al único puerto deportivo de San Fernando se halla un rincón gastronómico que rinde culto al pescado y al marisco desde 1985. El isleño Miguel Asensio Sierra decidió adquirir el inmueble datado de 1912 y adentrarse en la actividad hostelera. “Mi padre ha sido industrial de pescado desde que tenía 17 años, se dedicaba a la exportación del pecado de estero, él despescaba todos los esteros de la provincia”, explica su hijo Miguel Asensio Coza sentado en una sala con aires rústicos.

Miguel compraba el pescado en Barbate o Conil para ser enviado a países como Italia hasta que quiso ofrecer los productos del mar desde su propia cocina. Su hijo, que por entonces tenía 20 años, estuvo a su lado. “Esta era la casa de mi tatarabuelo, y luego en el 74 pasó a ser una fábrica de aceite, el de la caballa se reciclaba para jabones”, cuenta el isleño de 54 años repasando la historia de un lugar que llama la atención por su nombre.

Miguel durante la entrevista en el interior del restaurante. MANU GARCÍA

A Miguel se le escapa una sonrisa cuando explica a qué se debe que el establecimiento fuera bautizado como Casa La Titi. Procede de un apodo cariñoso que se ha conservado de generación en generación. Su abuela era popularmente conocida como “la de la titi”, a su abuelo le decían “el de la titi”, y a partir de entonces, a todos los miembros de la familia los llaman así.

“Nuestra cocina es muy mediterránea, la de toda la vida”

Ella también se dedicó a la hostelería en su época, tenía una taberna donde despachaban vinos a granel y su legado sigue vigente a través de su nieto que en 2002 tomó el relevo a su padre para continuar con la tradición. Ahora lleva 19 años ofreciendo pescados y mariscos de todos los colores. “Nuestra cocina es muy mediterránea, la de toda la vida”, señala el isleño mientras Eli, encargada de la sala, prepara un plato de lomo de bacalao a la roteña.

Su oferta es tradicional, pero en los últimos años la ha adaptado a los tiempos. Según comenta, ya no se trata solo de “coger el pescado y ponerlo en el plato de aquella manera”, ahora cuidan los detalles para que “salga más bonito”. Miguel se esmera para engatusar a los comensales por la vista, pero el sabor sigue siendo el mismo. La esencia de este negocio continúa a flote.

Salón del restaurante con decoración rústica.  MANU GARCÍA

En la terraza de la primera planta, en la sala o en un comedor preparado para eventos se pueden degustar gambas cocidas, langostinos, dorada, róbalo, lenguado o choco de la zona. En la casa bañaba por el caño de Sancti Petri se comen pescados fritos y a la plancha según la temporada. Urtas, pargos, salmonetes, almejas a la marinera, en su mayoría, pescado de Conil. “Ahora entramos en verano, que es la época de la venta de la caballa y la sardina”, dice Miguel que ha dado en el clavo con las tortillas de camarones, una de sus especialidades más demandadas. “Estamos haciendo furor”.

También hay hueco para los arroces y la carne. “Siempre suelo hacer cosas fuera de carta como los lingotes de rabo de toro, o la paletilla de cordero lechada, trabajo mucho con la cocina al vacío”, sostiene el hostelero que se inspira en la elaboración a baja temperatura de los hermanos Roca.

Con el paso de los años no solo ha evolucionado la estética de sus platos sino también, la decoración del espacio. El local, pintado a media altura, dejó atrás los elementos típicos marineros como una red encima de la barra, los azulejos o las paredes blancas cuando Miguel se puso al frente del restaurante. “Le di un cambio, lo puse más rústico, en aquel tiempo se llevaba mucho y pensamos que aquí en el muelle era bueno darle un enfoque más cálido”, explica.

Lomo de bacalao a la roteña.  MANU GARCÍA

La materia prima de la tierra gaditana reposa en esta marisquería con vistas al castillo de Sancti Petri donde cuando llegan las revoltosas mareas de Santiago, se experimenta la sensación de estar montado en un barco. Afortunadamente, “aunque el agua haya llegado hasta la carretera a nosotros nunca se nos ha colado en la cocina”. Miguel recuerda que, a veces, el mar bordea las ventanas dando lugar a una curiosa estampa.

Cuando la Casa La Titi abrió sus puertas, el 99% de la clientela procedía de Cádiz capital. Una escasa minoría de isleños frecuentaban la zona, en cambio, ahora el 30% viene de San Fernando y se une a los turistas que se acercan, sobre todo en verano, a probar los sabores de la Bahía.

La pandemia ha jugado una mala pasada a Miguel. “Ha sido brutal, hemos estado cerrados, abiertos, cerrados, abiertos”, dice. Pero no ha sido el único problema al que se ha enfrentado. Antes del verano de 2019 finalizaron las obras del muelle de Gallineras que se habían extendido durante 9 meses. “Aquí no entraba nadie, estábamos prácticamente encerrados entre escombros, con una polvareda tremenda”, expresa a lavozdelsur.es, apuntando con el dedo hacía la ventana.

Retratos del abuelo y del padre de Miguel en Casa La Titi.  MANU GARCÍA

Ese año pudo aprovechar unos 20 días de agosto, pero al cabo de los meses, la crisis asomó la cabeza. Según el hostelero, el restaurante ha sobrevivido a los golpes porque es propio. “Si fuera un negocio de alquiler esto no habría podido resistir ni a la obra ni a la pandemia, hemos tenido cero ayudas”.

“Lo estamos pasando crudo como para que nos pongan más problemas”

El aparcamiento está casi cerrado. Parece que se va a iniciar otra obra. “Después de haber lanzado la carretera nueva y de haber gastado un dineral en el acerado nuevo, pues ahora otra vez lo están levantando”, lamenta con la mente puesta en el periodo estival. Miguel lanza su reivindicación para que las obras del muelle no se alarguen durante toda la temporada de recuperación.

El hostelero isleño en una de las mesas del establecimiento.  MANU GARCÍA

“Lo estamos pasando crudo como para que nos pongan más problemas. Bastante estamos luchando con la pandemia para que también nos lo pongan un poco más difícil”, manifiesta con impotencia el isleño, que pide que las autoridades tengan en cuenta las consecuencias.

La Casa La Titi se ha convertido en emblema de la zona y seguirá mientras a Miguel le queden fuerzas. Aunque tiene una hija, ella no entrará en el negocio. “Hoy la hostelería la quiere muy poquita gente, los grandes cocineros ahora emprenden y hay poco personal”, dice. El levante recorrerá los recovecos de este lugar donde se sueña entre esteros.

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