El Chinchal, el 'bujío' de Jerez donde es posible comer espetos como en la Costa del Sol

El Chinchal lleva 24 años abierto en un rincón de la zona este, donde en un pequeño local con terraza se sitúa una barquita en la que se pinchan unos espetos cuyos secretos se aprendieron en la Costa del Sol

Sardinas y gambones en espetos poniéndose a punto en la candela.

Un chinchal, según define la RAE, es un pequeño puesto de venta de tabaco o de bebidas alcohólicas. En una acepción más popular, así se conocen a establecimientos montados con pocos recursos y con una muy decoración muy básica. En definitiva, lo que viene siendo un tinglado, que está por debajo del chiringuito. Sin que su propietaria adopte el sentido peyorativo de la definición, El Chinchal es el nombre de un negocio de hostelería que desde hace 24 años viene funcionando en una zona alejada del núcleo urbano de Jerez, en el campo, literalmente, en la denominada zona de La Teja. Para llegar a este lugar hay que buscar un desvío que hay en la rotonda 5 de la avenida Juan Carlos I —la conocida popularmente como del colesterol—.

Galería de fotos | Espetos de sardinas en El Chinchal

Espetos de sardinas a todo 'gas' en El Chinchal. JUAN CARLOS TORO

¿Qué tiene de particular El Chinchal?: los mejores espetos de sardinas que se ofrecen en Jerez y en un lugar (obvio) que no está situado en un chiringuito de playa. Esa es la causa del éxito de este establecimiento, que se ubica en un local que fue almacén de herramientas y que usó el promotor del negocio para iniciar esta experiencia para sus amigos y allegados en un primer momento. Ahora, el boca a boca, que es la única publicidad que tiene, junto a alguna referencia en las redes, lo ha situado como una elección diferente para los que gustan de encontrar sitios poco difundidos y en los que la oferta gastronómica es muy básica, pero exquisita en su especialidad: el espeto.

En la zona de terraza de El Chinchal se ve una barca marinera, las clásicas usadas para este menester, preparada con arena y maderas para clavar los espetos, tal y como si se estuviera en la Costa del Sol, que fueron los que inventaron esto de asar sardinas y otros pescados al calor de rescoldos ardientes. Estefanía Padilla Gallego es su propietaria. Heredó este negocio de su padre, que cuando “se jubiló, decidí yo coger con el negocio”, cuenta a lavozdelsur.es. Un buen día su progenitor decidió colocar un bidón lleno de arena y empezar a asar sardinas para gente muy allegada.

Interior del establecimiento con aires tan marineros como camperos. JUAN CARLOS TORO

Su padre, recuerda, no improvisó en esto de hacer el mejor espeto. Se fue a Málaga y de la mano de un espetero aprendió los secretos para hacerlos, desde el tipo de fuego para asarlos, el tiempo, la distancia a la que el espeto debe estar de la zona de calor… al final consiguió que su producto en nada se diferenciara de los que se sirven en cualquier playa de la Costa del Sol, aunque la ‘moda’ del espeto haya llegado a casi todas las zonas de costa andaluzas.

Estefanía recuerda que el experto malagueño "venía por la tarde y empezamos con un bidón. Más tarde, surgió la idea de comprar una barquita y es lo que actualmente tenemos”. Pero no solo se pinchan sardinas en la caña, también se asan gambones y doradas. La barquilla se enciende a partir de las nueve de la noche, ahora en verano. Desde ese momento empieza a llegar la clientela, que alcanza el lugar “porque se lo han dicho amigos que han estado aquí o por el boca a boca”, explica la propietaria.

Un camarero de El Chinchal con un plato de carnes de la barbacoa. JUAN CARLOS TORO

Estefanía Padilla Gallego subraya con orgullo que "hasta viene gente de fuera, de Sanlúcar, Cádiz, Vejer incluso visitantes madrileños… gente de todas partes". Sobre la complicada localización de El Chinchal, la propietaria reconoce que “hay quienes lo encuentran de momento y gente que no. Estos suelen venir con alguien que ya nos conoce”. No obstante, aunque está “un poquito escondido”, Estefanía considera que esa circunstancia forma parte “del encanto: hay que buscarlo”.

El equipo de El Chinchal junto a la barquita de los espetos. JUAN CARLOS TORO
 

Cuenta que atiende entre 100 y 150 personas al día. No cuenta con una infraestructura como para que la rapidez sea marca de la casa. Más bien lo contrario. Hay que esperar porque la fórmula “es que arda el fuego y hacerlo tranquilito. Pasa lo mismo que con los gambones y sobre todo la dorada, que la ponemos entera. Necesitan su tiempo para hacerse. Si no, se quedan crudas. Y el gustito especial es el que le da hacerlo a la candela… pero despacito porque se hacen en su propio aceite. Es lo que le da el puntito al pescado”.

De cara al futuro, la propietaria no se plantea grandes cambios, solo ir “ampliando poquito a poco”, eso sí, sin romper la esencia del lugar “porque perdería el encanto de un sitio pequeñito al que hay que venir con bastante antelación”.

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