“He venido por el olorcillo”, confiesa una vecina que paseaba por la avenida de la Libertad de El Puerto cuando su olfato provocó que se detuviera. Las empanadas de los argentinos Diego Percivaldi y Cecilia Oliver eclipsan a todo el que pasa por la puerta de su pequeño local. Un negocio recién llegado a la ciudad que nace por el desvío inevitable que la pandemia causó a este matrimonio con tres hijos.
Hace tres años, la familia quiso ver mundo, un sueño que empezó a cumplir en una autocaravana de 12 metros. “Teníamos dos restaurantes en Argentina, vendimos todo para irnos, compramos un autobús y mi esposo la armó entera, era como una casa”, cuenta Cecilia detrás de una vitrina mientras prepara un pedido.
Tras asegurar la educación a distancia de sus hijos y un plan de cobertura de salud, se instalaron en el vehículo y se lanzaron a una aventura que duró 18 meses. 26.000 kilómetros de carretera que les permitieron explorar un continente. “Recorrimos toda Latinoamérica, Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia, Perú, Chile, Ecuador y Colombia”, explica Diego enumerando las paradas. El cocinero no tiene palabras para describir esta gran experiencia que acabó de una forma tan abrupta. Según comentan, “la idea era seguir viajando por Europa un año más y luego estabilizarnos, pero con la crisis y la situación económica se hizo imposible”.
“Si no hubiera covid, seguiríamos viajando”
Sus planes se truncaron y no tuvieron más remedio que cambiar las horas sobre ruedas por un hogar en la ciudad. Una vuelta a lo tradicional que decidieron llevar a cabo en El Puerto. Para ello, vendieron la autocaravana y en agosto de 2020 aterrizaron en el municipio gaditano. Justo a tiempo para apuntar a sus hijos en el colegio y comenzar una nueva vida. “Unos amigos que viven aquí nos recomendaron que nos iba a venir muy bien para los valores de familia que tenemos”, añade la argentina que asegura que “nos encantó, nos enamoramos de esta parte de Andalucía”.
Una vez instalados, al matrimonio le tocó idear un medio para sobrevivir. En su país natal regentaban dos restaurantes especializados en platos de autor, hechos por Diego, donde “hasta los panes los elaborábamos nosotros”, sin embargo, querían seguir en otra línea. Eso sí, sin perder su filosofía: todo casero y cocinado de forma artesanal. “No queríamos todavía tener un restaurante, preferíamos algo más informal y se nos ocurrió un tipo de negocio como en el que solíamos comer allá los fines de semana”, dice Cecilia que en su tierra compaginaba su trabajo como farmacéutica con la hostelería.
Hace tres semanas, motivados por los gustos de sus hijos, pusieron en marcha su particular Empanadería argentina y sin esperarlo, enseguida se metieron al público en el bolsillo. Emocionados cuentan que la acogida fue “hermosa” los vecinos dieron una calurosa bienvenida al matrimonio argentino que traía una propuesta diferente. “Hay gente que viene hasta dos veces por semana, eso nos llena de felicidad porque quiere decir que gustaron”, comentan.
Diego prepara las empanadas en la cocina mientras Cecilia las va colocando en el mostrador en fila india. Listas para acabar en el estómago de los clientes. Uno de los platos más típicos de Argentina ha viajado con ellos. “Allá se comen muchísimo, una vez por semana todos comemos empanada y siempre están puestas en reuniones de amigos o fiestas en los colegios”, explican sin quitarle ojo a la receta.
“Las carnes están elaboradas con cocciones lentas y vinos”
Para ellos, desde hace unos años este producto hecho a base de masa y relleno “está reemplazando a la pizza”. Los sabores no tienen límites y lo que manda es la creatividad. Hay para todos los gustos. En el local, Cecilia y Diego ofrecen 16 tipos de empanadas que combinan ingredientes típicos de Argentina con otros que van más allá. “La de carne clásica obviamente no puede faltar, con carne picada, huevo duro, comino, es un tema de identidad”, explica con desparpajo la hostelera al mismo tiempo que desentraña el contenido de las empanadas.
De atún al estilo gallega, de pollo al curry, de pollo cremoso, de champiñón, queso y jerez o de asado criollo –“un corte de carne que usamos en nuestras barbacoas”- son algunas de las opciones.
“Tratamos de hacer sabores que sabemos que gustan aquí, por ejemplo, el rabo de toro, que en Argentina no se consume. Una pena porque cuando lo descubrimos, quedamos enloquecidos”, confiesan.
El matrimonio cuida con mimo la preparación de sus empanadas. Es la clave para que los paladares caigan rendidos a sus pies. “Las carnes están elaboradas con cocciones lentas y vinos y las especiales tienen entre 4 y 6 horas de cocción. Todo lo deshilachamos y, junto con la reducción de la salsa, que es muy sabrosa, la ponemos dentro de las empanadas”, detallan.
Aunque apenas llevan un mes funcionando, la empanadería ya tiene sus estrellas, entre las que destacan las de rabo de toro, el asado criollo o la carne clásica. “El 90% de la gente se lleva esas”, comenta la argentina. El negocio va viento en popa y, de momento, están encantados, pero reconocen que “si no hubiera covid, seguiríamos viajando”. No descartan en un futuro volver a las andadas cuando amaine el temporal. “Los chicos están super felices en la escuela, pero ellos mismos dicen que extrañan viajar”, comenta Diego. Los cinco se adaptan a las circunstancias con armonía mientras sus mentes ya vuelan a otros rincones del planeta.