Basta con estar apenas cinco minutos sentado en el Café y Arte No Ni Ná de Jerez para darse cuenta de lo mucho que los clientes aprecian a sus dueñas. “Las niñas, nos llaman”, asegura emocionada Esther, una de sus propietarias. El ambiente en el interior del establecimiento, tanto a un lado como al otro de la barra, es muy parecido al que se respira en un hogar familiar. Normalmente, Esther atiende a los clientes y Verónica se encarga de la cocina. Ambas son pareja y socias fundadoras de este local, que les ha permitido convertir su sueño en realidad.
“Nosotras siempre hemos trabajado en la hostelería porque nos encanta el trato con el cliente pero, desgraciadamente, hoy en día, es un sector con unas condiciones laborales muy duras”, explica Esther. “Verónica y yo nos conocimos en Jerez hace 21 años y nos marchamos juntas a Sevilla. De allí nos fuimos a Málaga y de Málaga a El puerto. Hemos vivido en muchos lugares, pero siempre trabajando ambas en la hostelería”, relata. “Cuando mi mujer se quedó embarazada, nos despidieron casi a la vez del restaurante en el que trabajábamos las dos, y decidimos volvernos a Jerez. Fue muy duro vernos en paro y con una niña recién nacida”, confiesa esta emprendedora.
Esther y Verónica pusieron una denuncia contra el establecimiento que las había despedido y, finalmente, ganaron el juicio. “En mitad de toda esta situación tan complicada, un día, estábamos tomando una caña en La Moderna y nos dijeron que se alquilaba el antiguo Chema, un sitio que tenía mucha fama en Jerez”, recuerda Esther con nostalgia. “Ni nos lo pensamos. Nos lanzamos con toda nuestra ilusión a montar por fin nuestro propio negocio. Yo, además de todo, estaba atravesando un momento muy duro a nivel personal, pero no tuve dudas de que teníamos que ir a por todas, aunque lloráramos mucho”, cuenta.
“¿Que si hemos llorado? ¡A lágrima viva!”, exclama Cari, la ayudante de cocina. “Lo que estas niñas han llorado y peleado por sacar este sitio adelante no se puede creer”, asegura. “Cuando estalló la pandemia, nosotras habíamos empezado a despegar. Tener que cerrar justo entonces nos dejó muy tocadas. Pero, afortunadamente, aquí seguimos gracias a los pedazo de clientes que tenemos, que no solo nos eligen porque les guste nuestra comida o el sitio, sino porque se sienten también parte de esta familia”, confiesa Esther con los ojos llenos de lágrimas.
“Con la Escuela de Arte también tenemos una relación muy especial, porque montamos pequeñas exposiciones con los trabajos de sus alumnos y a ellos les hace muchísima ilusión”
Al No Ni Ná acuden cada día alumnos y profesores de la vecina Escuela de Arte de la calle Porvera y también muchos miembros de la residencia militar, “que se sienten tan parte de esta familia que, a veces, hasta le traen regalos a nuestra hija”, reconoce esta veterana de la hostelería. “Con la Escuela de Artes también tenemos una relación muy especial, porque montamos pequeñas exposiciones con los trabajos de sus alumnos y a ellos les hace muchísima ilusión”.
Café y Arte No Ni Ná es un espacio abierto a la cultura. Sus paredes, además de albergar exposiciones de pintura y fotografía, también han acogido eventos innovadores, como la primera Zambomba organizada por la Asociación LGTB de Jerez. “La celebramos justo antes de la pandemia y fue un éxito total. No cabía nadie en el local y no cerramos hasta las cinco de la mañana”, recuerda Esther con nostalgia.
En días corrientes, el café-restaurante abre de 8:30 de la mañana a 7:30 de la tarde y ofrece desayunos, comidas y meriendas. “Lo que nos hace distintos es que nuestra cocina está abierta todo el día, hasta que echamos el cierre, y se puede tomar tanto menú como cualquier plato que esté disponible en la carta”, cuenta Verónica, su cocinera y co-propietaria. Ella es la encargada de elaborar todos los platos que se sirven en el establecimiento.
“Todo lo que se prepara en el No Ni Ná es casero”, asegura. En su carta, destacan las ensaladillas de gambas, las croquetas de espinacas y queso y los tacos de presa ibérica. “También tenemos platos convencionales, pero con un toque distinto, como el solomillo al oloroso, la verdura en tempura o la ensalada de frutos secos con frutos rojos”, precisa Verónica. “Lo que también nos piden mucho son pescados. Tenemos los clásicos fritos y también algo que no se sirve en todos lados: atún de almadraba escabechado”, revela.
Para desayunar y merendar, ofrecen todo tipo de tostadas y bocadillos, además de algunos postres caseros, entre los que sobresalen el bizcocho especial de la casa, la tarta de queso y el flan de Jijona. En las últimas semanas, de cara a la Navidad, han ideado un menú especial con cinco entrantes, un plato principal y un postre casero que preparan bajo reserva.
“Hemos logrado seguir en pie con mucho esfuerzo, y también con mucha pena por los compañeros maravillosos de otros restaurantes que han tenido que echar el cierre”
“En la última semana hemos celebrado muchas comidas de empresa, y las que nos quedan”, reconoce Esther. “Si todas las semanas fueran como estas, saldríamos locas”, bromea. “Estos días, veía el local lleno y me parecía increíble. Hemos logrado seguir en pie con mucho esfuerzo, y también con mucha pena por los compañeros maravillosos de otros restaurantes que han tenido que echar el cierre”, relata esta emprendedora, con la emoción a flor de pie.
“Para nosotras, esta es también nuestra casa. Aunque económicamente sea muy difícil sacar este negocio adelante, nos compensa lo a gusto que nos sentimos en él, el amor que ponemos cada día al elaborar los platos y el trato maravilloso que tenemos con nuestros clientes, a los que nunca podremos agradecerles lo suficiente la confianza que depositan en nosotras y lo mucho que nos ayudan. Gracias a ellos, nuestro sueño de toda la vida es ahora una realidad”, concluye Esther.