Al igual que los gaditanos nacen donde les viene en gana, esta historia tan de Cádiz nace nada más y nada menos que a 2.446 kilómetros de aquí. Concretamente en una pequeña población del norte de Italia llamada Forno di Zoldo. Allí vivían Arturo Campo y Iole Mosena en los años 30 del siglo pasado. La pareja, allá por 1932, decidió trasladarse a España. "Llegaron en primer lugar a San Sebastián, pero mi padre vio que allí llovía mucho y no era un buen lugar para poner una heladería". Nos cuenta esta historia su hijo Gianni. Desde tierras norteñas fueron bajando, pasando por Valladolid "donde siempre había niebla y hacía frío". Ya en 1935 se instalan en Madrid donde abren una pequeña heladería en la calle Fuencarral. Mal año para casi todo en este país. La Guerra Civil los obligó a volver a su país natal. Cuando todo pasó -aunque realmente no había hecho más que empezar-, en el 39, los Campo-Mosena regresaron a la capital y recuperaron su negocio. Lo hicieron junto a un hermano de Iole, Bruno, y su pareja.
Gianni junto a dos de sus hijos y un empleado. FOTO: MANU GARCÍA.
"Mis padres se dieron cuenta de que aquel negocio tan pequeño no daba los beneficios suficientes para mantener a dos matrimonios, así que se trasladó a Córdoba". Si en el Norte hacía mucho frío, en el Sur hacía mucho calor y Arturo lo pasaba muy mal entre las máquinas en el sofocante verano cordobés. "Entonces, un señor gaditano que iba a la heladería les sugirió que vinieran a Cádiz, que había un local en la calle Ancha que era perfecto para ellos". Y así fue. "Mi madre se enamoró del sitio y de Cádiz". En 1940 abrían el Salón Italiano. Han pasado 78 años y el negocio sigue siendo una enseña de la ciudad y de la calle Ancha. Gianni nació en Cádiz y fue bautizado en la iglesia de San Antonio. Su sueño era convertirse en ingeniero industrial, y llegó a empezar esos estudios, pero rápidamente descubrió que su oficio era el de heladero.
Durante casi ocho décadas, regentada por tres generaciones, el Salón Italiano ha recibido la visita de miles de personas. En pleno centro de Cádiz, la heladería permanece abierta desde Semana Santa hasta que termina el verano (que en este rincón se alarga hasta bien entrado el mes de octubre). Recientemente se ha publicado un libro en Italia sobre los diez mejores negocios heladeros italianos en España, y el de Gianni es uno de ellos. "Aquí se inventó el Topolino, a nivel mundial. Ese barquillo, con el helado de nata bañado en chocolate, lo inventó mi padre. Ideó un cono de madera para darle la forma y el barquillo había que envolverlo en caliente y te quemabas los dedos. En Italia le llaman Il Cornetto Spagnolo", nos cuenta.
En el 75 aniversario repartieron sus famosos Topolinos. FOTO: MANU GARCÍA.
Empezó a trabajar con 13 años y a sus 74 continúa detrás del mismo mostrador. "Yo empecé desde abajo, fregando, aunque todavía estoy fregando". Pero a Gianni lo que le gustaba era el trato al público, junto a su madre y sus dos hermanas, Aida y Marina. Como aún no llegaba al mostrador, por su estatura, su padre le colocó una caja de refrescos en el suelo para que Gianni, subido en ella, pudiera atender a los clientes y servirles el helado. Recuerda de corrido los sabores de los que disponían cuando era pequeño: mantecado, avellana, fresa, vainilla, chocolate, limón, nata, tuti-fruti y café". Y en la época de posguerra, ¿de dónde salían los ingredientes? "Lo pasaron muy mal, porque había mucha falta de alimentos y había que pedir el azúcar en el organismo de Abastos y con lo que le daban tenían que conformarse. Algunas veces tenía que cerrar porque sin azúcar no podían hacer helado".
Pero a pesar de ser un lugar tradicional se ha adaptado a los tiempos y a la evolución. "Yo fui practicando con nuevos sabores, acudí a varias ferias de muestras para conocer la evolución del género y aprendí por mí cuenta, probando... y ahora mismo tenemos 30 tipos distintos de helado que se han hecho esta misma mañana", presume Gianni. El negocio tiene una larga vida asegurada, ya que junto al "pequeño" de los Campo Mosena trabajan codo con codo dos de sus hijos, Arturo y Joaquín. "Yo sigo trabajando aunque los años pesan, son 61 los años que llevo aquí y he hecho muchos litros de helado. Pero ahora tengo a mis hijos y un buen personal con el que estoy muy contento. Por eso no me voy todavía".
Se encuentra en la céntrica calle Ancha de la capital. FOTO: MANU GARCÍA.