La controversia está servida. Como muchos ya conocen, NutriScore es un sistema de etiquetado frontal que próximamente será implantado en España. Aunque de momento es una decisión voluntaria para las empresas, ya lo estamos a empezar a ver en algunos de los envases de los alimentos y pronto nos familiarizaremos con este distintivo, que tiene la intención de ayudar a elegir alimentos más saludables.
Vayamos por partes. Un etiquetado frontal (FOP) es un sistema, colocado en la parte visible del envase, con la particularidad de informar al consumidor para ayudar en la decisión de compra de alimentos saludables. De esta forma, se pretende con NutriScore, favorecer la compra de alimentos más sanos y que está decisión sea lo más cómoda para el consumidor. En principio, como idea, está bastante bien. Cabe recordar que la obesidad infantil ya es un hecho en países tradicionalmente mediterráneos como España y que en último informe Aladino (Estudio de ALimentación, Actividad física, Desarrollo INfantil y Obesidad en España, 2019) el 23.3% de los escolares de 6 a 9 años, presentan sobrepeso y el 17,3% obesidad. Además, se destaca un dato muy interesante, el 69,1% de los progenitores de escolares con exceso de peso considera el peso de sus hijos como normal.
Dicho de otra manera. Casi uno de cada cuatro de nuestros hijos tiene sobrepeso y más de la mitad de los padres y madres con sobrepeso, no se sorprende. Algo se está haciendo mal y no es puntual, porque los datos vienen desde hace años con una tendencia al alza.
¿Cómo funciona NutriScore?
A grandes rasgos, el sistema otorga una puntuación en función de las características nutricionales de cada alimento. Por ello, se tienen en cuenta como elementos favorables: proteínas, fibra, verduras, fruta, leguminosas y frutos secos. Por el contrario, el sistema resta en la valoración final si el alimento tiene un contenido de: calorías, azúcares, ácidos grasos saturados y sodio.
De esta forma, los alimentos estarán calificados desde la letra A (verde oscuro) para definir a productos saludables, hasta la E (naranja oscuro) para aquellos que carezcan de un contenido nutricional interesante para el consumidor.
Por otro lado, la información que ya encontramos habitualmente en el etiquetado se mantendrá como obligatoria, siendo la conocida tabla nutricional como elemento indispensable para conocer los valores nutricionales de los alimentos.
Entendiendo la polémica
En Francia, Bélgica y Alemania también lo tienen claro. Y España se sube al carro para implantar este sistema de etiquetado frontal. Desde el Gobierno se argumenta que es un método validado por diversos organismos, asociaciones y grupos de nutricionistas y científicos que avalan su utilidad.
Confían que este sistema va a ayudar a elegir alimentos más saludables ya que entre un producto y otro, el consumidor puede conocer cuál es el alimento más sano. Exacto. Entre uno y otro. Esa es uno de las grandes deficiencias del sistema. NutriScore tiene validez para diferenciar un producto de otro y, sólo y exclusivamente, siempre de la misma categoría. Es decir, no se puede comparar el aceite de oliva con un refresco de cola, o el jamón ibérico con una hamburguesa. Sólo se puede saber si un alimento es más o menos sano respecto a otro muy similar, no por la valoración propia del producto alimentario.
Entonces aquí llegan las incongruencias. Al aceite de oliva virgen extra se le había calificado con la letra D (han tenido que rectificar) mientras que un refresco de cola sin azúcares de una reconocida marca, tendría una calificación con la letra B (saludable). El jamón ibérico tendría una calificación D o incluso E (muy poco saludable) siendo una hamburguesa vegetal la que obtiene la mejor calificación (letra A).
Además, un producto alimentario no es el simple resultado de sumar nutrientes de los diferentes ingredientes, sino que conlleva efectos sobre la salud de las personas que lo consume. Por lo que, evaluar un producto alimentario tan solo por sumar o restar nutrientes sin tener en cuenta otros aspectos como lo digerible que puede ser alimento incluso el grado de saciedad que provoca, es valorar a medias.
Igualmente, sí somos europeos, pero no todos los patrones nutricionales de los habitantes de la Unión Europea son iguales. Dicho de otra manera, que un sueco o un alemán, no come lo mismo que un español o un griego.
Por lo tanto, el sistema debería de ajustarse mejor a la realidad nutricional de cada país y dar más importancia aquellos alimentos que verdaderamente son esenciales en el tipo de dieta que sea la habitual.
Un sistema que antes de ser implantado, ya acarrea problemas, muestra incoherencias y necesita de excepciones como si fueran parches, no ofrece la suficiente y absoluta confianza, sobre todo cobra más importancia, al tratarse de alimentos que influyen directamente en la salud de la población.
¿Qué hacemos con todo este lío?
Sin duda, proporcionar información de valor al consumidor siempre son buenas noticias. Indudablemente, los datos de obesidad infantil son alarmantes y en países como España, donde se presume de dieta mediterránea, se está agudizando cada vez más este problema. De aquí nace la preocupación real por revertir la situación.
Por ello, NutriScore es una herramienta que puede ayudar a elegir alimentos más saludables, no sin antes conocer cómo funciona exactamente el sistema. Por lo que, se hace difícil comprender cómo un elemento que viene envuelto en polémicas y controversias, sin una evidencia científica clara y consensuada, se puede incluir en el etiquetado de los alimentos.
NutriScore es una de las opciones que existen para calificar los alimentos, pero sin duda, aplicar la lógica, en muchas ocasiones, será mucho más efectivo que el mejor de los sistemas.
Comentarios