La llegada de la muñeca chochona a España, una portada con Ronald Reagan, el esplendor de la ciudad austriaca Bad Gastein, o la primera vez que la actriz porno Ilona Staller, más conocida como la Cicciolina, pisó el país. Los recuerdos reposan en una de las columnas de Café de Enzo, la cafetería que el barcelonés Abel Martínez abrió en Jerez hace siete años. De un cajón de su antigua casa en Cataluña recopiló ejemplares antiguos de los 80 y se trasladó al sur. “Eran periódicos viejos que tenía mi padre en Barcelona, los tenía guardados, recorté noticias curiosas y artículos que podían resultar entretenidos y los fui colocando”, explica el encargado de 41 años que ya lleva una década por tierras jerezanas.
Abel se vino “por cambiar de aires, tenía ganas de irme”, y se asentó en la calle Vicente Blasco Ibáñez, al principio solo, y después con dos trabajadores más. Él nunca se había dedicado a este tipo de hostelería, “alguna que otra discoteca”, pero se lanzó, apostó por su meta e hizo realidad lo que tenía en mente. Fue valiente, emprendió y bautizó a su proyecto con el nombre de su hijo. “Cuando lo monté él era muy pequeñito, era una de las razones, tenía una serie de ideas que quería llevar a cabo, y también necesitaba una estabilidad económica para poder sacarle adelante”, comenta sentado en una de las mesas del local.
Este nombre común en Italia y Sudamérica da vida a un rincón acogedor especializado en desayunos y meriendas. “Es verdad que muchas veces me llaman Enzo, entonces respondo por los dos”, dice el que le dio un toque original a la decoración. Desde la silla señala las “cosas curiosas que ves después de 40 años o 30 y te llama la atención”. La columna invita a explorar un baile de titulares que reviven la plaza de toros de Terrasa, donde nació, uno de los coches que tuvo su padre y hasta un artículo del antiguo alcalde de Jerez, Pedro Pacheco, y sus problemas con la justicia.
Pero la reliquia de la cafetería la presenta enmarcada en la pared. Se trata de una portada de 1943 de La Prensa, diario de la tarde de información mundial. “Encontré una joya que estaba ahí, siempre es curioso ver como se escribía en la época o lo que era importante entonces”, expresa Abel, que no solo se encargó de la estética del establecimiento sino también de ofrecer productos que apetecen a la hora del desayuno o la merienda.
En la vitrina de Café de Enzo destaca la repostería casera, “queremos que sean de calidad”, dice el barcelonés. Saltan a la vista las trenzas de diferentes toppings y las tartas de zanahoria y de Ferrero Rocher, pero la estrella son sus croissants de mantequilla rellenos de chocolate, cubiertos de chocolate blanco o con leche. “Introducimos lo que es el postre del desayuno, es decir puedes pedir tu mollete con jamón o tu pan de espelta y centeno con jamón o con aguacate o con queso fresco y siempre al final que tienes tu huequecito para un croissant que acaba de endulzar el desayuno”, cuenta.
Él pone su empeño en que se cuiden todos los detalles “y todo sea elaborado con más mimo que si fuera algo más industrial”. Esa tendencia a hacer las cosas bien hechas la llama “otro caballo de batalla”, al final, para él es un orgullo que una persona quiera compartir sus platos en redes sociales. “Intentamos que sea bonito a la vista, aparte del sabor que tiene que ser siempre importante, pero por la vista que te entre todo”, sostiene el que ve como actualmente la gente acostumbra a hacer una foto a todo lo que se zampa.
La pandemia, “ha sido un golpe duro, me ha afectado en el miedo que tiene la gente a la hora de visitar un establecimiento”, lamenta el que ha podido mantener sus desayunos, pero no las meriendas. Siempre ha abierto de 8:30 a 13:00 y de 16:30 a 20:30, sin embargo, la crisis hace mella y, como muchos comercios, ha tenido que reinventarse. Así, en marzo introdujeron el servicio de desayuno a domicilio que continúa disponible.
“Tenemos unas cajas con un desayuno estándar bastante completo, creo que es una idea bonita, y más en tiempos de covid, mucha gente no puede visitar a otras personas y es un detalle que siempre se agradece”, señala el que valora la fidelidad de su público al ser una cafetería de barrio.
Aunque “está siendo complicado”, Abel reconoce que está contento, “de momento no hemos tenido que decidir un cierre y podemos seguir trabajando y luchando, no hay que tirar la toalla”. El dueño transmite sus ganas de salir adelante y afrontar los obstáculos, y con ánimo, seguirá sacando una sonrisa a todo aquel que quiera poner un toque dulce a su día.