“Es raro el que no conoce este bar”, reconoce Roberto, el mayor de los tres hermanos que regentan el conocido establecimiento Apolo en El Puerto. Desde que tienen uso de razón Roberto, Jesús y Juan Diego Benítez han crecido entre las mesas de este local que cuenta con una larga tradición en la ciudad. “Hay libros antiguos que dicen que desde 1856 existe como bar”, explica el hostelero que empezó a trabajar con su familia en el año 92.
Gallegos, cántabros… El Apolo pasó por las manos de muchos empresarios antes de que en 1981, Juan Benítez llegara a convertirse en su dueño. “Mi padre trabajaba ahí en frente, con los gallegos, en un bar que se llamaba La Mina, y cuando se fueron a Galicia, lo cogió él”, añade Roberto desde una de las sillas del bar cuyo nombre evoca al Dios de la belleza.
Jesús, el hermano pequeño, comenta que “mucha gente cree que se llama así por el Apolo 12, pero no, ni siquiera existía”. El segundo viaje humano a la Luna tuvo lugar en 1969, y no fue la fuente de inspiración de quien fuera el primer regente, en cambio, el nombre si ha dejado huella en la familia Benítez.
“Para nosotros en realidad no es un negocio, es como si fuera una persona, es como otro hermano porque mi padre lo consideraba como casi otro hijo, él echaba muchas horas, le echaba mucho cariño, y todo lo que tenemos en nuestra vida nos lo ha dado Apolo, es como nuestras raíces”, expresan Roberto y Jesús mientras Juan Diego ya está en la cocina preparando el día.
Los hermanos han merodeado por los rincones de este bar durante toda su vida entre cumpleaños y celebraciones. “Papá me ha comentado que aquí antiguamente había unos reservados donde la gente entraba, cerraba y pedía sus cosas, como si fuera una zona vip privada, fíjate lo que pasaría ahí dentro”, ríe Jesús dirigiéndose a su hermano.
Tantos años han dado para muchos cambios en la imagen del bar. Sin embargo, la mayor remodelación que ha experimentado se llevó a cabo en 2017 después de dos meses cerrado. Su apariencia cambió por completo dando un nuevo aire al establecimiento que se amplió al unirse con la antigua freiduría “donde la gente se comía el pescao frito”.
Con un diseño diferente, el Apolo luce sus vigas y su estructura al descubierto dejando ver las entrañas del edificio. “Antes era un bar de los años 80, tenía azulejos sevillanos y una barra bastante grande, con un rollo andaluz”, sostiene Jesús, que se muestra ilusionado con la renovación. El proyecto fue realizado por la empresa Kasa Rústika, que también había decorado otros establecimientos de renombre en la ciudad como la discoteca Banana.
En un espacio donde predomina la madera y la abundante vegetación de sus paredes, llama la atención la piedra que perdura en este lugar cargado de historia. Aunque parece ostionera, “gente que sabe ha dicho que no es” y ha sido el elemento clave para el decorador. “Él no tenía un proyecto ni una idea hecha de lo que iba a hacer aquí, cuando se sacó la piedra antigua empezó a trabajar desde ahí”, explican los hermanos, que aseguran que, aunque hayan cambiado estéticamente, la esencia de la cocina continúa siendo la misma.
En la esquina de la calle Palacios, desde donde se aprecia al fondo la imponente Iglesia Mayor, todavía se pueden degustar las tortillas mixtas, una de las tapas más famosas de El Puerto, y la estrella del bar. Chorizo, morrón, guisantes y cebolla son los ingredientes que componen a esta tortilla de 2 kilos tan demandada. “Hay mucha gente que te pide un montón de cosas y me dice, y tráeme la tortilla porque si no la pruebo parece que no he venido”, manifiesta Jesús.
Además de la tortilla, en la cocina del Apolo siguen estando presentes el pulpo a la gallega, los chocos fritos, el cazón en adobo o las puntillitas. Pero también aparecen nuevas tapas como el cóctel Santamaría, “que es una crema de puré con huevo frito, chistorra y patatas paja y lo pide todo el mundo”, expone Jesús, que también menciona el ravioli ibérico o las carrilladas. “Aparte de las tapas antiguas, las de toda la vida, hemos metido platos que combinen también con el tipo de gente que ha llegado nueva, que es más joven”, explica.
Desde que el establecimiento abrió sus puertas tras la remodelación, manteniendo su terraza, ha logrado llegar a todos los públicos. Los hermanos observan que se acercan comensales de todas las edades, una tendencia que antes no era común. “Aquí te puedes encontrar una mesa de una pareja de 70 años cenando y al lado una parejita de 15 años que están empezando”, dicen los que cada día sirven con gusto los platos a generaciones de familias.
El Apolo se ha hecho un hueco en el imaginario colectivo de los portuenses y ahora, se ha modernizado adaptándose a los tiempos. El objetivo es seguir sacando adelante este negocio que funciona gracias al boca a boca. “Viene mucha gente de fuera por recomendación, oye mira que me lo han comentado y vengo a probar a ver que tal, y la verdad es que la gran mayoría se va muy contento, que es lo que nosotros queremos”, afirman los hermanos Benítez que desean que el bar quede como un bonito recuerdo cuando ellos tres ya no estén.